Un 'Black Mirror' indie de las historias más sobrecogedoras de internet

José Antonio Luna

Gijón —

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Casey es una adolescente que vive en un pequeño pueblo en Estados Unidos. No tiene demasiados amigos y la relación con su familia no es la mejor, de ahí que su habitación sea como una guarida desde la que se conecta al mundo exterior. Una noche, después de pensarlo mucho, decide sumarse a un extraño reto viral en redes sociales que promete cambiar la vida de sus participantes. Su nombre es World’s Fair (Feria mundial) y, para unirse, realiza un ritual. “Quiero ir a la Feria mundial. Quiero ir a la Feria mundial. Quiero ir a la Feria mundial”, repite tres veces frente a la cámara del ordenador. Acto seguido, se pincha el dedo, saca un poco de sangre y lo pasa por la pantalla. Empieza el juego. 

La ópera prima de Jane Schoenbrun, We’re All Going to the World’s Fair, es un inteligente drama sobre una adolescente que participa en el “juego de rol online más aterrador de Internet”. Fue una de las sensaciones del festival de Sundance y ahora forma parte de la sección oficial Retueyos del Festival de Gijón, donde ha cautivado a la par que ha sobrecogido a los espectadores. Está, además, producida por el director de la fenomenal A Ghost Story y The Green Knight: David Lowery.

Su trama está basada en la cultura creepypasta, una comunidad creada en Internet a través de foros como Reddit donde los usuarios comparten sobrecogedores relatos de terror de forma colaborativa. “Son como las historias que se cuentan en un campamento. Por ejemplo, si alguien dice que tiene un fantasma en su casa, probablemente después otras personas compartan que han conseguido hacerle una foto o que lo han grabado en video. Es una narración muy única y nativa de internet, y eso me fascinó”, explica la cineasta en una entrevista a elDiario.es.

El reto World’s Fair, de hecho, tiene bastante parecido con el conocido como mito del fantasma del espejo: la leyenda de un espíritu que aparece al pronunciar su nombre varias veces. Pero aquí, en lugar de un espectro, lo que surgen son extraños sucesos que cambian la vida de los participantes. Un usuario que dice jugar al Tetris con las extremidades de su cuerpo, otra que asegura que se está convirtiendo en plástico, uno que no para de correr en una cinta mecánica mientras se golpea…. Es una comunidad extraña, pero donde Casey se siente acompañada.

De hecho, los padres de la protagonista están relegados a un segundo plano y ni siquiera se les pone cara. Son una voz fuera de plano más allá de la pantalla. “Pensé mucho en los márgenes de la película. Es decir: qué es lo que veríamos como espectadores. Decidí que lo mejor era dejar en el aire tanta información como los personajes muestran en sus videos, y quizá podamos saber que la vida hogareña de Casey no es perfecta, pero es nuestro juicio quien decide el porqué”, apunta Schoenbrun.

La cineasta destaca también la continua presencia de las pantallas en el filme, ya que son “el mayor símbolo de la vida contemporánea”. “Esta idea de estar solo con el mundo a través de una pantalla brillante en una especie de aldea global, como diría el filósofo Marshall McLuhan, es una imagen muy potente. Es triste y al mismo tiempo hermosa”, apostilla.

Salir de la caverna de Platón

El nombre de la serie Black Mirror, precisamente, es una metáfora de lo que sucede cuando se apaga el teléfono móvil y lo único que queda en la pantalla es el reflejo de quien lo sujeta. Es como dejar de ver las sombras en el mito de la caverna de Platón para ascender a la superficie. Lo único es que, quizá, ese “mundo real” no es tan apacible como cabría imaginar.

En World’s Fair no aparecen perros robots asesinos ni autómatas, como sí sucede en la serie de Charlie Brooker, pero sí algunos momentos incómodos. Sobre todo, cuando la cámara se aleja del “lugar seguro”, que son los dispositivos electrónicos, para contarnos quiénes pueden estar detrás de ellos. 

Es lo que sucede con un participante del juego, escondido tras las siglas JLB y un avatar animado. Este decide mandar un mensaje a Casey, en mayúsculas, que le alerta de que tiene un problema y necesita urgentemente hablar con ella por Skype. Desde entonces ambos se conectan y marca un punto de inflexión en la adolescente: a medida que se arraiga en su vida, sus videos comienzan a ser cada vez más extraños.

Internet puede ser un lugar hermoso porque hay muchas personas 'queer', como yo, que crecen en lugares muy pequeños donde no tienen acceso a la cultura que buscan pero también es un espacio en el que quizá no existe demasiada protección

Una de las mayores virtudes de internet, que es crear vínculos con desconocidos del otro lado del planeta, también puede ser uno de sus grandes peligros. “Internet puede ser un lugar hermoso porque hay muchas personas queer, como yo, que crecen en lugares muy pequeños donde no necesariamente tienen acceso a la cultura que están buscando. Pero también es un espacio en el que puedes conocer la intimidad de las personas y en el que quizá no existe demasiada protección”, comenta Schoenbrun. 

Además, aunque no es el principal tema de la película, también muestra levemente cómo el poder de los algoritmos condiciona la información. Y estos, como destapó la periodista Judith Duportail sobre Tinder, no son precisamente objetivos. “Los sesgos de la sociedad los traducimos en algoritmos. No son imparciales porque están diseñados por humanos y tenemos prejuicios que operan dentro de estructuras de poder”, apunta la directora.

No obstante, el filme de Schoenbrun está más centrado en lo que supone internet y sus comunidades como plataforma para el descubrimiento de identidades usualmente marginadas, como es el caso del colectivo queer. “La representación de las personas trans, al menos en el cine estadounidense, es muy escasa y no hacía que me identificara con ellos. Esos personajes siempre eran monstruos o mártires”, lamenta la directora.

Recientemente se conoció el dato de que los personajes LGTBIQ+ en la ficción audiovisual española representan solo un 7%. Pero el problema, según Schoenbrun, no sería tanto la presencia de personajes como la de creadores no heteronormativos tras las historias. “De esta forma, aunque los protagonistas no sean explícitamente queer, su contenido podría conectar con más audiencias. Es lo que me sucedió con Matrix, que me hizo sentir algo a pesar de que cuando la vi no entendí que había un subtexto transgénero”, culmina la directora antes de añadir que, lamentablemente, la industria cinematográfica todavía sigue “dominada por hombres blancos heterosexuales”.