DÍA DEL LIBRO

Los saldos, esa segunda vida de los libros nuevos antes de llegar a la segunda mano

Cada año se publican en España más de 55.000 libros. Títulos que las editoriales distribuyen alimentando de novedades las estanterías de todas las librerías y demás plataformas de venta de ejemplares, dispuestas a llamar la atención de los lectores. Pero no todos corren la misma suerte. Ni tampoco el excedente. ¿Qué ocurre con las obras que no se venden? Una gran cantidad de ellas son acumuladas en almacenes, otras son directamente destruidas, y las hay que adquieren nuevas oportunidades a través de tiendas de segunda mano y de saldo.

La periodista y librera Marina Sanmartín describe en su libro Desde el ojo del huracán. Una historia íntima de las librerías (Ariel) cómo era el depósito de la que denomina como “La Gran Superficie de Callao”, haciendo, puede presuponerse, referencia a El Corte Inglés, gran almacén en el que entró a trabajar en 2005. Sus palabras ayudan a calibrar el ingente volumen de títulos sobrantes y su taciturno destino: “El almacén ocupaba la séptima planta entera y lo envolvía un halo de arquitectura imposible. No tenía ventanas, los techos eran altos y las luces de neón golpeaban con dureza las paredes grises de cemento. Las estanterías eran metálicas y, ordenadas por números y categorías, se dividían en dos hileras separadas por un pasillo largo y más bien estrecho, que recorríamos con inseguridad cada vez que nos tocaba subir en busca de algún libro perdido, que nos desvivíamos por encontrar. Era el escenario perfecto para una película de terror y crímenes”.

Desde que se publican, todos los títulos están sujetos a la Ley del libro, que obliga a las editoriales a fijar los precios de las obras, y viene siendo así desde 1975. Por ello, da igual donde se busquen los volúmenes, ya sea en Amazon o en un local de barrio, la máxima rebaja que podrá encontrarse sobre ellos es de un 5%. Esta medida, tomada en 2007, se impuso para hacer frente a la competencia desleal de las grandes superficies, evitando que pudieran permitirse mayores descuentos y, por lo tanto, atraer a más compradores. No obstante, pasados dos años desde su lanzamiento, las compañías pueden descatalogar los ejemplares –previo aviso a sus respectivos autores, se dejan de imprimir y se retiran de las librerías recuperándolos–, quedando así excluidos del citado régimen del precio fijo.

Hay editoriales que no saldan, directamente destruyen

A partir de aquí, una de las opciones con las que cuentan estas empresas es saldar los libros, cuyos descuentos sí pueden oscilar entre un 35% y 95% de su precio original. “Las editoriales necesitan estar sacando muchos títulos diferentes constantemente. Los que tienen menos salida se van quedando un poco estancados, dejan de venderse, se almacenan y son devueltos a distribuidoras y editoriales”, explica a este periódico Javier Cañil, director comercial de Bibliostock, una plataforma online dedicada a la selección y distribución de obras descatalogadas. “Hay editoriales que no saldan, directamente destruyen”, asegura. Ahora bien, ¿por qué se imprime una cantidad tan amplia de ejemplares si, en última instancia, muchos de ellos van a acabar en depósitos o, directamente, destrozados?

“Los dictados de un mercado demasiado dinámico les obligan a publicar más novedades de las que el propio mercado puede absorber. A su vez, la necesidad de abaratar costes de producción en cada tirada les lleva a imprimir más ejemplares de los que esperan vender”, explican en su página web. Ambas coyunturas derivan en la acumulación de stock que merma su principal labor: editar. “Necesitan estar publicando constantemente para ser rentables. Puede que con diez títulos al año no les llegue”, comenta el responsable de la plataforma desde la que ofrecen asesoramiento.

El saldo como alternativa a la destrucción

“Sabemos que se destruye mucho porque hay editoriales que piensan que saldar es una pérdida reputacional. Las más grandes suelen hacer paquetes de títulos que ofrecen a mayoristas, que ejercen de intermediarios entre ellas y los puestos de venta que acogen estos volúmenes. Hay algunas que incluso no permiten que sus libros se salden en España y se envían directamente a Latinoamérica”, exponen a este medio desde la librería Libros Fugitivos, que comercia con este tipo de obras vía online. Sus responsables aclaran que no siempre hace falta pasar por la figura del intermediario: “El saldo es algo que se había movido siempre a nivel muy local. Igual lo que te podías encontrar en Valencia no era lo mismo que en Madrid o Barcelona”.

“Cada editorial y cada saldo son un pequeño mundo”, aclaran, “algunos saldan como manera de purgar almacenes, para poder seguir editando títulos o incluso porque quiebren. Todo es muy variable”. Y lamentan: “Se debe destruir muchísimo más de lo que llega a tener una segunda vida en saldo. Es una verdadera pena”. En su caso, comparten que esta tesitura se debe a “la presión que hay en el mercado del libro nuevo”. Marçal Font, presidente del Gremi de Llibreters de Vell de Catalunya, señala a elDiario.es que otra de las razones por las que se opta por la destrucción de títulos es que “los almacenes son muy caros. Estamos hablando de miles de libros”.

Hay saldos que están perdidos en almacenes desde hace 30 años y de repente aparecen porque alguien se pone en contacto contigo

Desde la librería defienden que el hecho de que un título no se haya vendido, no quiere decir que no tenga calidad. Una postura que sostiene igualmente Javier Cañil: “Antes las editoriales tenían miedo de que se entendiera que si un libro se estaba saldando es porque era malo. Y no es culpa ni del libro ni de la editorial. Es culpa de un mercado que requiere demasiado movimiento”.

La Librería Universitaria, localizada en León, es otra de las entidades que comercian con libros de saldo. “En el momento en el que se descataloga un libro se nos informa”, indican desde ella a este periódico, aportando que una situación que se repite es que haya “libros descatalogados que no se encuentren y, por lo tanto, se revaloricen, y mucho. En vez de encontrarlos más baratos, se encuentran mucho más caros”. El abanico de publicaciones es muy amplio porque no tienen por qué ser recientes. “Hay saldos que están perdidos en almacenes desde hace 30 años y de repente aparecen porque alguien se pone en contacto contigo”, comentan desde Libros Fugitivos.

Las librerías de saldo, sujetas a la necesidad de actualizarse

“Las editoriales saldan normalmente por oleadas de entre 20 y 30 títulos, con entre 100 y 3.000 ejemplares de cada uno. Incluso más”, indica Javier Cañil de Bibliostock. En la plataforma deben pagarlos al contado. “Si compras 3.000 libros sabes que hay una cantidad que no vas a vender. Nosotros los acabamos destruyendo, vendiendo a alguien que le interese para hacer una determinada cosa a un precio extremadamente bajo, para por ejemplo decorar cafeterías o tiendas”, declara. Una parte muy importante de su labor es la selección de libros: “Nosotros también tenemos que estar constantemente renovando. Tenemos que ser dinámicos. Las ofertas tienen una vigencia”.

A la hora de establecer los precios de venta, han de tener en cuenta varios factores. Entre ellos, la cuantía por la que los adquieren y la cantidad que haya. “Si tenemos 100 ejemplares de algo, no podemos venderlos por muy poco dinero porque puede darse que alguien llegue, compre 50 y los revenda”. Cañil afirma que lo que más venden actualmente son los cómics, seguidos de ensayos filosóficos y novela histórica. “En general, libros que lo que cuentan no ha pasado de moda, como clásicos o sobre militares, que aborden la II Guerra Mundial o la Guerra Civil española”. Al responsable le sorprendió que recientemente se movieran con éxito volúmenes con soldados para colorear y de trenes antiguos.

Desde Libros Fugitivos, donde su precio medio por libro es inferior a los cinco euros, defienden que la venta de libros de saldo tiene sus propias ventajas. “Es una oportunidad para que la gente que no tiene muchos recursos económicos pueda ir investigando y equivocándose comprando cosas. A lo mejor no te compras un cómic de un autor que no conoces que valga 25 euros, pero si te cuesta entre cinco y diez euros, sí. Puede ser que te encante y a partir de ahí decidas comprarte todas sus novedades”, apuntan.