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Portela: El silencio es una forma de continuar la violencia sobre las victimas

Portela: El silencio es una forma de continuar la violencia sobre las victimas
Madrid —

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Madrid, 17 mar (EFE).- El silencio es una forma de continuar la violencia sobre las víctimas, asegura a Efe la escritora Edurne Portela que habla en su nueva novela, “Los ojos cerrados”, de esos silencios heredados de la Guerra Civil y de cómo quedan todavía muchas memorias que desentrañar sobre ese pasado.

Edurne Portela (Santurtzi, Vizcaya, 1974), novelista, ensayista y doctora en Literaturas Hispánicas por la Universidad de North Carolina (Estados Unidos), dio voz a los silencios sobre el terrorismo en su exitosa novela “Mejor la ausencia”, habló de la violencia de género en “Formas de estar lejos”, y regresa ahora con “Los ojos cerrados”, editada también por Galaxia Gutenberg.

Todas las violencias que ha tratado anteriormente Portela siguen estando presentes en esta novela pero en esta ocasión entra la memoria y retrocede a los años de la Guerra Civil y, sobre todo, los años de después, “del silencio”, un silencio que se convierte, precisamente, en una de las formas de relacionarse entre los personajes.

Su novela transcurre en un sitio imaginado, llamado Pueblo Chico, que podría estar en cualquier parte del país: “España está llena de pueblos así, pequeños pueblos con comunidades muy reducidas en las que esas historias de violencia pasan de generación en generación y es mucho más difícil olvidar y buscar una convivencia cuando ha habido ese tipo de desgarro social”, explica.

En ese pueblo vive Pedro, el anciano protagonista de esta historia, depositario de secretos que rodean la violencia que ha atravesado el lugar durante décadas. Y allí llega Ariadna que irá desvelando su vinculación con la historia silenciada del lugar.

“El silencio revictimiza”, dice Edurne Portela: “está la primera violencia, la del asesinato, la tortura o la desaparición, esas violencias que desgarran, y luego está el silencio”.

Y el silencio “condena a la víctima a serlo permanentemente, porque su daño no se reconoce, no se comparte, su herida queda ahí pero relegada a un segundo plano para aquellos que no quieren que se vea ni se discuta. El silencio es otra forma de violencia o, por lo menos, otra forma de continuar la violencia sobre las víctimas”, sostiene la autora.

Edurne Portela reconoce que se ha escrito mucho sobre la Guerra Civil y el franquismo desde la historia o desde la ficción, pero asegura que “queda mucho por descubrir”, especialmente desde la perspectiva de las pequeñas historias familiares.

Y también queda por saber cómo ese pasado nos configura, como le ocurre a Ariadna, dice Portela.

“¿Cuántas personas hay en España que saben que en su familia pasaron cosas durante la guerra pero no saben exactamente qué, que no saben cómo murieron sus seres queridos?. Para mucha gente todavía eso es una deuda pendiente y por eso la novela es un diálogo entre presente y pasado, que se van uniendo. Es un ejercicio de memoria inagotable. Quedan muchas memorias que desentrañar sobre ese pasado”, indica la escritora.

Edurne Portela considera que de lo que se debería hablar es de “memoria democrática”, que no supone un enfrentamiento porque lo que se busca es “verdad, justicia y reparación”.

Y afirma que “si alguien se ofende porque alguien quiere saber dónde está enterrado su abuelo, ese es el que tiene un verdadero problema”. Esas personas son las que “incentivan el odio y la división y las que no respetan los principios fundamentales democráticos”, subraya.

“No creo que eso debiera tomarse como un ataque o una provocación sino como un ejercicio de memoria democrática”, dice la escritora que agrega: “Si se supone que hemos superado esa etapa histórica, deberíamos ser capaces de debatir con tranquilidad y los que se ponen intranquilos son los que están en contra de seguir ese proceso de memoria democrática”.

En su novela también se cuenta cómo, cuando hay un conflicto como fue la guerra civil y la posguerra, siempre hay una violencia “muy dirigida” contra la mujer. “Y el cuerpo de la mujer al final se convierte en ese espacio donde dirimir muchos de los odios y las venganzas”.

Habla asimismo de otras víctimas, los niños, y de cómo la violencia brutal condiciona toda una vida y asegura que los “niños son los grandes olvidados porque se cree que lo superan todo, pero es todo lo contrario”.

Carmen Naranjo

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