La dermatitis atópica, aunque es una enfermedad benigna, tiene un fuerte impacto en la calidad de vida de la persona que la padece, debido sobre todo a uno de sus síntomas más acentuados: un picor intenso y persistente. Aunque comprender por completo la dermatitis atópica es una labor compleja, se sabe que no hay una única causa que la provoque, sino que sería el resultado de la unión de varios factores: genéticos, ambientales e inmunológicos.
Este trastorno crónico de la piel es el tipo más común de eccema, especialmente entre bebés y niños pequeños, aunque puede persistir o aparecer también en la edad adulta. En palabras de la Doctora Araceli Sánchez Gilo, jefa asociada del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Rey Juan Carlos, “afecta aproximadamente al 20% de los niños y a un 2-7% de los adultos, y es en un 20-30% se presenta de forma moderada o grave, que impactan de manera importante en la calidad de vida de los pacientes”.
Aunque suele evolucionar de manera positiva, entre un 30-50% de los pacientes con dermatitis atópica en la infancia siguen presentando la enfermedad en la adolescencia, si bien el nivel de severidad es muy variable. Es difícil predecir la evolución de esta enfermedad, pero “se piensa que los casos más severos y los que aparecen en la etapa adulta tienden a cronificar la enfermedad con más frecuencia”, asevera la Doctora Sánchez Gilo.
¿Qué es la dermatitis atópica?
Una de las particularidades de la dermatitis atópica es que suele manifestarse en brotes, de manera intermitente, aunque en los casos más graves aparece de forma continua.
En la mayoría de los casos este trastorno cutáneo crónico provoca enrojecimiento de la piel, prurito, descamación y erupciones. Los brotes se caracterizan “por la aparición de eccemas e intenso prurito, síntoma principal de la enfermedad”, afirma la Doctora Sánchez Gilo. También puede aparecer prurito intenso sin la presencia de “lesiones cutáneas aparentes, debido a que existe una inflamación característica en la piel que lo está favoreciendo”, explica la Doctora Sánchez Gilo.
Es importante enfatizar que todos estos síntomas varían en función de la edad. Así, en bebés y niños de entre cero y dos años, lo más habitual es que aparezcan lesiones eritematodescamativas en la zona facial, sobre todo en las mejillas y en regiones extensoras del cuerpo; entre los 2 y los 12 años es frecuente la presencia de lesiones en flexuras –antecubitales o huecos poplíteos. Ya en la edad adulta, esta enfermedad suele manifestarse de maneras muy distintas y en zonas diversas, lo que dificulta el diagnóstico.
En estos casos, “debemos descartar que no se trate de otro tipo de eccemas, como el eccema alérgico de contacto o procesos infecciosos como tiñas o incluso tumorales como algunos tipos de linfomas como la micosis fungoide”, advierte la Doctora Sánchez Gilo.
Qué hay detrás de la dermatitis atópica
Se desconoce la causa exacta de esta enfermedad heterogénea con una fisiopatología compleja en la que “se ven implicados diferentes factores ambientales y genéticos, con un predominio de una inflamación crónico de tipo Th2 y alteraciones de la barrera cutánea”, explica la Doctora Sánchez Gilo.
No solo el sistema de defensa está implicado, sino que también podría verse involucrada la alteración de los genes responsables de las proteínas que forman la barrera de defensa de la piel, que podría alterar la estructura y hacerla más vulnerable. También influyen los factores ambientales, sobre los que cabría hablar de los alérgenos como el polen o los ácaros del polvo, microbios, estrés o ciertos irritantes químicos como jabones y detergentes irritantes, tejidos ásperos o colonias y perfumes.
Es frecuente que “el paciente manifieste otras enfermedades relacionadas con la dermatitis atópica que dependen de la inflamación crónica tipo Th2, como la alergia alimentaria, el asma, la rinoconjuntivitis o la esofagitis eosinofílica”, admite Sánchez Gilo. Pero, incluso, y como reconoce la Doctora, se estudia la posible relación entre la dermatitis atópica y otras enfermedades cardiovasculares, psiquiátricas o autoinmunes.
Aunque pueda pensarse lo contrario, la dermatitis atópica no se contagia, es una patología inflamatoria no infecciosa, por tanto, “no habría riesgo de contagio hacia otras personas”, afirma la especialista. Ello no significa, sin embargo, que la alteración de la barrera cutánea las hace más susceptibles a desarrollar ciertas infecciones causadas por bacterias como Staphilococcus aureus o virus.
Un problema en la piel con carga en la vida diaria
La presencia de lesiones cutáneas, sumada al intenso picor que provoca la dermatitis atópica, explica en gran medida por qué es una enfermedad con un gran impacto en la calidad de vida de las personas que la sufren. Como admite la Doctora Sánchez Gilo, “en ocasiones, este prurito es tan intenso que afecta negativamente en el sueño e impide la realización de la actividad laboral o escolar con normalidad”.
En muchos casos, el problema reside en que estas lesiones cutáneas aparecen en zonas visibles, como la región facial, lo que “favorece la estigmatización del paciente, sobre todo en etapas tan sensibles de la vida como la adolescencia”, afirma la especialista.
También la presencia de lesiones en manos y pies afecta a la hora de ejecutar tareas cotidianas como trabajar, manipular alimentos o, incluso, salir a pasear. En algunos casos, la estigmatización lleva a la evitación de la interacción social y, por tanto, al fomento del aislamiento social. Para Sánchez Gilo, “todos estos aspectos podrían favorecer la afectación psicológica del paciente, por ello decimos que la dermatitis atópica tiene una alta carga de enfermedad”.
Tratamientos para la dermatitis atópica
La dermatitis atópica es una enfermedad para la que, hoy por hoy, no hay cura, pero sí numerosos tratamientos pueden ayudar a mantenerla a raya, como cambios en el estilo de vida, emolientes específicos o tratamientos tópicos o sistémicos. Todos van enfocados a que la persona pueda llevar una vida normal. Como reconoce Sánchez Gilo, “nuestro objetivo es que el paciente tenga brotes poco frecuentes y que cuando aparezcan puedan ser controlados rápidamente”.
Una de las principales necesidades de una piel atópica es la higiene con jabones suaves y la hidratación con productos hipoalergénicos libres de perfumes. Mantener la piel hidratada después de la ducha debe ser parte de la rutina diaria, así como evitar los baños prolongados porque la piel se reseca aún más. De ahí que sea más recomendable una ducha que un baño.
Si bien depende de cada caso, es posible que deba contemplarse el tratamiento tópico con corticoides o inhibidores de la calcineurina en crema en los casos más leves. La fototerapia o los tratamientos orales como la ciclosporina serían útiles para los casos moderados.
De la mano de la investigación llegan también nuevos tratamientos eficaces y más opciones, como los inhibidores de la Vía JAK y los anticuerpos monoclonales para los casos de dermatitis atópica moderada-severa.