El regreso de la cerámica y la artesanía para ayudarnos a modelar rutinas desaceleradas

La ceramista Cristina Peña, del taller Casa Peña.

Marina Benítez

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La necesidad de una reconexión con el presente quedó patente, sobre todo, tras el inicio de la pandemia. Momento que se cernió como un parón en seco y que buena parte de la población aprovechó para percatarse de su ritmo de vida acelerado. “La pandemia ha propiciado que se le dé valor al tiempo y nos ha hecho ser conscientes de la dedicación que necesita en este caso la cerámica. El barro es un medio de expresión artística en el que, bien tutorizado, se trabaja la paciencia, la frustración y, sobre todo, el desapego. Además del pensamiento creativo y crítico”, dice Raquel Fraile, ceramista al frente del taller Conbarro.

Fue a partir de ese instante cuando mucha gente percibió cómo necesitaba acercarse a un estilo de vida más pausado y, con ello, comenzar a practicar cerámica. La ahora ceramista Cristina Peña, de Casa Peña, comenta lo que propició su acercamiento a este arte: “una cuerda floja entre tanto nudo, ¿sostiene o agarra? Esa era mi vida, un momento de inflexión. Vivía en modo automático. Estaba saturada de lo digital, de las reuniones con clientes, de utilizar el diseño como un fin y no como un medio, de ver coartada mi creatividad”.

El sistema económico en el que vivimos nos acerca cada vez más a lo digital y al desarrollo de nuevas tecnologías que desdibujan un futuro en el que lo material pierde valor en pos de lo virtual. Una situación que va en detrimento de los anhelos de quienes ven cómo el alejamiento en su día a día de lo tangible afecta a su salud mental. “En esa etapa sentía la necesidad de expresar a través del cuerpo, de desahogarme a través del cuerpo, de gritar que no podía más a través del cuerpo. Un día, mientras paseaba, me topé por casualidad delante de un coworking de cerámica. Entré por curiosidad, me gustó y me quedé. Así que, digamos, mi acercamiento al mundo de la cerámica surgió de la necesidad de dedicarme tiempo, de reencontrarme, de transformar lo que sentía”, añade Cristina Peña.

El auge del interés por la cerámica y por buscar esa conexión con la materia a través de nuestras manos ha llegado para quedarse. Como cuenta a elDiario.es la ilustradora Aintzane Cruceta sobre los momentos que tras la pandemia empezó a dedicarle a esta actividad como alumna en un taller malagueño: “se convirtieron en el ratito de felicidad e ilusión asegurada de la semana.”

Vivía en modo autómatico. Estaba saturada de lo digital, de las reuniones con clientes, de utilizar el diseño como un fin y no como un medio

Cristina Peña (Casa Peña) Sobre por qué decidió dedicarse a la cerámica

Desde hace siglos la humanidad ha desarrollado la cerámica como una vía artística y utilitaria en la que la relación con el ecosistema y la extracción de recursos del mismo era una parte fundamental del proceso. Hoy en día, en las ciudades, podemos pasar semanas sin pisar un suelo que no sea el asfalto, por lo que volver a reconectar con la tierra a través de las manos es una forma de recordar que hay algo más allá de la exigencia de producción constante. Un sistema que hace que la inmediatez desdeñe aquello que necesita de un proceso de creación no instantáneo.

“Te hace trabajar la paciencia para obtener buenos resultados y que no se te rompan las piezas. Te hace salir de la rueda de las prisas para prestar atención a una actividad manual muy meticulosa. Aparte, me parece un ejercicio creativo maravilloso.”, comenta Aintzane Cruceta. Por otro lado, Cristina Peña añade que “también se da un trabajo y un proceso de investigación constante en cuanto a formación en cerámica o sobre nuestro patrimonio andaluz”. Sobre su proceso trabajándola, cuenta: “Funciono mucho por estímulos. Suena una canción de fondo, se da una conversación con una amiga o amigo, familiar, con alguien en el mercado, incluso con un taxista aleatorio… Hay algo en ese momento que se activa en mí. Me lleva a un recuerdo y corriendo lo apunto o lo dibujo. Visualizo la pieza y la hago. No hay mucho más, simplemente me viene”.

“La motivación principal que lleva a una persona a apuntarse a cerámica es evadirse del estrés de su rutina diaria. La mayor parte de mis alumnos desempeñan trabajos que requieren de mucha concentración y generan desgaste mental. Aprender una disciplina como la cerámica les permite evadirse en un ambiente relajado, distendido y pensado para desconectar. La cerámica necesita concentración para poder aprenderla y concentrarse en realizar una pieza te obliga a focalizar toda tu atención. Esto es lo que hace que la cerámica sea perfecta para mentes inquietas”, añade Raquel Fraile.  

La humanidad ha desarrollado la cerámica como una vía artística y utilitaria en la que la relación con el ecosistema y la extracción de recursos del mismo era parte fundamental del proceso

¿Qué es slow ceramic o cerámica lenta?

La artesanía vuelve fundamentalmente para proporcionarnos un lugar en el que poder ser y desarrollar una creatividad que nos está restringida en otros espacios, como en la mayoría de las ocasiones es el laboral. Por ello es por lo que el concepto slow ceramic (cerámica lenta) se ha asentado con fuerza. Un concepto que aboga por indagar en la tradición, por la vitalidad pausada y por crear con dedicación.

En esta nueva forma de relacionarse con lo artesanal se deja de lado lo industrializado y se aboga por el conocimiento del contexto cultural y las tradiciones de la materia. Es eso, por ejemplo, lo que hace Cristina Peña en su taller: “Mi proyecto hoy por hoy consiste en trabajar para que las personas que lo reciben conecten con sus propios recuerdos. Creo que es algo complicado, pues tenemos miradas y vivencias distintas, pero siempre, siempre, hay puntos en común. Esto ocurre, por ejemplo, con la cerámica tradicional andaluza, la cerámica de La Rambla (Córdoba), de Níjar (Almería), de Fajalauza (cerámica granadina)… Y en eso se basa mi trabajo, en encontrar los comunes y compartirlos. En recuperar esa cerámica tradicional desde un punto de vista contemporáneo”.

“Creo que la pandemia ha ayudado a entender a mucha gente el trabajo que tienen los oficios artesanos. Estar encerrados nos obligó a pasar el tiempo haciendo, entre otras cosas, trabajos de artesanía y manuales. Esto hizo ser conscientes a la mayoría de procesos de fabricación que desconocían. Realizar una pieza artesanal de principio a fin no es tan fácil como parece y ahora hay más personas conscientes de ello”, reflexiona Raquel Fraile. 

La motivación principal que lleva a una persona a apuntarse a cerámica es evadirse del estrés de su rutina. La mayor parte de mis alumnos desempeñan trabajos que requieren mucha concentración y generan desgaste mental

Raquel Fraile Ceramista al frente del taller Conbarro

No solo eso es lo que a muchos les lleva a buscar la cerámica. Los talleres también sirven como espacio en el que conocer gente y ampliar el círculo de amistades en un entorno de creatividad. Como comenta Aintzane Cruceta: “Además, pasas un rato de risas con el resto de personas que asisten a las clases”. Esa, quizás, sea una de las claves del auge de esta técnica tradicional, que su aprendizaje y práctica, en la mayoría de los casos, se da en talleres grupales en los que por un determinado tiempo a la semana es compartido. Quizás la respuesta está en que buscamos lugares de encuentro en lo que conectar no solo con el momento presente, sino también socialmente.

“En la era de la información y la conexión estamos más desconectados que nunca y creo que verdaderamente hacen falta más espacios de encuentro y reflexión. Las plazas de las ciudades suelen estar vacías, se juega poco en la calle. Muchas veces observo a grupos de adolescentes sentados en un banco, pero no hablan entre sí. Están mirando el móvil. Lo mismo ocurre con parejas cenando, un grupo de amistades, etc.”, reflexiona la psicóloga Eirene García.

Lo artesanal es beneficioso para el cerebro

La creación de un objeto con nuestras propias manos no solo es productiva, sino que también produce bienestar a nivel cognitivo en nuestro cerebro. “Podemos afirmar, teniendo de ejemplo estudios como el trabajo de la Dra. Kelly Lambert, que en general realizar actividades donde estén implicadas las manos y conlleven esfuerzo como hacer una vasija, tejer una bufanda o arreglar un grifo, hace que nos sintamos bien. Eso ayuda a que gocemos de una buena salud mental y, por tanto, prevengamos el desarrollo de trastornos psicológicos que tienen que ver con la ansiedad y/o depresión”, apunta Eirene García.

De hecho, el trabajo con cerámica puede proporcionarnos una profunda sensación de bienestar. “Si consideramos la meditación como aquella actividad en la que focalizamos nuestra atención en ella y podemos llegar a obtener un estado de relajación y bienestar, creo que realizar cerámica puede ayudarnos. Esto se debe a que es una actividad que pone en marcha muchos de nuestros sentidos; el olfato, el tacto, la vista y la motricidad fina. Es decir, pone en marcha el eje mano-ojo. Ese mismo que ponemos en marcha con el gateo y que luego influye en cómo se desarrolla nuestra lecto-escritura”, dice Eirene García.

La psicóloga añade también que “el hecho de que active nuestros sentidos y requiera de mucha atención nos va a conectar mucho con ese momento y a la mente le va a resultar más difícil distraernos y atraparnos con sus pelis de terror, pensamientos intrusivos o lo que quiera que invente. Cuando nos enfocamos en una tarea/actividad ponemos en marcha nuestra corteza prefrontal, que es la que pone conciencia, sabe lo que está haciendo, está presente en ese momento, se da cuenta de lo que pasa a su alrededor y actúa de acuerdo a ello, no a lo que se imagina. Así, creo que la cerámica nos ayuda a conectarnos con el momento presente, a practicar eso que está tan de moda ahora que es el mindfulness o atención plena”.

Realizar actividades donde estén implicadas las manos y conlleven esfuerzo, como hacer una vasija, ayuda a que nos sintamos bien

Eirene García psicóloga

Ese aspecto reconfortante y liberador es lo que atrae a mucho de sus adeptos: “La cerámica funciona como un espejo, te muestra todo aquello que necesitas trabajar y reforzar a nivel personal, y creo que al final es lo que más me está ayudando. Es un trabajo bastante terapéutico”, reflexiona Cristina Peña. Y que es ahí en donde reside la importancia de cualquier acto. “Simone de Beauvoir decía que «conocerse a sí mismo no es garantía de felicidad, pero está del lado de la felicidad y puede darnos coraje para luchar por ella» y [esta artesanía] es un poco así”.

A través de un material como es la arcilla moldeamos nuestro presente haciéndolo tangible. Es ahí en donde nos encontramos y es ahí donde deberíamos residir. 

 

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