Estética de evasión para tiempos de debacle: por qué vuelve ahora el 'indie sleaze' que marcó la crisis de 2008

Por qué ha vuelto el 'indie sleaze' en 2023.

Alba Correa

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Flequillos rectos, camisas de cuadros, vestidos bubble skirt que podría haber llevado la mismísima Amy Winehouse, rebecas de punto, chapas, muchas chapas, bailarinas en los pies, gafas de sol de pasta de colores vivos… Son las prendas que llevan los personajes retratados por Rebecca Zephyr Thomas y recogidos en su fanzine We are your friends, en el que la fotógrafa rescata los días dorados del indie sleaze británico en instantes que sucedieron alrededor de conciertos, y entre quienes aparecen personajes como Gwendoline Christie o Florence Welch.

No se puede asegurar que un tiempo, solo por pasado, fuese mejor, pero si hablamos del momento dulce del indie, probablemente tuviera esa vocación. La estética y el imaginario cultural que marcaron la transición entre los 2000 y la siguiente década tenía una intención ociosa, una pretendida inocencia, tal vez puso las bases del posterior elitismo hipster y, parece ser, regresa a nuestros días como un búmeran.

¿Qué fue el indie sleaze?

Aquella era una estética de altos decibelios, inspirada por una escena musical que se había vuelto a enamorar de su versión en directo y capitalizada ampliamente por la industria de la moda (la de lujo y también la rápida). Era la época dorada de los festivales de música, que comenzaron a proliferar en pueblos y ciudades, del entusiasmo renovado por volver a las salas de concierto. Era un buen momento también para fórmulas diversas y puede que contradictorias de escuchar música grabada. De un lado, el streaming empezaba a dar pasos decididos —a lo largo de la década de los 2000 se fundan Last.fm, MySpace y Spotify—. Por otro, emerge una fiebre fetichista por la adquisición de discos de vinilo. 

Un amor por lo retro que se manifiesta también en el fenómeno de las cámaras lomográficas y analógicas, y por supuesto también en las tiendas de ropa de segunda mano. Iria Domínguez, experta en comunicación de moda, recuerda ese incipiente auge del thrifting (la compra de distintos tipos de objetos en establecimientos de segunda mano) con el que se vistió esa primera escena indie. “Me tocó vivir el indie sleaze en el epicentro de la gentrificación del barrio de Malasaña (Madrid)”, comenta. “Entonces todavía no habían llegado a él las marcas, aún no estaba esponsorizado. La moda comenzó a vampirizar toda la escena musical y todo lo que estaba pasando. Después, creativos como Hedi Slimane o Jeremy Scott llegaron a las grandes casas de lujo, y ahí vimos cómo la industria musical y la de la moda comenzaron a caminar de la mano. Una relación que ya venía sucediéndose desde los años 60, y que en los 90 también había sido evidente con el grunge, pero en la que de pronto cambiaba el rol que cumplía la ropa en todo aquello”.

La estética y el imaginario cultural que marcaron la transición entre los 2000 y la siguiente década tenía una intención ociosa, una pretendida inocencia, tal vez puso las bases del posterior elitismo 'hipster' y regresa a nuestros días como un búmeran

Domínguez evoca cómo la estética del rock comenzó a ampararse bajo las creaciones de Hedi Slimane, el influyente diseñador que llevó la batuta creativa en Dior Homme hasta 2007, y desde donde redefinió completamente la silueta del traje masculino, para después entrar, en 2012 y arrollador como una ola, en el mundo de la moda femenina con Saint Laurent, duplicando los beneficios de la firma. De otro lado, los ritmos de la electrónica se identificaban con la estética (más colorida, deportiva, logomaníaca, fluorescente e histriónica) del Moschino de Jeremy Scott, en un contrato creativo que se extendió durante casi una década. 

En unos años en los que la actualidad estaba marcada por la debacle económica, “el ocio consistía mucho en ir a conciertos y salir, un poco aislados de lo que iba a pasar”, reflexiona Domínguez. “El gran cambio fue que las firmas de moda entraron a esponsorizar la noche”. Eso produjo un gran cambio en la popularidad y capitalización de la estética indie que, en un primer momento, presumía de diferenciarse del mainstream. “Instagram es una plataforma que logró masificarlo todo”, expresa Domínguez.

Antes de que Instagram se convirtiera en la gran red social de la imagen, el indie sleaze encontraba su vía de comunicación 2.0 en lugares como Tumblr o incluso MySpace, una red que se volvió fundamental en la escena musical amateur. Allí nacieron y se propagaron inicialmente bandas que después marcarían la historia de la industria discográfica. El ejemplo más paradigmático podría ser el de Arctic Monkeys. La banda británica fundada en 2002 se convirtió en sinónimo de aquel indie rock, y cristalizó el optimismo digital de aquello que la creación artística podía conseguir gracias a Internet y el boca a oreja del público. 

En esos años marcados por la debacle económica, el ocio consistía mucho en ir a conciertos y salir, aislados de lo que iba a pasar. Se produjo un gran cambio en la popularidad y capitalización de la estética indie (...) Instagram logró masificarlo todo

Iria Domínguez experta en comunicación de moda

La música era el eje que insuflaba aire a aspectos de la cultura tan diversos como el de las tendencias de moda. No es sorprendente que precisamente fuera una periodista musical conectada a la escena indie la que se erigiera en icono de inspiración para los armarios de mujeres por todo el planeta. Alexa Chung era la chica que todas querían ser y eso le hizo merecedora del título de it-girl, uno habitual en la conversación de moda entonces, hoy caído en desuso, que designaba algo a medio camino entre las influencers de hoy y el tiempo en el que la inspiración de moda procedía casi en exclusiva del star system. “Me resultaba muy raro que se refirieran a mí como a un objeto [it] cuando, en mi cabeza, yo era una periodista musical y presentadora de televisión que había trabajado duro para llegar ahí”, contaba hace poco Chung a Harper’s Bazaar España, no del todo disconforme con el término. “Sentía que se quitaba importancia a mi trabajo y sólo se me reconocía por un look... Pero sí, a la mierda, eso también es genial”.

Chung era representante de esa moda optimista, abstraída, algo infantil, inspirada en estéticas retro, que concibió looks calculados para un efecto descuidado. Tomaba prendas y las sacaba de su contexto estilístico habitual, para terminar convirtiéndolas en tendencia. Los petos y pichis, las camisas de cuello bebé abotonadas hasta arriba, los shorts vaqueros combinados con blusas, las camisetas de rayas y las gabardinas, los vestidos cortos de vuelo e inspiración de mediados de siglo XX, los abrigos peluche de estampado animal o la cazadora biker eran signos frecuentes de su armario de 2006 a 2010. Alexa Chung estableció el puente definitivo entre la moda y la música, de Glastonbury a la front row de la Semana de la Moda de Londres, inspirando estilismos que eran accesibles de reproducir para todos los bolsillos, que era donde radicaba su éxito arrollador como icono de estilo.

Alexa Chung estableció el puente definitivo entre la moda y la música, de Glastonbury a la Semana de la Moda de Londres, inspirando estilismos accesibles para todos los bolsillos, que era donde radicaba su éxito arrollador como icono de estilo

Síntomas del regreso

La moda que vemos sobre las pasarelas parece abandonar la estética Y2K (años 2000) que tanto ha explotado en los últimos años. La salida de Nicola Brognano de Blumarine, una de las firmas que mejor ha rentabilizado el regreso de las tendencias del cambio de siglo, es todo un aviso a navegantes. Por su parte, la firma Miu Miu, capitaneada por Miuccia Prada y siempre un termómetro certero de los derroteros estéticos que están por venir, se zambulle en las tendencias de la frontera temporal del 2010 en su colección para el próximo verano, rescatando un look preppy (asociado a la escuelas preparatorias universitarias de Estados Unidos) no tan lejano, pero alejado de la fidelidad a los clásicos que motiva el fenómeno conocido en la industria como “lujo silencioso”. La inspiración indie en los estilismos llega ahora de la mano de prescriptoras de estilo, todavía fuera del radar de las grandes cabeceras de moda. Iria Domínguez identifica el regreso de la vigencia del indie en el estilo de la artista DeSe Escobar, la actriz Perla Haney-Jardine (Kill Bill: Volumen 2), el grupo musical The Frost Children o la actriz Dasha Nekrasova (Succession).

TikTok es la mejor red social para detectar el regreso del indie sleaze, del que se habla explícitamente y que se hará más visible y evidente en los próximos meses en las demás plataformas. Para Josefina Andrés, fotógrafa de moda, es allí donde se vierte la nostalgia por “una época con una vida más fácil, cuando llevábamos leggins bajo la falda, peplums bubble skirts”. Se confiesa enganchada a los vídeos de “chicas del Medio Oeste de Estados Unidos que vuelven a casa después de la Gran Dimisión y recuperan su armario para enseñarnos las piezas que conservan en sus enormes casas”.

Para Andrés, esa nostalgia es el principal catalizador del regreso del indie. Lo aprecia en la fotografía de moda, en ese gusto por el resultado amateur, como las fotografías tomadas por la diseñadora Phoebe Philo para lanzar su firma propia. “Eso está empezando, pero está ahí”, señala. “También en la generación zeta usando cámaras digitales de baja resolución como si fueran de carrete, porque la semiótica implícita en el formato está relacionada con su infancia, de la misma manera que los millennials podemos sentir melancolía con el film”. Pero también está en este nuevo auge de la música autoproducida, y por supuesto en la moda, en la búsqueda en las plataformas de compraventa de ropa de segunda mano de prendas de aquella época: “las prendas de American Apparel ya han subido de precio en Vinted”. En 2022, el personaje interpretado por Maude Apatow en la serie Euphoria de HBO volvía a dotar de actualidad el estilo twee, muy conectado a las estéticas indie, y volvía a hacer deseable ese look de pose intelectual frente a un elenco de personajes totalmente adscrito al paradigma del Y2K.

Qué implica que volvamos a ser indie 

Si la estética indie nos ayudó a intentar abstraernos de una dura realidad material una vez, ¿podrá volver a hacerlo de nuevo? ¿Será ese el síntoma de su regreso? La fotógrafa de moda Josefina Andrés no lo cree. “Veo poquita positividad en el indie, más bien nihilismo”, razona. “Y creo que si vuelve estará enfocado en lo naif (tendencia que ya hemos visto en el cottage core o en ponerse flores y lacitos por todos sitios), tal vez con un punto punk de desenfreno”.

Los 'millennials' lo tenemos demasiado reciente como para implantarlo y para la generación zeta, más politizada que la nuestra, será una estética nostálgica, pero no creo que impregne más allá

Josefina de Andrés fotógrafa de moda

Otro temor asociado al regreso del indie tiene que ver con el modelo de belleza femenina de entonces, marcado por la imposición de la delgadez. En el último año, hemos apreciado cómo la industria de la moda desanda los tímidos pasos que había conseguido dar hacia la diversidad de cuerpos. “La exclusión vuelve a ser cool”, explica Andrés. “Se percibe en una tendencia a la menor diversidad en los casting de las campañas, una deshumanización en la representación de la mujer”.

La emergencia climática y el recrudecimiento de la realidad socioeconómica para el conjunto de la población pueden favorecer estéticas de abstracción como aquel indie sleaze, también la rueda temporal de tendencias, siempre dispuesta a mirar al pasado en busca de inspiración. Tras unos años en los que la cultura pop y el mainstream ha recibido una mirada amable, e incluso una defensa intelectual, no es descabellado que vuelva una puesta en valor de lo minoritario y lo alejado de lo masivo. Para Josefina Andrés, el regreso del indie será algo meramente estético: “los millennials lo tenemos demasiado reciente como para implantarlo y para la generación zeta, más politizada que la nuestra, será una estética nostálgica, pero no creo que impregne más allá”. Aunque su calado en el espíritu del tiempo está por valorar, las expertas coinciden en que, a nivel de tendencias, todavía nos queda mucho más por ver del regreso del indie sleaze.

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