Michael Jackson recupera el número uno en las listas y el golpismo militar regresa a Latinoamérica. ¿Vuelven los 80? Afortunadamente, parece que no. Hay una gran diferencia. Por primera vez en la historia, EEUU no sólo no está detrás del golpe sino que lo condena, en lugar de calificarlo de “asunto interno” –como hicieron con el 23F–. El cambio es real. Obama pidió respeto a la democracia y su embajador en el país aseguró que “el único presidente que Estados Unidos reconoce en Honduras es Manuel Zelaya”. Más claro imposible.
El giro es notable, más aún cuando se trata de Honduras, la cuna de la contra nicaragüense, el país que ejerció de portaviones de EEUU en los años en los que Reagan aplicaba aquella doctrina exterior que tan bien verbalizó el secretario de Estado de Roosevelt, Cordell Hull, al definir al dictador Somoza: “Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.
Los hijos de puta lo han vuelto a hacer. ¿Su argumento? La intención de Zelaya de reformar una Constitución que limita el mandato presidencial a sólo 5 años sin posibilidad de reelección, lo cual es la mejor manera de que nunca manden los políticos sino los oligarcas que les dejan llegar hasta el poder por un ratito. Para ello blanden una sentencia del Tribunal Supremo hondureño –como si la institución cumpliese estándares británicos– para prohibir algo tan inofensivo como un referéndum no vinculante sobre la reforma. Zelaya dice que no tiene intención de presentarse a la reelección pero, en cualquier caso, eso no justificaría un golpe que, sin el apoyo estadounidense, parece destinado a fracasar. Con Obama, la canción ha cambiado mucho.
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Hasta aquí, la columna que mañana saldrá en la contraportada de Público. Como el tema da mucho más de sí, algunas claves más para entender lo que está pasando en Honduras y las mentiras de los golpistas.