Blogs Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Sánchez impulsa una regeneración que incluye una reforma del Poder Judicial
La fumata blanca de Sánchez: cinco días de aislamiento, pánico y disculpas al PSOE
Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

“...cerciorarnos de que no son delincuentes...”

“Antes de evacuar refugiados, deberíamos cerciorarnos de que no son delincuentes a los que no desearíamos salvar del destino que les corresponde. Es imposible que nos hagamos responsables de la evacuación masiva de quien ha querido abandonar España por las razones que sean”.

Estaba tranquilamente leyendo en la cama el libro del profesor Paul Preston ‘El final de la guerra. La última puñalada a la República’ cuando me he topado con la cita anterior en la página 133. No he podido sino acordarme de las declaraciones de algún obispo y político importante sobre el riesgo de que entre los huidos de la guerra de Siria entren en la UE todo tipo de malandrines. Miro el panorama electoral europeo, los inquietantes resultados electorales en países como Polonia, la posición del premier húngaro y la estulticia del rupturismo catalán y no puedo sino inquietarme. Creo en la Unión Europea, pero también en la capacidad ilimitada del ser humano de hacer lo mejor y lo peor en el nombre de cualquier ideal temporal.

La cita que mencionaba al inicio del texto corresponde a Lord Halifax, responsable de la política exterior británica durante la Guerra Civil española; un aristócrata bienintencionado supongo que, de la mano del primer ministro británico Chamberlain, dejó que el totalitarismo fuera cogiendo peso y fuerza en Europa. Las palabras de Halifax son tan actuales que dan miedo. A nadie le gusta mencionar los años 30 europeos porque su sola mención parece una acusación de nazismo. Es esta una simplicidad absoluta muy propia de la sociedad desinformada en la que vivimos y que nos impide aprender de lo que hicimos mal.

No creo que nadie piense en Halifax o en Chamberlain como nazis, pero eso no nos puede llevar a no juzgar sus acciones. Los extremismos europeos son hoy un problema al que no se puede dejar de mirar. Aplicar a los refugiados sirios el mismo criterio que aplicó el Reino Unido hace 75 años a los españoles es ciertamente inquietante. Tenemos tratados y normas que amparan a los refugiados y me inquieta que su futuro penda fundamentalmente de la fuerza de una mujer, la canciller alemana Merkel, que en esta cuestión está siendo capaz de huir de las encuestas para intentar hacer lo correcto.

No sé ciertamente el camino. Es evidente que nadie quiere convertirse en un refugiado, que los españoles que huyeron de España hubieran preferido quedarse en su tierra y que lo mismo se puede decir de los sirios. Es importante diferenciar los refugiados de los inmigrantes porque la confusión no beneficia ni a unos ni a otros. No sé la forma en que hay que acoger a toda esta gente, pero sí que sé que hay que hacerlo ya y no se puede demorar y que las soluciones nacionalistas, aislacionistas y de extrema derecha no pueden traer nada bueno. Nunca lo han hecho.

Reitero mi confianza en la Unión Europea y en que sepa hacer frente a este drama. No conviene perder la perspectiva sobre las bondades de Europa, aunque nos parezcan insuficientes y a la baja. Sigue siendo ese espacio de bienestar al que personas de todo el mundo quieren acceder. Tenemos la obligación como sociedad y seres humanos de dar la respuesta acertada para que nadie de las generaciones futuras nos pueda juzgar con la misma vergüenza con la que juzgamos los años 30 del siglo XX.

“Antes de evacuar refugiados, deberíamos cerciorarnos de que no son delincuentes a los que no desearíamos salvar del destino que les corresponde. Es imposible que nos hagamos responsables de la evacuación masiva de quien ha querido abandonar España por las razones que sean”.

Estaba tranquilamente leyendo en la cama el libro del profesor Paul Preston ‘El final de la guerra. La última puñalada a la República’ cuando me he topado con la cita anterior en la página 133. No he podido sino acordarme de las declaraciones de algún obispo y político importante sobre el riesgo de que entre los huidos de la guerra de Siria entren en la UE todo tipo de malandrines. Miro el panorama electoral europeo, los inquietantes resultados electorales en países como Polonia, la posición del premier húngaro y la estulticia del rupturismo catalán y no puedo sino inquietarme. Creo en la Unión Europea, pero también en la capacidad ilimitada del ser humano de hacer lo mejor y lo peor en el nombre de cualquier ideal temporal.