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Cada semana, una crítica de cine con Juan M. Martí.

'Veneciafrenia': turistas accidentados

Cartel de la película 'Veneciafrenia'

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Álex de la Iglesia no ha perdido el olfato. Esta vez ha elegido un tema de actualidad, la turismofobia, y lo ha llevado a su terreno: el humor negro y el terror, envuelto en los códigos férreos de un género como el 'slasher' que le facilita seguir el desarrollo del relato sin descarrilar. El 'slasher' es una variante del género del terror, o un derivado de otro subgénero denominado 'giallo', donde un psicópata o asesino busca venganza de quienes le han producido algún tipo de daño o representan una amenaza, generalmente un grupo de adolescentes, amigos o familia, que se encuentran en entornos apartados y fuera de su contexto habitual donde son sádicamente perseguidos. Los asesinos llevan sus rostros ocultos por máscaras y provocan sus muertes con cuchillos, espadas, motosierras o cualquier tipo de arma blanca. Todos estos rasgos describen bastante bien 'Veneciafrenia'.

Un grupo de turistas españoles llega a Venecia para celebrar la despedida de soltera de una de sus integrantes. Llegan en un crucero y son recibidos por una marabunta de gente descontenta con el abuso del turismo de masas que está destruyendo la ciudad. Mientras tanto, el grupo no es consciente de esta amenaza y, poco a poco, va siendo agredido por un asesino enmascarado.

Nos encontramos todo lo que podemos esperar del cine de Álex de la Iglesia. Unos títulos de crédito espléndidos de David Guaita. Una primera secuencia visualmente impactante. Una banda musical de Roque Baños (compositor habitual del cineasta) que acompaña el ritmo y el ambiente de terror de la película. Una dirección de actores muy segura donde destaca el reparto italiano.  

Álex de la Iglesia evita los riesgos de este tipo de películas. Hay pocos momentos de transición, aunque como veremos, éstos son importantes. El ritmo 'in crescendo' se mantiene sin descarrilar en subtramas. No se dan los excesos finales propios de su cine, aunque en este caso peca de condescendiente. Nos enfrentamos ante una Venecia reconocible, pero no de tarjeta postal. Una Venecia oscura y secreta. Estaría bien editar el 'storyboard' de la película para comprobar todo lo que se puede lograr con medios limitados y una buena planificación y montaje. La brillantez de la secuencia en el teatro es buena prueba de ello.

El mayor logro de Álex de la Iglesia es conseguir que presentándonos unos personajes infantiles y egoístas, lleguemos a 'comprender' —nunca justificar— el deseo de acabar con quienes están destrozando lo que más valoramos. El secreto está en esos momentos de transición de los que hemos hablado, que permiten ver la simpleza y los tópicos con los que los turistas se acercan a la ciudad. “Está lleno de agua”, exclama una de las protagonistas. 

“Ustedes son los culpables”, reprocha uno de los protagonistas al grupo de turistas. Nadie es inocente. Quien no haya llevado una guía de viajes por alguna de esas ciudades espectáculo y no haya soltado alguna obviedad caminando por el Sena de París, las pirámides de El Cairo, la Sagrada Familia de Barcelona o el Guggenheim de Bilbao que levante la mano.

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