Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Ciencia y conciencia ambientales
En el Día Mundial del Medio Ambiente que fue establecido por la Asamblea General de Naciones Unidas en su resolución del 15 de diciembre de 1972, y que desde 1973 se celebra anualmente el 5 de junio, no viene nada mal hacer algunas reflexiones acerca de esa fecha, aunque proteger el medio ambiente debería ser cosa de los 365 días, y recalcar la importancia que requiere para el Planeta dicha cuestión.
La percepción de la importancia de preservar el medio ambiente en su sentido más global es afortunadamente cada vez mayor en la sociedad vasca, aunque a veces la valoración de los problemas o la dimensión de los retos que se nos plantean no se formulen con precisión suficiente. Nada ayudará más a este avance de la conciencia ambiental como el progreso científico que permita conocer con rigor los problemas y proponer actuaciones eficaces.
No faltan quienes han visto en la utilización desviada de ciertos avances científicos una fuente de amenazas para el futuro, así como el desarrollo de la capacidad destructiva en manos del ser humano que no tiene precedentes. Conocido este peligro, sería sin embargo suicida adoptar una actitud anticientífica, pues el ser humano no puede ni debe dar marcha atrás en su capacidad para conocer racionalmente la realidad. Ahí está también la mejor posibilidad de respetarla.
Sin caer en un “cientifismo” trasnochado no cabe duda de que la Ciencia es hoy el primer instrumento para analizar los retos ambientales, así como para articular la respuesta que precisen. La Ciencia Ambiental se nos revela en este sentido como un abordaje de conjunto, pluridisciplinar, necesitado de aportaciones de todos los campos desde la biología hasta las Ciencias Sociales, desde la Tecnología Física a la Antropología Cultural.
Nada más lógico que abogar por una aplicación de esa racionalidad científica al conocimiento de los problemas ambientales, así como a la propuesta de solución de los mismos. Surgirá así el mejor apoyo para una toma de decisiones por parte de una sociedad que sólo acertará si se convence de que el futuro tiene derechos y actúa bajo el imperativo de una ética consecuente.
En este sentido resulta altamente esperanzador encontrar en la programación científico-tecnológica de nuestras universidades y centros tecnológicos en Euskadi todo un conjunto de tareas destinadas a estudios científicos de relevancia ambiental: desde el cambio climático a la calidad y gestión de las aguas, o las energías renovables, la biorremediación o la seguridad alimentaria, para señalar algunos ejemplos. Surge así todo un conjunto de actitudes nuevas que permiten fundamentar conceptos como el de desarrollo sostenible como única opción para un progreso económico que no puede ser tal si se basa en una visión estrecha, coyuntural y a corto plazo de los recursos de los que dispone el planeta.
En esta línea, es muy interesante y prometedor, la situación del sector medioambiental vasco que se ha ido recuperando de la crisis económica. Concretamente, el Clúster de Empresas de Medio Ambiente de Euskadi (ACLIMA), según los datos aportados recientemente por la citada asociación, engloba a 96 socios (71 empresas privadas, 16 entidades e instituciones públicas, cuatro centros tecnológicos y centros de empresas, cuatro universidades y una asociación empresarial) que trabajan en el sector ambiental, sumando un total de 4.700 profesionales, con presencia en 38 países, a través de delegaciones o por proyectos concretos. Desde 2012 se han incorporado 35 nuevas empresas, que han reforzado algunas áreas estratégicas como el ciclo integral del agua o empresas que trabajan por la economía circular.
En cuanto a la adaptación al cambio climático se debe considerar no solamente cómo reducir la vulnerabilidad frente a los impactos negativos, sino también cómo beneficiarse de los efectos positivos.
Es difícil encontrar una sola parcela del estudio científico actual que no tenga unas implicaciones o consecuencias para el medio ambiente. De ahí la complejidad del estudio científico ambiental y también las dificultades para lograr que la Ciencia Ambiental sirva adecuadamente a la creación de una auténtica Conciencia Ambiental.
Se profundiza hasta niveles muy significativos en estudios de fenómenos como el cambio climático, la modificación de la biodiversidad, los efectos de determinados contaminantes o la evolución de una población de especie amenazada. Sin embargo, el esfuerzo por formular modelos predictivos que integren conocimientos y produzcan decisiones apropiadas resulta mucho más difícil. Como igualmente es difícil predecir cuanto tardarán en llegar determinados desarrollos tecnológicos, que sin duda algún día han de permitir contrarrestar problemas y amenazas ambientales.
Dos actitudes muy negativas que surgen de todo esto son la negación de la existencia de ciertos problemas o -lo que es peor- la ignorancia de los mismos que puede llevar a decisiones como la negativa lamentable a considerar la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero como una necesidad urgente, en lo que respecta a la toma de decisiones que impliquen avanzar en la mitigación y adaptación al cambio climático.
Sin duda, a través de los años las pruebas de la realidad del cambio climático se han ido acumulando, recogidas por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, constituido por unos 3.500 científicos, y han dado lugar a certezas científicas. Sin embargo, la lucha contra el cambio climático choca con enormes intereses económicos y con posiciones geopolíticas difíciles de modificar, así como los usos de nuestra sociedad, tales como nuestras pautas de consumo. La aparición de Donald Trump en escena, con su defensa de los sectores petroleros de Estados Unidos, es otro problema importante. El anuncio de sacar a su país del Acuerdo de Paris es una prueba de ello.
Igualmente, negativo es situarse en el extremo opuesto y descalificar de pleno y sin paliativos algunas posibilidades tecnológicas, aplicables a diferentes campos, entre ellas, por ejemplo, las prácticas agrícolas o ganaderas, que el progreso científico puede fundamentar también en cuanto a sus posibilidades de aplicación respetuosa con el medio ambiente.
Aboguemos por tanto por una Ciencia que al crear Conciencia Ambiental sirva de instrumento para una sociedad necesitada de referencias, para que la opinión pública exija de los poderes públicos unas actuaciones de gobierno más allá de la coyuntura inmediata. Es difícil encontrar una vertiente de la actividad humana de valor más universal que la creación científica. Cuando constatamos que la problemática ambiental se convierte en planetaria, cuando vemos que, o la conocemos y abordamos en conjunto, o no hay posibilidad de solución, la Ciencia se nos revela como un instrumento fundamental en esa escala planetaria. Un instrumento que por importante que sea de nada servirá sin la determinación humana de enfrentarse al reto de proteger un medio ambiente que ha de legar a las generaciones futuras.
Julen Rekondo es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente
Sobre este blog
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