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Lo que la empresa ha unido que no lo separe la política

En una época tan convulsa políticamente hablando, donde el oportunismo y el cambio como venganza o castigo se ha convertido en el día a día de nuestros dirigentes, se hace más presente una reflexión sobre el modelo de gestión de un partido político y la similitud, necesaria desde mi punto de vista, con el modelo de gestión de una empresa. Y me refiero al sentido más puro de lo que, al menos yo, entiendo por “empresa”.

El fin último de toda organización es el mismo: satisfacer una necesidad. Si las empresas no satisfacen una necesidad, nunca podrán ganar dinero, prosperar y perdurar en el tiempo. Los partidos políticos deben atender las necesidades del pueblo con el fin de hacer prosperar su territorio y trabajar por la sostenibilidad.

Las formaciones políticas, al igual que las empresas, manejan un presupuesto y unos recursos, que, si bien son públicos, deberían gestionarse como privados, en el sentido de garantizar la máxima eficiencia y rentabilidad de éstos. Transparencia y compromiso social son valores sin los cuales ninguna empresa tiene sentido y en un partido político, hoy en día, más que nunca.

Los partidos no buscan satisfacer las necesidades de sus votantes, ni siquiera las de su coalición, sino cubrir sus propias necesidades personales, que pueden resumirse en ego, poder y cartera.

Las empresas privadas, con sus más y sus menos, tienen un objetivo en primer lugar individualista, como es lógico: ganar dinero, generar empleo, riqueza a la sociedad, aportación de valor y desarrollo etc. Ahora bien, algo que echo de menos en política -y francamente me enorgullece en el mundo empresarial- es la unión y acciones sinérgicas que las empresas llevan a cabo entre sí para establecer políticas e iniciativas de mejora competitiva, tecnológicas, innovadoras, productivas… A través de las asociaciones y ‘clústeres’ las empresas trabajan de la mano por mejorar cada sector y mirar juntas hacia un horizonte mejor. Sean o no competencia, colaboran y comparten.

Jamás hemos visto esto en el ámbito político. Uno de los grandes errores de la política es asumir que ser de un partido implica apoyar siempre las propuestas de este, estés o no de acuerdo, aunque te parezca más sensato lo que propone el que tienes enfrente. Con tal de no darle la razón cambiamos hasta de principios. En la empresa se acepta la diversidad de opiniones, si bien la última palabra la tiene la persona con la máxima autoridad, las decisiones se discuten y se consensúan.

Considero que militar o simpatizar con un partido político significa compartir un objetivo y una visión común, y sobre todo unos valores. Eso no significa que la forma de llegar a ese objetivo sea siempre la correcta o que no puedas discrepar o incluso apoyar lo que otro partido propone. Lo que es bueno para la sociedad lo es seas del color que seas, si bien la forma de llegar hasta allí pueda variar según los diferentes prismas.

Echo de menos unos representantes políticos que trabajen juntos por el bien del pueblo, en lugar de marionetas que se venden al mejor postor y que buscan decir lo que el pueblo quiere oír en cada momento para conseguir ese objetivo ególatra que mencionaba antes, aunque suponga contradecirte en lo que tiempo atrás hayas defendido. Eso se llama incoherencia.

Vivo de cerca la realidad de la empresa, trabajo con diferentes sectores, empresas privadas, asociaciones y ‘clústeres’. Veo como la adaptación a los nuevos contextos de mercado -como ahora la digitalización, por ejemplo- se trabaja desde una perspectiva de país, como un conjunto que busca su hueco en un mercado internacional cada vez más caníbal, sin que eso frene por supuesto la competitividad interna.

Mi mensaje es sencillo. Lo que la empresa ha unido, que no lo separe la política más bien sirva de ejemplo para unir las esferas ejecutivas de nuestros partidos en un modelo mas en pro del bien común y no del bien propio.

*Violeta Costa es ingeniera industrial y experta en comunicación corporativa

En una época tan convulsa políticamente hablando, donde el oportunismo y el cambio como venganza o castigo se ha convertido en el día a día de nuestros dirigentes, se hace más presente una reflexión sobre el modelo de gestión de un partido político y la similitud, necesaria desde mi punto de vista, con el modelo de gestión de una empresa. Y me refiero al sentido más puro de lo que, al menos yo, entiendo por “empresa”.

El fin último de toda organización es el mismo: satisfacer una necesidad. Si las empresas no satisfacen una necesidad, nunca podrán ganar dinero, prosperar y perdurar en el tiempo. Los partidos políticos deben atender las necesidades del pueblo con el fin de hacer prosperar su territorio y trabajar por la sostenibilidad.