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‘La mano invisible de las Big Tech’: “Podían haber tenido un rol más activo en impedir la desinformación”

elDiario.es

18 de diciembre de 2025 12:14 h

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‘La mano invisible de las Big Tech’ fue el título bajo el que se desarrolló la primera mesa de debate de la jornada, con una conversación centrada en la investigación homónima coordinada por el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), que documentó casi 3.000 acciones de influencia de las grandes tecnológicas entre 2012 y 2025. 

“Solemos hablar de de la tecnología en términos abstractos, nos referimos a conceptos como el algoritmo o la nube, pero la investigación ha conseguido llevar eso a tierra, a cómo nos afecta a nosotros y al territorio. Ha hablado de tuberías, de cables, de litros de agua consumidos, de energía y de millones de dólares invertidos en presión política a los gobiernos latinoamericanos”, ha introducido Carlos del Castillo, periodista de elDiario.es especializado en tecnología. 

El CLIP se fundó en 2020 para realizar investigaciones colaborativas y transfronterizas en América Latina. José Luis Peña Redonda, editor del CLIP y uno de los coordinadores de la investigación, explicó que ‘La mano invisible de las Big Tech’ surgió al investigar por qué se cayó una ley en Brasil que buscaba responsabilizar a plataformas como Google, Meta y TikTok por la desinformación, en reacción al intento de golpe de estado que hubo en 2023. 

“Hubo mucha manipulación política, mucho lobby, pero también muchas tácticas como de influencia. Siempre había un elefante blanco en la mesa y era el rol de las tecnológicas”, señaló Peña. El problema recurrente era que las plataformas “podían hacer algo y no lo hacían o podían haber tenido un rol más activo en impedir la desinformación y no lo hacían”.

Como ejemplo de esta inacción, el periodista relató un caso en Panamá donde la autoridad electoral advirtió a Meta sobre una campaña ilegal de desinformación, pero la empresa no hizo nada durante meses. “Uno ve que en días de elecciones en América Latina la pauta ilegal pulula en YouTube, uno puede rastrearla, incluso a empresas, uno puede ir a la a la herramienta de búsqueda de publicidad y saber quién paga el aviso. Pero si uno lo puede hacer desde su casa en otro país, ¿por qué no lo puede hacer Google teniendo mucha más claridad sobre los marcos legales de cada país?”, cuestionó Peña señalando la falta de transparencia y acción de ciertas empresas.

El debate abordó también la infraestructura física de las Big Tech, especialmente los centros de datos, que están experimentando una revolución debido a la alta demanda de inteligencia artificial. “Estos nuevos centros consumen mucha más energía y agua porque sus procesos son más demandantes en materia de computación y también consumen más agua”, resaltó Del Castillo. 

“Hay un gran interés por parte de las tecnológicas por llevar infraestructura de datos a lugares donde usualmente no estaba. Primero, por temas de localización están previendo que haya demanda de estos servicios en América Latina y en otras partes y, segundo, porque básicamente tienen demasiada escala”, resumió Peña Redonda. Sin embargo, muchos de esos centros de datos se construyen en lugares con escasez de agua. El periodista puso el ejemplo del impacto local en Querétaro, México: la población tiene “agua una dos veces por semana”. Además, este aumento en la demanda energética disminuye el incentivo por usar energías renovables, “reevaluando las metas de descarbonización y energías limpias en el mundo”, destacó. 

Por su parte, la periodista y analista especializada en tecnología y medios Delia Rodríguez ironizó sobre la metáfora de la nube: “Llevamos todo este tiempo hablando de la nube, la nube es mágica, nuestros datos están en la nube, que es una cosa que está por ahí”. Rodríguez subrayó la realidad física del fenómeno, frente a la narrativa etérea de las tecnológicas, señalando que los periodistas “hemos caído muchísimas veces en su propio engaño”. “No nos podemos acabar de fiar de los datos que nos dan [las empresas] porque esto es como en literatura, es un narrador no fiable al que hay que seguir y al que hay que fiscalizar”, advirtió.

La conversación derivó después hacia cómo las empresas modifican leyes a su favor. Carlos del Castillo destacó que el sector tecnológico es el que más gasta en lobby en Bruselas y José Luis Peña Redonda detalló el caso de Colombia, donde el lobby de las grandes tecnológicas logró diluir la ley de salud mental que buscaba proteger a menores, argumentando a favor de la “libertad de expresión”. “El problema es que ellos tienen los datos y han limitado el acceso a los científicos sociales y saben perfectamente que eso pasa, y saben cómo evitarlo y tienen también un larguísimo historial de evitar que esos datos se conozcan y de no permitir el acceso a otros eh a otros científicos”, destacó el periodista. Delia Rodríguez caracterizó esta situación como “una nueva forma de colonialismo tecnológico que hay que vigilar”, resaltando la “cantidad de poder acumulado en tan pocas manos”.

Al abordar la IA, Peña Redonda advirtió que la industria tecnológica “vive de la emoción, vive de lo que llaman el hype”. También se puso sobre la mesa cómo el FOMO [‘Fear of Missing Out’] impulsa a los políticos a hacer concesiones a las tecnológicas. Peña Redonda lamentó cómo los ejecutivos de Silicon Valley logran “moldear la forma de pensar de quienes toman esas decisiones”, citando cómo la guía presupuestaria europea usó las predicciones de un cofundador de Open AI en lugar de ponderar diferentes visiones académicas.

Para cerrar la mesa, Delia Rodríguez introdujo el concepto de ‘tecnofeudalismo’, señalando que la concentración de poder se une a la situación económica general y expresó su preocupación por la paradoja de que los afectados por la IA pagan por ella. “Yo he hecho cuentas y yo uso inteligencia artificial para trabajar y les estoy pagando 20, 30, 40, 50, 70 y tantos euros al mes y digo: ‘Anda, a esta gente que me está quitando el trabajo, además les estoy pagando por ello y todo además está ocurriendo de una forma cutre”, reflexionó. “Porque es cierto que no sabemos si va a llegar la inteligencia artificial general o no. Hay cosas que funcionan muy bien, cosas que funcionan muy mal, pero lo que importa es que todo el mundo está actuando como si todo esto fuera real, con lo cual los efectos acaban siendo reales”, añadió.