Seixas, el ‘guardinha bueno’ de la memoria histórica portuguesa, homenajeado en Barrancos
Desde este pasado fin de semana la población portuguesa de Barrancos, única en ese país donde se celebran toros a la española, con muerte, cuenta con una avenida dedicada al teniente Antonio Augusto de Seixas, un oficial de la policía de fronteras que en 1936 la levantó para favorecer la huida de un millar de extremeños y andaluces, a quienes perseguían las fuerzas franquistas; y que ocultó luego a 400 de ellos, frente las órdenes oficiales, lo que le costó su carrera profesional.
Es uno de los pasajes de la memoria histórica lusa, la que se podría dedicar, en paralelo a España, a aquellos actos injustos durante las dictaduras de ese país vecino, y luego parcialmente reparados, como la buena acción de Seixas o la muerte del general Humberto Delgado a balazos de la policía política portuguesa PIDE.
En el pequeño pueblo de Barrancos se celebró el sábado un homenaje al teniente Seixas, al que acudieron algunos de sus nietos, y la máxima representación política de esos pueblos de frontera, como el presidente de la misma Cámara Municipal barranqueña, Antonio Pica Tereno, y varios alcaldes y miembros de ayuntamientos extremeños como Oliva de la Frontera, Fregenal, Higuera la Real, Valencia del Mombuey, o Valverde de Leganés; así como una nutrida representación militar portuguesa, comandada por el teniente coronel Joaquim Figueiredo, de la Guardia Nacional Republicana.
El acto, amenizado por la banda de música municipal y con varios y breves discursos, consistió en la dedicatoria de una plaza, ‘Largo Tenente António Augusto de Seixas’, y en la inauguración de un monumento a quien es considerado el ‘Schindler’ portugués.
A partir de mediados de agosto de 1936 protegió a un millar de refugiados republicanos, la mayoría provenientes del suroeste extremeño, en los campos de Coitadinha y Ruissianas, cerca de Barrancos, ocultando en un primer momento su existencia a las autoridades portuguesas.
Tras casi dos meses de estancia en esos campos, durante los cuales sobrevivieron gracias a la solidaridad de los barranqueños, el teniente Seixas trasladó a los centenares de refugiados a Lisboa donde lograron embarcar en el Niassa, rumbo a Tarragona, y allí se reincorporaron a la España republicana.
En el acto, estuvieron presentes, además de otros políticos y periodistas de ambos países, representantes de algunas asociaciones de memoria histórica de Extremadura, así como la antropóloga lisboeta Dulce Simoes, autora del libro “Barrancos na encruzilhada da Guerra Civil de Espanha”.
Ahora, en Oliva
Juan García, alcalde de Oliva de la Frontera, fue de los que estuvo en Barrancos, una localidad que por ese hecho recibió en 2009 la Medalla de Extremadura. No hace mucho falleció en Oliva uno de los últimos supervivientes de aquellos campos de refugiados, el padre del anterior alcalde Manuel Méndez Vázquez.
El próximo sábado será esta localidad extremeña la que se vuelque con Barrancos, con la erección de un monumento, y la dedicatoria de una calle a la cercana villa lusa. No por aquel episodio histórico solamente, sino por “una continua amistad y vecindad”.