La izquierda resiste en Galicia a la ola conservadora del 28M

Daniel Salgado

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Existe la excepción gallega, podría decirse. El giro a la derecha no se consumó en Galicia el pasado domingo. El Partido Popular ha tropezado en su asalto al poder urbano –cinco de las siete ciudades permanecen en el campo progresista–. La suma de Partido Socialista y BNG supera ampliamente a los conservadores. Los ultras de Vox permanecen en la irrelevancia con uno solo de los 3.705 concejales que se elegían el 28 de mayo. Y el espacio a la izquierda del PSOE resiste: la caída de las llamadas mareas la compensan los nacionalistas del Bloque, que confirman su recuperación electoral, suben más de cuatro puntos hasta el 17,25% y se presentan ya en disposición de discutir la hegemonía del PP de Alfonso Rueda. Encabezan la oposición en el Parlamento gallego.

“Los resultados confirman el cambio de ciclo político que se abrió con las pasadas elecciones gallegas”, declaró la portavoz nacional del BNG, Ana Pontón, “y asumimos toda la responsabilidad. Vamos a trabajar sin descanso para que en Galicia en 2024 hagamos historia con la primera presidenta del BNG para darle futuro a este país”. Hablaba tras la reunión de su cúpula que realizó un primer análisis post-electoral. Las urnas han convertido a la formación nacionalista gallega en una de las pocas del espectro de la izquierda -junto a Bildu y a Más Madrid pero solo en el ámbito autonómico- que ha logrado aumentar sus apoyos. 590 concejales -en 2019 fueron 456- y 248.676 votos -hace cuatro años fueron 194.462- lo certifican. “Somos la fuerza política que más sube”, añadió. El Partido Socialista se llevó 1.010 ediles (171 menos), 420.377 votos y el 29,17%; y el Popular, 1.765 (133 más), 554.112 sufragios y el 38,45%.

El BNG ha dejado atrás las turbulencias en las que entró hace algo más de una década. Las consecuencias políticas de la crisis de 2008/2012 desestabilizaron a una organización que sufrió importantes rupturas e incluso el abandono de su carismático líder de los 90, Xosé Manuel Beiras, embarcado más tarde en las confluencias de izquierdas federales y segmentos nacionalistas. El desgaste fue notable, también electoral. Desapareció del Congreso de los Diputados y su grupo parlamentario autonómico se redujo a seis miembros. En 2015, cuando irrumpieron las mareas y obtuvieron las alcaldías de A Coruña, Santiago de Compostela y Ferrol, el Bloque conservó cierto músculo municipal, pero muy limitado en las ciudades: 468 ediles en total, producto de 190.158 votos y un 12,58% de apoyo, sus peores cifras desde 1991. La llegada de Ana Pontón a la portavocía nacional y el progresivo debilitamiento de las otras izquierdas balizaron el punto de inflexión.

Las autonómicas de 2020 a las que la propia Pontón se refirió como “cambio de ciclo” confirmaron a Núñez Feijóo como presidente de la Xunta de Galicia pero removieron el paisaje político gallego en la zona izquierda. El BNG volvió a ser la primera fuerza de la oposición -algo que solo había logrado en la época de Beiras- con 19 escaños, En Marea y Galicia en Común desaparecían del mapa político y el PSdeG-PSOE se sumía en una de sus recurrentes y periódicas crisis internas en el nivel gallego del partido. Un año antes, los nacionalistas habían recuperado por la mínima su presencia en Madrid -el diputado Néstor Rego- y menos de dos años después, Feijóo se involucraba en la defenestración de Pablo Casado y daba el salto a Madrid. Su sustituto, Alfonso Rueda, no ha conseguido marcar perfil autónomo y mantiene un perfil desdibujado dedicado a la crítica del Gobierno central y una explícita agenda neoliberal. En el Parlamento de Galicia ha identificado a Pontón como su rival directa.

Santiago de Compostela y Pontevedra

Las urnas del pasado domingo han refrendado la tendencia. El BNG ha ganado 18 alcaldías por mayoría absoluta, entre ellas algunas emblemáticas para su proyecto como Carballo (A Coruña), Allariz (Ourense), Tomiño o Moaña (Pontevedra). En otra veintena, las posibilidades de que haya investidura de un regidor nacionalista son altas. Desde 1999, los pactos entre socialistas y BNG suelen articular mayorías progresista en ayuntamientos y diputaciones y formar gobiernos de coalición, como fue el caso de los entes provinciales de Lugo, A Coruña y Pontevedra en el último mandato. Y aunque hubo algunos retrocesos y la pérdida de las alcaldías de Ribadeo (Lugo), Rianxo (A Coruña), Poio y As Neves (Pontevedra) -“no se puede ganar siempre”, dijo Pontón-, la línea es sin duda ascendente.

Lo sintetizó lo sucedido en Santiago de Compostela, capital de la comunidad autónoma. El BNG, encabezado por la profesora universitaria y filóloga Goretti Sanmartín, alcanzó los seis asientos en el pleno municipal y se convirtió en la fuerza más votada dentro de la izquierda. El PSdeG, en el que milita el hasta ahora alcalde Xosé Sánchez Bugallo, cayó de 10 a 6, pero con menos votos que los nacionalistas. Sanmartín pertenece al círculo dirigente de Pontón y esta se volcó en su campaña electoral. La candidata nacionalista ya ha declarado su intención de encabezar un gabinete “amplio y estable” y ha llamado al diálogo al PSdeG -y a Compostela Aberta -candidatura local apoyada por los nacionalistas de Anova, Podemos o Esquerda Unida.

La de Santiago será, de confirmarse, una alcaldía estratégica para el BNG. Y junto a la de Pontevedra, donde Miguel Anxo Fernández Lores gobierna desde 1999 -esta vez ha bajado dos ediles, pero lo seguirá haciendo junto al PSOE-, las dos mayores localidades bajo mando nacionalista. Los socialistas lo harán en Vigo, A Coruña y Lugo. Ourense es un enigma, tras la sorpresa de Pérez Jácome. A los conservadores gallegos solo les queda la Deputación de Pontevedra -la de Lugo está en el aire y todo apunta a que será para PSOE y BNG- y la mayoría absoluta de Ferrol -una ciudad en la que ningún regidor ha repetido desde que lo hizo Xaime Quintanilla en 1983- de entre las diez mayores poblaciones gallegas. La inclinación general a la derecha del 28M en el Estado no se ha replicado en Galicia.