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ONG alertan contra “actuaciones individuales” de solidaridad por la emergencia humanitaria de Ucrania

Refugiados en la frontera entre Moldavia y Ucrania.

Daniel Salgado

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Los cálculos de la Agencia de la ONU para los Refugiados hablan, a 14 de marzo, de 2,8 millones de personas desplazadas a causa de la guerra en Ucrania. Más de la mitad, en torno a 1.7 millones, han huido a través de la frontera con Polonia. Hungría, Eslovaquia, Rusia, Moldavia, Rumanía y Bielorrusia también las han recibido. Esta emergencia humanitaria ha provocado gestos solidarios, acciones de ayuda y mediáticos viajes de rescate. Pero las organizaciones no gubernamentales que se encuentran en el terreno advierten de los riesgos de las “malas prácticas” individuales, peligrosos para los refugiados e incluso para los propios voluntarios, y recomendian cautela.

“Es necesario canalizar esta energía solidaria, porque, de lo contrario, puede ser perjudicial”, señala a elDiario.es Daniel Bóveda, vicepresidente de la sección gallega de la Red Europea Contra la Pobreza (EAPN) y miembro de Accem, ONG que también trabaja con desplazados por conflictos. Bóveda explica que sus contactos en la zona que separa Ucrania de Polonia informan de una delicada situación. Que incluye la presencia de redes de trata con fines de explotación sexual. “Aprovechan la coyuntura para actuar”, relata. Por eso considera de la máxima importancia que, más allá de la solidaridad espontánea, que celebra, funcione “el sentido común”.

Las ONG gallegas y la Xunta de Galicia han emitido un comunicado conjunto en el que piden que la ayuda se vehicule a través de las asociaciones especializadas con presencia en el terreno y de los organismos humanitarios. El Fondo Galego de Cooperación e Solidariedade, que agrupa a las administraciones locales, se ha pronunciado en el mismo sentido, y ha incidido en la necesidad de “calma y orden”. “En ningún caso se debe ir en busca de personas para traer a nuestra localidad, y mucho menos si se trata de menores”, afirma una nota de prensa del ente, alarmado ante la proliferación de personas que alquilan furgonetas o incluso autobuses y se desplazan a la frontera: “Esta tarea debe quedar en manos de las autoridades competentes y no podemos sortear todos los procedimientos legales y burocráticos precisos para la materialización de la acogida, porque podemos estar poniendo en riesgo a las personas refugiadas”.

José Luis Barreiro pertenece a Entreculturas, una ONG jesuita integrada en la coordinadora gallega del ramo, y que ha enviado cooperantes a Ucrania y Polonia. “La buena voluntad de la gente es digna de elogio, espectacular”, dice de inicio, “pero no es suficiente si no está bien enfocada. Ir de forma individual no es una buena práctica en una emergencia sanitaria”. Barreiro recuerda que se trata de una guerra, y que las mujeres y los niños no pueden subirse al primer coche que llegue. “Debe haber un control, saber qué personas vienen, vinculadas a organizaciones y bajo supervisión de las administraciones”, añade, antes de expresar su preocupación porque las iniciativas individuales abundan “cada vez más”. Daniel Bóveda coincide, y habla de la necesidad de que exista una “trazabilidad” de los refugiados -saber a dónde van, quién se encarga de asistirlos- y un “enfoque de derechos”: a la asesoría jurídica o la prestación psicológica, por ejemplo.

“Hospitalidad y solidaridad todo el año”

La Unión Europea, al contrario que en crisis humanitarias anteriores, ha reaccionado con cierta velocidad, y aplicará la llamada directiva de protección temporal. Así, los refugiados de la guerra ucraniana tendrán permiso de residencia, de trabajo y acceso a educación durante un año, prorrogable hasta tres. Los activistas lo consideran justo, al tiempo que reclaman no olvidar a los desplazados por otros conflictos. Bóveda menciona explícitamente la Frontera Sur, justo al día siguiente de que la ruta migratoria de Canarias se cobrase 44 vidas. “Lo fundamental es educar en la cultura de la hospitalidad y la solidaridad, pero todo el año. Y con todas las personas refugiadas”, expone Barreiro, para quien esa actitud “debe sostenerse en el tiempo y, además de con el corazón, debe ejercerse con la cabeza”. Es la duración del conflicto desatado por la invasión rusa de Ucrania una de las principales preocupaciones de las ONG. “Por desgracia pinta que va para largo”, entiende Bóveda, “va a haber tiempo para la gente que quiera ayudar”. Los impulsos solidarios causados por las crisis en Siria o Afganistán “enseguida retrocedieron”, dice, y espera que esta vez no suceda lo mismo.

El citado comunicado del Fondo Galego de Cooperación e Solidariedade insta, además de a no viajar a la frontera, a priorizar las contribuciones económicas sobre las “en especie” -habla de saturación en el almacenaje y situación cambiante-, no enviar materiales por cuenta propia y a los ayuntamientos a elaborar listados de las viviendas disponibles. “No actuemos de manera individual, eso es lo importante”, concluye José Luis Barreiro.

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