Genealogías documentales: la exposición para entender cómo nació el género fotográfico que mira a la gente corriente

Imagen de la muestra Genealogías documentales

Luis de la Cruz

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Probablemente la primera fotografía documental, de mirada social, se tomó por casualidad, cuando una de las primeras placas de Louis Daguerre captó a un limpiabotas en el parisino Boulevard du Temple en 1938. Un antecedente que aún tardaría en convertirse en el género cuyo nacimiento relata la exposición Genealogías documentales. Fotografía 1848-1917, que se puede ver en el Reina Sofía hasta el próximo 27 de febrero.

El primer año del subtítulo es una fecha de ecos convulsos en Europa: el de la publicación del Manifiesto comunista y la oleada de revoluciones en muchos países. Sobre estos años encontramos ya algunas muestras de fotografía social, como los picapedreros de Caubet retratados por Talbot. Calotipos y daguerrotipos –procedimientos fotográficos seminales– escasos aun en relación con los retratos de las clases altas y la fotografía monumental (que sin embargo retrata a los trabajadores colateralmente, como sucede con Clifford en España).

La exposición es un completísimo paseo por la historia de la fotografía en la que cientos de imágenes quedan explicadas globalmente por unos textos de sala extraordinarios. Yendo de una fecha a otra bien acompañados del imprescindible contexto histórico. Transitando de unos imaginarios nacionales a otros sin que falten, insertos en la totalidad pero sin forzarlo, ejemplos españoles. Un pero, entre biológico y la planificación: el tamaño de las fotografías originales (no digamos de las placas) es todo un reto para quienes ya estamos afectados de presbicia.

La exposición permite conocer los primeros corpus documentales del siglo XIX, como los pescadores de Newhaven (Octavius Hill y Adamson), ver cómo Marville documentó la monumental reforma interior del París de Haussman (y entender su relación con el desarrollo del género), la fotografía anónima de las factorías de la Krupp o los pioneros de la representación de la vivienda obrera, como Jacob Riis en el Lower East Side.

La muestra tiene una parte más discursiva, perfectamente ensamblada con el tono sociohistórico general, que se desarrolla en las salas dedicadas a la representación del cuerpo, que profundizan en la representación como acto de vigilancia y represión. A estos efectos, encontramos repertorios fotográficos de delincuentes y pobres (muy afectados del lombrossianismo de la época), de esclavos (en relación con el colonialismo) o de cuerpos no normativos, como en la representación del hermafroditismo.

Como contrapunto, encontramos en la sala rotulada como Revolución la posibilidad abierta de retratar la acción colectiva, desde la Comuna de París (1871), que es seguramente la primera gran cita extensamente fotografiada, las acciones de las sufragistas, la Semana Trágica de Barcelona (1909) o la revolución rusa, cuyo icónico 1917 cierra la horquilla cronológica de la muestra.

Genealogías documentales es una exposición que, sin un aparato expositivo espectacular, cumple sobradamente las expectativas abiertas por el título. Un catálogo interminable de hebras de las que tirar para conocer la historia del género documental y la fotografía social.

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