El bibliotecario más ‘techie’ de España está en un pueblo de 7.000 habitantes

Muskiz es una localidad vasca de unos 7.000 habitantes y el último pueblo de la provincia de Vizcaya (o el primero, según se mire). Aunque no es especialmente grande, tiene peso en la región, debido a la refinería de petróleo que marca el día a día de muchos de sus vecinos. Sin embargo, fuera de la zona, y especialmente en internet, a Muskiz no se lo conoce por su actividad industrial, sino por su biblioteca, pionera en asuntos de las tres uves dobles.

Esto se debe a su particular bibliotecario, Fernando Juárez, que en 1988 aterrizó en la recién inaugurada biblioteca pública del pueblo tras aprobar unas oposiciones mientras terminaba la carrera de Historia. Gran aficionado a la tecnología, su vida y la del centro transcurren desde entonces de la mano, siendo imposible entender la evolución de este refugio de los libros sin tener en cuenta a Juárez.

Cuando la biblioteca comenzó su andadura, toda la tecnología de la que disponía Juárez eran una máquina de escribir y un teléfono. Durante esos primeros años, muy tranquilos, se fijaba en los grandes centros, como la Biblioteca de Bilbao, e intentaba emular lo que veía en ellos, algo inalcanzable por cuestiones de tiempo y presupuesto. Utilizaba sus escasos recursos para ampliar en lo posible el catálogo y, cuando se abrían sus puertas, la biblioteca de Muskiz era un lugar al que acudir para hacer los deberes o a llevarse a casa una novela.

En 1994 comienza su historia de revolución digital. En aquel momento, el Gobierno vasco disponía de un programa para automatizar las bibliotecas, ya que todo se hacía aún a mano. La única condición para formar parte del proyecto era que el Ayuntamiento de la localidad adquiera un ordenador para el centro. “En ese momento lo hablo con mi concejal y le digo que el dinero que íbamos a destinar para libros en el año 94 lo empleáramos en un ordenador para entrar en el proceso de automatización de bibliotecas”, explica Juárez a HojaDeRouter.com.

Le dieron el visto bueno y fue entonces cuando entraron de lleno en la informática. Solo un año después del primer ordenador, la conexión a internet llegaba a la Casa de la Cultura y la Biblioteca de la localidad. “Muskiz está en una zona deprimida, en la margen izquierda del Nervión, por lo que llegan fondos de Europa. Con esos fondos surge un proyecto que se llama Gastenet, desde Barakaldo, y gracias a eso conseguimos internet”, rememora.

En aquella época, la Administración era muy celosa con el uso de la tecnología, que se concebía como algo de carácter interno. No obstante, Juárez, desde el primer momento, peleó por que las cosas se hicieran de otra forma. “Ahora parece obvio pero en aquel momento no lo era”, recuerda. “¿Por qué tiene que ir alguien a la biblioteca a enviar un correo electrónico? ¿Por qué tiene que venir alguien a chatear? En el año 95, plantear que había que poner un ordenador para que la gente utilizara un Word... Pues imagínate”.

Su primera página web

Unos años después de conectarse al mundo digital, la de Muskiz se convirtió en una de las primeras bibliotecas en tener una página web. Euskaltel ofrecía al Ayuntamiento la posibilidad de tener una página y Juárez, aprovechando que el consistorio no tenía contenidos, reclamó el espacio para la biblioteca. “Era el año 2002 y entrabas a la página web del Ayuntamiento de Muskiz, que no tenía nada, y te redireccionaba a la nuestra”, concreta.

Primero tuvo que aprender a montarla, algo que no fue tarea fácil. Además, los grandes centros no eran una fuente viable de ideas: mientras Juárez construía la parcela de Muskiz en el ciberespacio, la mayoría de las bibliotecas todavía no estaban presentes. “Tú eras una biblioteca pequeña y mirabas a las grandes, pero ¿qué sucedía en el mundo web en el 2002? Que mirabas a las grandes y no tenían nada. No había web, salvo bibliotecas universitarias… No había un referente, un sitio donde copiar, donde coger ideas. Así que decidimos buscarnos la vida”.

El experimento salió bien y el centro comenzó a ser conocido en el ámbito bibliotecario y en el digital. Los vecinos, sin embargo, no eran los principales visitantes de este pionero espacio en la Red. “Desde el primer momento, otra de las cosas que tuvimos claras en esto de la aventura web es que los vecinos no eran muy conscientes. Era un servicio que ofrecía la biblioteca, pero que estaba pensando en el mundo exterior, sin saber muy bien lo que era el mundo exterior”.

Aún así, esa ventana online al exterior les permitía hacer muchas cosas que los recursos humanos y el escaso presupuesto hacían imposibles en el plano físico. “En el mundo web, esos problemas eran más ligeros, se podían obviar”, concreta. “Podíamos hacer más cosas que en el mundo analógico: reseñas de libros, buscar información y enlazarla…”

Más hitos digitales

Su siguiente incursión pionera fue en la red social del pájaro azul. En 2006, cuando Jack Dorsey lanzaba su primer tuit, Juárez estaba haciendo un posgrado en documentación digital. Gracias a él, además de descubrir un sinfín de nuevas herramientas que después se popularizaron, pudo convertir la biblioteca y la necesidad de reformar su web en un proyecto de fin de máster.

“Sin darme cuenta me topé con los inicios de la web 2.0”, explica. “Recuerdo que vi Twitter. En concreto, una API que te dejaba incrustar tu último tuit en tu página web. Me pareció muy buena idea como tablón de anuncios. Podía ser una buena herramienta para decir cosas tan sencillas como ‘la biblioteca está abierta’ o ‘te recomendamos la lectura de este libro’”, recuerda. Así, en 2007, la biblioteca de Muskiz recalaba en Twitter cuando la herramienta aún llevaba pocos meses en España y poco más de un año al otro lado del Atlántico. Por aquel entonces, los escasos internautas que sabían de su existencia aún se preguntaban para qué podía servir. Sin saberlo, en Muskiz estaban dando un salto de gigante al convertirse en una de las primeras bibliotecas presentes en la red social. 

Desde entonces han seguido mejorando su web y experimentando con nuevas herramientas. Todo lo que otras bibliotecas han tenido que aprender poco a poco ellos lo habían hecho antes, y eso les ha permitido ir siempre un paso más allá. Además, al ser un centro pequeño, no tienen miedo a equivocarse: hacen, deshacen y lo cuentan, observados desde la Red por todos los que tienen en esta pequeña biblioteca un referente.

“Hacemos libros digitales, porque ya hemos llegado a esa madurez y somos conscientes de que lo importante para nuestra comunidad son los contenidos locales”, explica Juárez. “Además, fomentamos esos contenidos y facilitamos su distribución, animando a la gente a escribir y a contar cosas, enseñando a la gente a hacer un blog, a publicar y, cuando llega el caso, a publicar nosotros mismos”.

Este bibliotecario 'techie' se ha atrevido incluso con la realidad aumentada. Nos cuenta que uno de los momentos cumbre de la Tercera Guerra Carlista, en 1874, fue el sitio de Bilbao. Una parte de los enfrentamientos se libraron en la zona de Muskiz, lugar de contacto entre las tropas carlistas y las liberales, y mucha gente acude a la biblioteca a preguntar sobre ello. “Tenemos documentación, de revistas de aquella época, de finales del XIX. Así que lo que hicimos fue digitalizar grabados y hacer una capa de realidad aumentada de manera que cuando te vas paseando por los sitios, te lanza la información”, explica Juárez.

Además, a lo largo de los años han ido aumentando progresivamente su colección de ordenadores. Cada vez que el Ayuntamiento iba a tirar alguno, en la biblioteca lo solicitaban, lo formateaban, le instalaban Ubuntu y lo ponían a funcionar. “Aparte del ordenador en sí, como estamos bastante duchos con la tecnología, y aunque no enseñamos a utilizar un ordenador, sí que damos facilidades a la hora de ayudar a la gente, por ejemplo con un currículum o con otra cosa que necesiten”. Por supuesto, tienen wifi abierto y sin contraseña, “una de las tonterías que más agradecen los usuarios”.

Para este bibliotecario, de todo su pasado a la vanguardia tecnológica, lo más importante es que una gran parte de lo aprendido lo han podido trasladar al plano analógico para dar forma a una biblioteca más cercana, más horizontal y en la que se escucha a los vecinos. “Yo creo que la tecnología está permitiendo ofrecer una mejor biblioteca a mis vecinos, pero no porque accedan al Twitter y vean que hemos tuiteado tal o cual cosa o por que accedan a nuestra página web, sino porque hemos asumido muy pronto que necesitamos colaborar, que somos un agente cultural más que necesita la ayuda de los lectores y los vecinos”, señala.

Casi tres décadas después de recalar en la biblioteca, Juárez ya no está solo en sus experimentos. Inma y Ayala se incorporaron al equipo y se han ido convirtiendo en sus caras visibles, una parte imprescindible del proyecto y de sus aventuras digitales. “Cuando se habla de biblioteca de Muskiz, fuera la identifican conmigo. Pero, al abrir la puerta, ellas son las caras que más ven los usuarios, con las que tienen más trato. Tenemos esa simbiosis entre lo tecnológico y lo analógico, entre la conversación en la red y la presencial”. Además, en 2008, la biblioteca cambió de ubicación (un piso más arriba) para ampliar su espacio y ocupar el lugar lleno de luz que ahora la caracteriza. A la antigua ubicación, más angosta y peor iluminada, le debe Juárez, según sus propias palabras, el uso de la tecnología como vía de escape.

Aunque muchos de sus vecinos no son conscientes de los pasos de gigante que se han dado dentro de esos muros, sí conocen y agradecen el trato amable y el carácter abierto de su pequeña biblioteca, esa que siempre se saca de la manga una nueva herramienta para disfrutar de la cultura y los libros.

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Todas las imágenes que aparecen en este artículo han sido cedidas por Fernando Juárez