Robots gigantes y bares con videojuegos: un viaje por el Japón más tecnológico

Ver los cerezos en flor, visitar los templos de Kioto u honrar la memoria de las víctimas de Hiroshima y Nagasaki. Sin olvidar la cosmopolita Tokio. Los planes para visitar Japón y sumergirse en su milenaria cultura son innumerables. Gusten los samuráis o el manga, la tecnología o los dibujos animados, el país asiático no debería defraudar a nadie. Y si se es amante de los videojuegos, mucho menos. Desde las tiendas de segunda mano hasta los muy llamativos salones de recreativas, la tierra de Godzilla pero también de Pikachu es destino ineludible para ‘gamers’ y 'geeks'. Y el español David Boscá (1981) puede recomendar unos pocos sitios.

Hijo de la década de los 80, Boscá creció con las series de animación japonesas, aunque no recuerda el momento exacto en que empezó a interesarse por el país. De adolescente comenzó a sentirse atraído por el manga y de ahí saltó a la historia o el folclore. Fue entonces cuando empezó a pensar “que en algún momento de mi vida tenía que venir aquí a pasar un tiempo como residente para poder experimentar la vida en Japón”, explica desde el país del sol naciente a HojaDeRouter.com.

En 2010 fue la primera vez que estuvo en Japón, por tres meses. Para aquel viajó leyó muchas webs de extranjeros que habían hecho antes el mismo camino: llegar a un país con unas reglas de inmigración muy estrictas. “Sentí esa necesidad de hacer lo mismo”, cuenta, “devolver un poco el favor a estas personas que me habían ayudado y aportar mi granito de arena, cómo de duro fue quedarme aquí más de los tres meses que me permitía el visado”, explica. De aquello nació Creativo en Japón, su blog sobre la vida en el país, y un canal de YouTube con más de 10.000 suscriptores. En 2013 regresó a Japón, casado con una nativa, y en la actualidad trabaja como coordinador de profesores extranjeros para una compañía del país, así como impartiendo clases. Al mismo tiempo, realiza traducciones y adaptaciones al castellano de videojuegos.

Su conocimiento le ha llevado ahora a escribir ‘Bikkuri Island’ (Héroes de Papel), una especie de guía de viajes donde los más jugones y frikis podrán conocer las recomendaciones japonesas que no salen en las guías de viaje más convencionales. El barrio de Akihabara en Tokio, los salones de recreativas y las tiendas de segunda mano de videojuegos están en su libro, pero también lugares imprescindibles, para jugones o no, como Osaka y Kobe.

Las zonas de las que no querrás salir

Las principales ciudades de Japón tienen su barrio tecnológico. En Tokio, por ejemplo, está el mítico Akihabara. Boscá cuenta que nació “casi como necesidad” después de la Segunda Guerra Mundial, cuando había un gran mercado negro de aparatos de radio. De ahí se pasó, en los 60, a los electrodomésticos familiares: neveras, televisores… En los 80, continúa, el barrio derivó a lo más friki. Aun así, la parte más tradicional sigue teniendo sus ferreterías, tiendas de electrónica, de radiocontrol, ordenadores… “Muchas cosas que todavía siguen conformando la identidad electrónica del barrio”, aunque lo 'otaku' (relacionado con la afición al manga) prime ahora.

Akihabara es el más conocido, pero hay otras ciudades que tienen vecindarios señeros. Osaka tiene el Den Den Town, algo así como “el barrio de la electricidad” en castellano. Es como Akihabara pero más pequeño, con tiendas especializadas en electrónica y otras más frikis.

Antes de 2009 o 2010, explica Boscá, comprar videojuegos era más barato, “a precios que ahora nos parecerían ridículos. No sé si fue por el tema de eBay, por los turistas o el mismo consumo de los japoneses, que enseguida se volvieron nostálgicos, pero ha sido una cuesta abajo: queda mucho menos material que antes, los precios han subido...” En el pasado etiquetaban más a la ligera; ahora comprueban en internet todo lo que entra para poner un precio más cercano a su auténtico valor.

Super Potato es la tienda más conocida a nivel mundial. “Es verdad que sus precios son los más altos, pero la variedad de juegos y de rarezas que tiene es muy envidiable”, explica Boscá. “Es una tienda a la que hay que ir sí o sí, aunque solo sea para dar una vuelta y ver lo que tienen. Es casi como un museo del videojuego”, ya que en él se encuentran todos los sistemas de videoconsolas que han aparecido en el mercado. Si quieres un videojuego para tu antigua Game Boy, recuperar tu vieja DreamCast o probar aquellas Game & Watch, deberías pasarte por aquí.

Hace poco abrieron dos nuevas tiendas en Akihabara. Una es Beep, especializada en ordenadores y microordenadores japoneses. “Los precios son altos”, aunque para el nivel de Akihabara no están mal, “pero son sistemas que prácticamente no se ven hoy y, lógicamente, si los quieres los tienes que pagar. Pero vamos, es una pasada ver el material que tienen”. También tienen placas de máquinas recreativas, algo que, según David, cada vez es más difícil encontrarse.

Otra tienda es Surugaya, que cuenta con sucursales en Kobe y Osaka. En esta última ciudad los precios son más asequibles que en Tokio, donde “se les ha ido un poco la mano con el turismo”. Por ejemplo, en Ojamakan, que no es el tipo de establecimiento para los coleccionistas más meticulosos, “abaratan los precios porque el estado de los juegos es peor, pero se pueden encontrar joyitas todavía a estas alturas”.

De hecho, según David, los japoneses se preocupan mucho por el estado de los artículos que compran. Un pequeño desperfecto en la caja o en la portada es suficiente para rebajar el precio. “Una cosa que a nosotros nos parece que está en un buen estado igual para un coleccionista japonés es algo inaceptable”. En el libro cuenta que ha comprado juegos con un 40 % de descuento “simplemente porque olían a tabaco”.

También están las tiendas de segunda mano no especializadas. “Pueden esconder juegos muy cotizados que a lo mejor la persona que los ha catalogado no es consciente de lo que tiene entre manos”, explica Boscá. Un ejemplo es Hard Off, otro de los paraísos ‘gamers’ nipones, cadena hermana de Book Off, donde se pueden encontrar libros y otros objetos de segunda mano. Y quien quiera recuerdos de lo más variopintos sobre Bulbasaur, Mr. Mime o Koffing deberá buscar su Pokémon Center más cercano.

'Insert Coin'

Pero además de comprar, hay que jugar. Y mucho. Los salones de recreativas de Japón se parecen un poco a aquellos que describía el escritor Martin Amis en los años 80: llenos de gente con muchas ganas de pasar un buen rato. En este país, a diferencia de Europa o Estados Unidos, siguen abarrotados treinta años después. “Lo que más sorprende es que estén tan vivos”, asegura Boscá. Eso por no hablar de máquinas tan increíbles como la del robot Gundam, que es como estar dentro de un androide, jugando con varias pantallas a la vez.

Simuladores de carreras de caballos, máquinas para jugar al 'Mario Kart' o de 'Final Fantasy’ que nunca salieron de Japón se cruzan en estos lugares con mucho éxito. “”En los barrios más importantes siempre hay un buen número de estos centros. Siempre hay gente jugando, y sobre todo los fines de semana se llena de gente joven. Se llena [también] de oficinistas cansados que se van a echar la partida. Es algo muy bonito ver todavía a gente echando monedas“, señala Boscá.

Una noche de copas y cartuchos

No todo puede ser comprar videojuegos o gastar monedas en las recreativas. Por la noche hay que salir de marcha o tomar algo. Y para los jugones, nada mejor que hacerlo en un 'game bar'.

“En un ‘game bar’ de los buenos te puedes encontrar 10 o 12 consolas diferentes y a lo mejor 200 o 300 juegos para elegir”, describe el español. Boscá advierte que para una persona que está muy metida en el mundo 'gamer' “no son la panacea, igual no le pueden aportar mucho, pero a una persona a la que le gustan los videojuegos y que también le gusta salir de marcha y tomarse unas copas es un ambiente mucho más satisfactorio” que un bar normal.

Robots gigantes

Los robots no podían faltar en este viaje por el Japón más 'geek', no tanto por su importancia en la economía o en la industria como por su influencia en la cultura popular. Por el país hay varias, no muchas, esculturas gigantes de robots más relacionados con el manga que con las innovaciones tecnológicas. En la ciudad de Kobe está el Tetsujin 28 go, “uno de los robots míticos del ‘anime’ japonés”, explica Boscá. “En Japón, que te planten un robot de ocho, diez metros o lo que sea, forma parte de su cultura, es algo muy natural. Mientras que en otra parte llamaría mucho la atención, aquí lo interpretan como algo suyo”. 

'Bikkuri' significa algo así como 'sorprendido' o 'sorpresa' en japonés, y Boscá creía que era una buena palabra para titular un libro sobre un país que “te sorprende con mil cosas”. Él se ha encargado de plasmarlas ahora en una guía para que “la isla de las sorpresas” deje con la boca abierta a los entusiastas de la tecnología y los videojuegos.

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Las imágenes son propiedad de David Boscá y Pixabay