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Erdogan crea involuntariamente un nuevo 'líder para los desposeídos' de Turquía

Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía.

Javier Biosca Azcoiti

Las elecciones de este domingo a la alcaldía de Estambul estaban diseñadas para deshacer la estrecha (14.000 votos) y sorpresiva victoria de la oposición socialdemócrata sobre el partido del presidente Erdogan en los comicios del 31 de marzo. Lejos de cumplirse, la oposición ha vuelto a ganar y los 14.000 votos de diferencia iniciales se han convertido en 770.000.

Estambul es la ciudad más grande del país y su corazón económico (representa el 31% del PIB nacional). Sin embargo, aunque el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) ha perdido la alcaldía de la inmensa ciudad tras 25 años consecutivos, la formación creada por Erdogan sigue controlando 25 de los 39 distritos de la ciudad y tiene mayoría en la asamblea municipal. Por tanto, el candidato del Partido Republicano del Pueblo (CHP), Ekrem Imamoglu, verá restringidas sus capacidades como alcalde. Sin embargo, el significado de estas elecciones va mucho más allá del gobierno efectivo sobre la ciudad.

“Durante cerca de dos décadas Erdogan se ha beneficiado de su imagen en la política turca como el representante de los desposeídos y marginados por el sistema. Sin embargo, en la última década, Erdogan se ha convertido en el establishment y el sistema”, señala Soner Cagaptay, director del programa de Turquía en el Washington Institute for Near East Policy.

“Creo que anulando las elecciones del 31 de marzo Erdogan ha creado sin querer al nuevo Erdogan. Ahora es Imamoglu el que defiende y representa a los desposeídos y marginados por el sistema porque lucha contra la politización de la religión, el nepotismo y, sobre todo, porque le arrebataron su victoria en las elecciones”, añade.

Erdogan, procedente de una familia humilde de la ciudad, forjó su carrera hacia el poder desde Estambul. Se convirtió en alcalde en 1994 y cuatro año después fue encarcelado por recitar el siguiente poema: “Las mezquitas son nuestros cuarteles, las cúpulas nuestros cascos, los minaretes nuestras bayonetas y los creyentes nuestros soldados”. Se le acusó de poner en peligro los principios laicos de la república fundada por Mustafa Kemal Atatürk. Unos años después, en 2001, fundó su partido islamista, el AKP, que controla la oficina del primer ministro desde el 2002 y la presidencia desde 2007. Desde entonces, el poder de Erdogan en Turquía ha sido incuestionable.

Aquel poema y sus consecuencias ayudaron a Erdogan a convertirse en el “nuevo sultán” de Turquía, tal y como lo define Cagaptay. Hoy, puede ser la anulación y repetición de elecciones lo que ayude a forjar a Imamoglu como un líder de referencia en el país. “Muchos distritos del AKP han cambiado por primera vez de manos a la oposición, lo que es muy significativo. Creo que la gran historia que leeremos en los próximos cuatro años hasta las elecciones generales de 2023 será Erdogan vs Imamoglu o el viejo Erdogan contra el nuevo Erdogan”, opina el experto.

Del terrorismo a 10 GB de internet gratuitos

Erdogan había apostado fuerte por la alcaldía de Estambul. Su candidato, Binali Yildirim, era un conocido político portavoz de la Asamblea y exprimer ministro del país que se enfrentaba a un hasta ahora desconocido Ekrem Imamoglu, del Partido Republicano del Pueblo (CHP).

En la primera parte de la campaña –antes de los comicios del 31 marzo–, el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan había utilizado una estrategia nacionalista. Imamoglu era amigo de terroristas, su origen era griego y ponía en peligro el futuro de Turquía. No tuvo éxito y el presidente olió el peligro. En la segunda campaña antes de la repetición de la votación, Erdogan, que se había implicado activa y personalmente en la carrera electoral y que prometió participar en decenas de mítines con Yildirim, mantuvo un perfil bajo.

Esta vez, su candidato se centró más en los problemas de los residentes de la ciudad, pasando de hablar de terrorismo y el peligro de Imamoglu para la nación a prometer, entre otras cosas, 10 GB al mes de internet gratuitos. Incluso los turcos pudieron ver por primera vez en 17 años su primer debate electoral, ya que la práctica desapareció con la llegada del AKP al poder.

Estambul ha derrotado a Erdogan dos veces en tres meses. La asociación de Yildirim al político más poderoso en la historia reciente de Turquía no le ha beneficiado, lo que se puede interpretar como una clara advertencia para Erdogan, que desde el intento de golpe de Estado de 2016, inició una campaña para consolidar su poder tirando a Turquía por la autopista hacia el autoritarismo.

Apenas quedan medios de comunicación críticos, la independencia judicial está cuestionada, ha purgado a más de 130.000 opositores de las instituciones (policía, ejército, enseñanza, jueces...) y ha reformado la Constitución para permanecer en el poder hasta 2029. Sin embargo, la realidad para los ciudadanos es un paro de dos cifras y una inflación de alrededor del 18,7%.

Erdogan se queda sin balas para revertir una derrota electoral con implicaciones nacionales. La presión popular impide al presidente suspender de nuevo los resultados y la estrategia de expulsar de su cargo por decreto al nuevo alcalde –tal y como ha hecho en un centenar de alcaldías ganadas por el partido kurdo HDP– es inviable. La alcaldía de Estambul da al opositor CHP la plataforma para combatir al todopoderoso Erdogan.

“Todos sabemos que lleva mucho tiempo construir una democracia. Turquía ha tenido elecciones justas y libres desde 1950. La victoria de la oposición en Estambul no solo demuestra que la democracia en Turquía es resiliente, sino que cuesta mucho tiempo matarla”, señala Cagaptay.

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