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“Mi hermana fue víctima de un travesticidio social, una cadena de violencias que termina con la muerte”

Fotografía de archivo de la activista transexual argentina, Diana Sacayán, durante una visita a La Habana (Cuba)

Cristina Armunia Berges

A Diana la mataron con 13 puñaladas. Y aunque esto sucedió en el año 2015, su legado hace vibrar con fuerza a todo el colectivo LGTBI latinoamericano. El pasado mes de junio la justicia argentina calificó por primera vez en la historia el asesinato de esta defensora de los derechos humanos de “travesticidio” y esto supone un paso enorme para el colectivo travesti-trans argentino.

Sasha Sacayán, hermano de Diana y coordinador del colectivo M.A.L., explica cómo fue el proceso judicial y cómo viven las personas trans en Argentina, donde la esperanza de vida para el colectivo apenas llega a los 35 años. Cada día, se enfrentan a una cadena de violencias brutales: rechazo familiar, obstáculos sanitarios y en educación, prostitución, enfermedades y asesinatos.

¿Cómo definiría a su hermana y por qué es una referente en América Latina?

Diana ha sido una de las creadoras y precursoras de la Ley de Identidad de Género y de la Ley de Cupo Laboral Travesti Trans, que son dos de las leyes más importantes en nuestro país y en todo nuestro territorio. Además, nuestra ley de identidad de género, de 2012, es una de las mejores del mundo porque no patologiza.

Antes de que existieran estas leyes, Diana tenía un gran recorrido en el territorio de La Matanza, que es uno de los más duros de nuestro país. Trabajó en el ámbito de la salud y de la educación, para la inclusión educativa y del empleo de este colectivo.

Fue haciendo un camino político dentro de su propia militancia. Ella ha sido una referente no solo por ser la precursora de estas leyes sino también por haber trabajado sobre el territorio –un barrio pobre– muchísimos años.

También trabajó en otras cuestiones sociales y se convirtió en un símbolo de la lucha por los derechos humanos y en toda una defensora del colectivo travesti-trans.

Era una persona pública, y eso nos permitió convertir el juicio sobre su muerte –por las características de esa muerte– en parte de la historia de la justicia argentina. Porque es la primera vez que se pronuncia sobre las muertes de las personas travestis y trans.

¿Cree que el convertirse en una persona pública y conocida pudo ponerla en peligro?

Sí, yo creo que sí. De todas formas, la situación del colectivo es de una vulnerabilidad impensable. Nosotros mismos, que trabajamos toda esta temática, no pudimos evitar lo que pasó con Diana. El promedio de vida de las personas travestis y trans es de 35 a 40 años; esto habla de la estructura de violencia que existe sobre este colectivo.

Por supuesto que (su asesinato) tiene que ver con que ella haya sido una persona pública, con que además fuera una defensora de los derechos humanos y, además, con que es ella precisamente la que genera unas políticas públicas para la mejora de la vida de ese colectivo. Se atacó a quien estaba generando esas políticas.

Cuando se mata a un referente, muere también parte de su lucha.

Sí, sí, sí. Totalmente. Se está queriendo acallar algo que se dijo o que ese colectivo está diciendo. Por eso, lo que nosotros también planteamos en el juicio era eso. Que a raíz del caso, hemos podido hablar de la violencia estructural que existe sobre el colectivo.

¿Cómo ha vivido la familia este proceso judicial? 

Es una pregunta difícil... por mi parte junto con otra de mis hermanas que también es travesti, militamos siempre con Diana. La militancia es una forma de vida para nosotras desde que éramos niñas. Ha sido difícil y doloroso, pero veníamos de esta escuela y de este trabajo realizado. Veníamos de ser parte generadora de un montón de políticas, entonces, en ese sentido no hicimos más que ponernos a trabajar con lo que ya venía marcado por el trabajo anterior de Diana.

Diana escribía sobre las muertes de las personas trans, no solo datos. También cómo se encontraban esos muertos, cómo eran tratados. Todas esas investigaciones que no habían sido tratadas. Diana escribía notas cuando sus compañeras morían. Hacía referencias no solo al grado de violencia sino a las características de cada muerte y cómo nunca se investigaban esas muertes.

También fundó un diario que trataba la información del colectivo, El Teje. ¿Cómo hacía todo esto? El Teje

Su día a día comenzaba muy temprano. Militaba y trabajaba a todas horas, dedicaba todo el día y toda la noche a esto. Por la noche, en el barrio porque no tenemos oficina, todas las compañeras llegan a cualquier hora a resolver los asuntos. Diana siempre tomaba la responsabilidad de asumir e ir a todos los lados y acompañar a las compañeras donde hiciera falta. No solo escribía las políticas y las leyes, sino que también ponía el cuerpo. Y esa fue una de las características más fundamentales de Diana.

¿La toma de conciencia de la sociedad argentina hacia el colectivo es más lenta de lo que podría suponerse puesto que el país está a la vanguardia en legislación?

Siento que hemos avanzado y hemos logrado muchísimas cosas en la justicia, porque era algo que iba con retraso. Pero es que el movimiento trans y travesti en Argentina tiene muy pocos años, y encima perdimos a Diana y también a la activista Lohana Berkins, que fue otro referente.

Ahora, las que conformamos este movimiento estamos rearmándonos y continuando con el legado que dejaron las compañeras. Pero también, la pérdida de estas compañeras genera un quiebre muy profundo. Y aún con todo esto, hemos logrado lo de la parte que tiene que ver con la justicia.

Gracias a que la respuesta ha sido positiva, vamos a poder plantarnos ante la justicia de otra forma. A la vez, la justicia va a apartar la mirada estigmatizante y que criminaliza nuestros cuerpos y disidencias sexuales. Esto es una victoria.

¿En qué condiciones viven las personas trans y travestis en Argentina?

Son una serie de violencias. Es como una estructura. Nosotros hablamos de travesticido social, que es una serie de cadenas de violencia que existe sobre el colectivo. El último eslabón de esa cadena es el travesticidio, la muerte violenta. Pero después están todas las otras, que son muertes evitables y esas muertes se producen a través de todas estas violencias.

La primera violencia comienza cuando una persona comienza a elegir su identidad sexual y, en la mayoría de casos, es expulsada de sus hogares a una edad muy temprana, durante la niñez y la adolescencia. Después, no tienen un acceso normal a la educación y a la salud. Alrededor de un 90% son arrojadas a la prostitución como única opción de vida.

Estar en situación de prostitución desde que son muy jóvenes, les pone en un grado de vulnerabilidad muy explícito. Además de todas las enfermedades que se adquieren y que son evitables.

Aunque haya muchísimas políticas públicas, una cosa es la ley y otra la realidad. Como movimiento, tenemos que hacer muchísimo trabajo con respecto a la sociedad. También tenemos un Gobierno que no nos ayuda mucho porque nos aplica políticas de ajuste y veta nuestras propuestas de trabajo.

Durante el Gobierno anterior, Diana recibió su documento de identidad con el género cambiado de manos de Cristina Fernández de Kirchner. ¿Cómo vivió su hermana este hito?

Para ella fue muy emotivo y significativo en términos de pensar una sociedad más justa e igualitaria. (Desde este momento), se convierte en una figura más pública y conocida en todo el mundo.

¿Por qué las Madres de Plaza de Mayo son sus grandes referentes?

En Argentina hay muchas clases y nosotras somos gente humilde. Venimos de la pobreza misma. Mi madre tuvo 17 hijos, y convivimos con mucha pobreza y muchas necesidades siempre. La educación en estos lados de mi país ha sido históricamente diferente a la del centro de Argentina.

No hemos tenido acceso a una biblioteca, a un libro o a otra historia contada. Para nosotras, las Madres ha sido lo único que hemos podido recibir como educación. Y a raíz de conocerlas, nos dimos cuenta de que nosotras necesitábamos conocer otras historias también contadas desde otros lugares. Fueron nuestras primeras referentes. Son muy diferentes porque fueron las únicas en las que pudimos agarrarnos cuando éramos jóvenes.

Al conocerlas, tuvimos la posibilidad de pensar en otras perspectivas, que un mundo más digno era posible.

¿En qué tiene que seguir trabajando ahora su colectivo?

Estamos gestionando la sentencia de Diana. Queremos ahondar en las estadísticas a nivel nacional de la muerte de las compañeras. Y queremos seguir trabajando para que se haga realidad la Ley de Cupo travesti y trans, para que estas personas puedan acceder al empleo público.

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