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Alemania se replantea ahora el legado de Merkel: ¿cedió demasiado ante Putin?

Philip Oltermann

Berlín —

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Después de que la guerra en Ucrania llevara al canciller alemán, Olaf Scholz, a hacer un cambio drástico en los principios de la Alemania de la posguerra, la atención está desplazándose hacia sus predecesores, que llevaron al país por un camino estratégico con dirección a Rusia que ha acabado por convertirse en un callejón sin salida.

El conflicto en el Este ha tenido un impacto radical en Alemania, donde Scholz ha dado un giro de 180 grados en su restrictiva postura sobre las exportaciones de armas, ha anunciado un enorme aumento en el gasto militar y ha prometido acabar con la dependencia del gas ruso en su país.

Desde entonces, todas las miradas están puestas en Gerhard Schröder, el contumaz excanciller que en sus últimas semanas en el poder se dio un apretón de manos con Vladímir Putin para ratificar el gasoducto Nord Stream, que pasa por debajo del Mar Báltico. Pocas semanas después, Schröder atravesó sin esfuerzo la puerta giratoria para convertirse en presidente de Nord Stream. El aumento resultante de la dependencia de la energía rusa, según reconocen ahora los políticos en Berlín, puede haber llevado a Putin a creer que Alemania estaría en demasiados aprietos como para apoyar las sanciones económicas conjuntas.

Como lobista a sueldo del gigante energético Gazprom, la motivación de Schröder es transparente. El pasado viernes, Scholz pidió a su compañero de partido y antiguo jefe que rompiera los lazos con las empresas estatales rusas.

Está menos claro por qué el plan de Schröder de expandir los lazos económicos con Rusia siguió también con su sucesora, Angela Merkel, y si lo hizo por pura pasividad o para su ventaja política.

Errores en la era Merkel

En diciembre, cuando Merkel terminó sus 16 años de mandato, los obituarios políticos destacaban elogiosamente su trato con Putin. El apoyo de la excanciller alemana a las sanciones económicas por la ocupación de Crimea, así como el esfuerzo de rescate que empujó para que el disidente envenenado Alekséi Navalni fuera tratado en un hospital de Berlín, daban cuenta de cualquier cosa menos que ingenuidad en sus interacciones con el Kremlin.

Sin embargo, desde la semana pasada se escuchan cada vez más alto las voces que critican que Merkel dejara de lado a los expertos en política exterior y seguridad que le advirtieron que no viera a Rusia como un socio comercial fiable. “Ya es hora de que se haga una evaluación seria de los errores de juicio del Gobierno alemán en sus relaciones con Rusia durante los últimos 16 años”, dice el político del partido de Merkel, Unión Demócrata Cristiana (CDU), y exfuncionario del Bundeswehr [fuerzas armadas alemanas], Roderich Kiesewetter.

“Para gran sorpresa de la OTAN, Francia y Alemania bloquearon en 2008 el Plan de Acción para la Adhesión de Georgia, advirtiendo que Rusia lo interpretaría como una amenaza existencial. Pero cuatro meses después, Rusia invadió Georgia de todos modos. En 2014-2015, cuando Estados Unidos quiso darle armamento a Ucrania tras la anexión rusa de Crimea, Merkel y el entonces presidente francés François Hollande se opusieron a esa estrategia, dedicándose en cambio a los esfuerzos diplomáticos”, dice Kiesewetter a The Observer.

“Pero, a la sombra de esos aparentes éxitos diplomáticos, Rusia siguió aumentando su amenaza militar”, apunta.

Pragmatismo económico

También hay nuevos interrogantes sobre el apoyo inquebrantable de Merkel al proyecto Nord Stream, cuyo primer gasoducto inauguró en una ceremonia en 2011. “Con Nord Stream, ahora queda en evidencia que Alemania fue engañada por la parte rusa: esto siempre fue un proyecto político y no comercial”, dice Kiesewetter. “Alemania nunca abordó la dimensión europea y de seguridad del proyecto”, indica.

Durante el primer mandato de Merkel, una cierta ingenuidad hacia el proyecto del gasoducto podría explicarse por su acuerdo de reparto del poder con un Partido Socialdemócrata (SPD), todavía moldeado a imagen y semejanza de Schröder, y con los ministros de centroizquierda en los estados del noreste de Alemania, de simpatías abiertamente prorrusas, especialmente en Mecklemburgo-Pomerania Occidental.

“En su estado natal y su circunscripción, Nord Stream siempre fue una empresa extremadamente popular”, dice Claudia Müller, delegada de Los Verdes de la misma región. “En efecto, cuando se trataba de Rusia, Mecklemburgo-Pomerania Occidental ejercía entre sombras su propia diplomacia”, indica.

Incluso después de su reelección en 2009, Merkel apoyó la continuación y ampliación de un gasoducto, insistiendo durante años en que se trataba de un “proyecto económico”, aunque más tarde reconociera que ciertos “factores políticos” no podían ignorarse.

“El pragmatismo económico en el trato con Rusia no era solo un rasgo del romanticismo de los socialdemócratas”, dice Jana Puglierin, directora de la oficina de Berlín del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. “Merkel también creía que a través del comercio se podía integrar a Rusia a un sistema multilateral y, por tanto, a un orden basado en normas. Incluso después de 2014-2015, cuando sonaron las alarmas, compartimentó el problema. Simplemente no lo convirtió en una cuestión política”, indica.

Dinero ruso para salvar empresas alemanas

Investigaciones de Policy Network Analytics, una red de inteligencia de datos sin ánimo de lucro que conecta las decisiones políticas con las inversiones económicas estratégicas, sugieren que la dimensión política de Nord Stream puede haber sido más evidente para ella de lo que ha dejado entrever. Merkel se crió en el noreste de Alemania, donde ganó un mandato directo en una circunscripción que incluye la isla de Rügen, en el mar Báltico. En el sistema político federal no se espera que los parlamentarios actúen como amplificadores de sus propias preocupaciones regionales, menos aún los cancilleres.

Sin embargo, en el verano de 2009 su estado natal se coló en la agenda nacional: la empresa naviera Wadan Yards, con sede Schwerin y en Rostock, se declaró insolvente. A tres meses de las elecciones nacionales, Merkel se enfrentaba a la humillante pérdida de 2.700 puestos de trabajo en su tierra natal.

Seis semanas antes de que el país acudiera a las urnas, la oficina de prensa de Merkel anunció un avance importante: “El rescate de Wadan Yards se aproxima”. En una reunión celebrada en Sochi, Merkel y el presidente ruso, Dmitri Medvédev, habían negociado un acuerdo mediante el cual los astilleros serían comprados por Vitaly Yusufov, salvando así la mitad de los puestos de trabajo de la empresa. Hasta entonces, Yusufov, de 29 años, había trabajado como jefe de las oficinas moscovitas de cierta empresa rusa de gasoductos: Nord Stream AG. Su padre, Igor, había sido ministro de Energía durante el primer mandato de Putin y en ese momento coordinaba las cooperaciones energéticas de Rusia como enviado especial.

“Hubo una presión política considerable para que Wadan Yards fuera rescatada y es discutible que el acuerdo se hubiera llevado a cabo tan rápidamente sin ella”, dice Klaus-Peter Schmidt-Deguelle, un asesor de comunicación que formaba parte del consejo asesor de la empresa en ese momento.

Ya en aquel entonces se rumoreaba que el anterior propietario insolvente de los astilleros, el inversor ruso Andrei Burlakov, simplemente había sido un “hombre de paja” para una red de blanqueo de dinero de la mafia rusa, acusación que también hizo la Fiscalía española que investigaba las actividades de los delincuentes rusos en España. (La fiscalía estatal de Schwerin suspendió en 2012 una investigación penal sobre el blanqueo por falta de cooperación de la parte rusa).

“Si Burlakov era un hombre de paja, en algún momento dejó de desempeñar ese papel, o de lo contrario todavía estaría vivo”, dice Schmidt-Deguelle. En septiembre de 2011, un sicario asesinó a tiros al inversor ruso en un restaurante en Moscú.

Sin respuestas

Según el comunicado alemán sobre la reunión en Sochi, Merkel y Medvédev no solo discutieron un acuerdo para rescatar a Wadan Yards, sino también una posible inversión rusa en el fabricante de automóviles alemán Opel, que atravesaba dificultades, y en la empresa de microchips Infineon. Ninguno de esos planes se materializó, para disgusto de Moscú. Sin embargo, medios de comunicación rusos informaron de que los dos líderes también iban a discutir una “cooperación energética”.

Según Nord Stream AG, la planificación del segundo gasoducto se puso en marcha dos años después, aunque sus orígenes exactos nunca han sido comunicados abiertamente.

Al preguntar The Observer por correo electrónico si la cooperación energética de la que se habló en Sochi era el gasoducto Nord Stream 2 y si las cooperaciones económicas debatidas estaban supeditadas unas a otras, la oficina de Merkel se negó a dar una respuesta, remitiéndose en cambio a la única declaración pública hecha por la excanciller desde el inicio de la guerra en Ucrania.

“No existe justificación para esta flagrante violación del derecho internacional”, dijo Merkel cuatro días después del inicio de la invasión rusa. “Esta guerra de agresión por parte de Rusia marca un profundo punto de inflexión en la historia de Europa después del final de la Guerra Fría”, indicó.

Traducción de Julián Cnochaert.

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