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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Lo que es un escándalo son los vínculos del Partido Conservador británico con Rusia y Arabia Saudí

Al Partido Conservador lo tienen en el bolsillo las grandes potencias que representan una amenaza hacia la seguridad nacional del Reino Unido. Es un escándalo nacional que ha tenido una repercusión grotescamente escasa y se ha perdido en medio de la campaña conservadora para deslegitimar al partido laborista con falsas acusaciones de traición.

Si el laborismo hubiera recibido casi 925.000 euros de oligarcas y empresas vinculadas a Rusia en los últimos 20 meses -–y 3,4 millones de euros desde 2010–, los medios de comunicación estarían enloquecidos con el tema. Pero como se trata del Partido Conservador, nadie grita “¡Traición a la Patria!” ni los acusa de pactar con potencias extranjeras ni de amenazar la seguridad nacional.

Cuando se le preguntó por las donaciones rusas al partido conservador, el ministro de Hacienda Philip Hammond se negó a devolver el dinero. “Hay personas en este país que son ciudadanos británicos de origen ruso”, argumentó. “No creo que debamos mancillarlos ni ensuciarlos relacionándolos con Putin”. Mirad qué nobleza: un conservador luchando contra la demonización de los inmigrantes.

Pero antes de sacar los banderines, examinemos una donación a modo de ejemplo. En 2014, Lubov Chernukhin, esposa del exviceministro de Hacienda de Rusia, pagó la espléndida suma de 180.000 euros por jugar al tenis con David Cameron y Boris Johnson. En total, desde 2012, cuando la Comisión Electoral la declaró inicialmente “donante no permitida”, antes de que finalmente le permitieran donar, esta mujer entregó a los conservadores 580.000 euros.

Propongo pensar qué pasaría si el Partido Laborista recibiera más de medio millón de euros de la esposa de un ministro cubano. Ni siquiera se discutiría que esto representa una escandalosa relación económica con el régimen de Cuba. Otros ejemplos incluyen 450.000 euros de Gérard Lopez, un empresario que es miembro de la junta directiva de una empresa relacionada con bancos rusos que han recibido sanciones durante la crisis de Ucrania.

Pero la cosa va aún más lejos. Hasta octubre pasado, diputados conservadores habían recibido cuatro veces más dinero proveniente de la cadena televisiva estatal rusa Russia Today que los parlamentarios del Partido Laborista: se agradece que el portavoz socialista de Haciend, John McDonnell, haya dicho que sus colegas no deberían volver a salir en esa cadena de televisión.

Es conocida la dependencia del Partido Conservador de las donaciones de la industria financiera. Las decenas de millones de euros que caen en los fondos de financiación de los conservadores no son meros actos de caridad o generosidad.

Por ejemplo, en 2011, el Financial Times informó de que “incluso los donantes confiesan que el deseo de los parlamentarios conservadores de bajar el tope del impuesto a la renta se debe a la cercanía de estos donantes del sector financiero al partido”.

Este mismo sector financiero londinense está atiborrado de dinero sucio proveniente de Rusia. No sorprende entonces que en 2014 un documento secreto del Gobierno reveló los planes de impedir cualquier sanción contra Rusia que perjudicara al sector financiero.

El laborismo ha intentado que se aprueben leyes que impidan que ciertos rusos entren al Reino Unido o al menos bloquear sus activos: qué misterioso parece ser que los conservadores hayan rechazado esa ley por “razones técnicas”.

Luego están los vínculos con otros regímenes que combinan el desprecio por los derechos humanos con amenazas a nuestra seguridad nacional. Por ejemplo, Arabia Saudí, con un régimen totalitario y fanático que corta la cabeza a los homosexuales y los disidentes, que trata a las mujeres de una forma que sólo puede llamarse bárbara, y que exporta extremismo internacional. Más o menos en los dos años siguientes a que comenzaran los bombardeos sobre Yemen –con armas británicas–, los parlamentarios conservadores recibieron 112.000 euros del régimen de Arabia Saudí, disfrazados como regalos, gastos de viajes y pagos por servicios de consultorías. Hammond fue uno de los beneficiados: recibió un reloj valorado en 2.200 euros de parte del embajador saudí.

Además, en los últimos cinco años, Arabia Saudí y otras autocracias gastaron más de 790.000 euros en viajes de lujos para parlamentarios británicos, de los cuales el 80% pertenecían al Partido Conservador. De ese dinero saudí, 225.000 euros fue destinado a pagar excursiones para 41 parlamentarios británicos, de los cuales 40 eran conservadores.

¿Por qué habrían de hacer eso? ¿Podría ser que –dado que nuestros parlamentarios no reciben nada de parte de nuestros aliados democráticos para este tipo de viajes– esto sea una clara ofensiva de relaciones públicas, un intento de asegurarse la influencia sobre el Gobierno conservador?

De hecho, Rehman Chishti –el recientemente nombrado vicepresidente para comunidades en el Partido Conservador– recibió 2.250 euros al mes del Centro de Investigación y Estudios Islámicos Rey Faisal, con base en Riad, entre marzo de 2016 y enero de 2018. Aunque la Comisión de Ética Parlamentaria no vio razones para investigar, vale la pena mencionar su ferviente simpatía por el régimen saudí.

Su actividad en Twitter incluye alardear de haber sido felicitado por el dictador saudí al ser reelegido como parlamentario en 2015, presentar charlas ofrecidas por funcionarios saudíes, y encabezar la delegación parlamentaria conservadora a Arabia Saudí.

Su colega, Daniel Kawczynski, sale en televisión para justificar el sangriento ataque saudí contra Yemen, se jacta de haber escrito “el libro más a favor de Arabia Saudí jamás escrito por un político británico”, pero luego amenaza con iniciar acciones legales cuando se relaciona su libro con un viaje que costó 7.500 euros y que pagó el régimen saudí.

Y luego está el corazón financiero de los conservadores. La dictadura de Qatar tiene tres veces más propiedades en Londres que la reina, y más que el Ayuntamiento. De hecho, la Autoridad de Inversión Catarí es dueña de Canary Wharf, el rascacielos Shard y Harrods. Hablemos claro: el régimen catarí ha apoyado a organizaciones extremistas y terroristas, y lo mismo han hecho personas muy ricas que viven en ese país.

Como dijo Paddy Ashdown en 2015, David Cameron no presionó a Qatar y Arabia Saudita para que dejen de financiar al terrorismo, lo cual hizo que Ashdown se preguntase “sobre los estrechos vínculos del Partido Conservador con personas muy ricas del Golfo Árabe”. Tengamos en cuenta la negación de Theresa May a publicar un informe sobre la financiación extranjera del extremismo. Eso no habría sentado bien a los países del Golfo, que son tan cercanos a los conservadores, ¿verdad?

Qué farsa. Organizan una campaña de desprestigio contra Jeremy Corbyn, pintándolo como un traidor, basándose en el testimonio de un única fuente de la antigua Checoslovaquia. Y mientras tanto, los conservadores están envueltos en una red manejada por los regímenes ruso y del Golfo.

En Salisbury, cientos de personas están en este momento lavando sus pertenencias después de que se encontraran restos de un agente tóxico en un restaurante del que se sospecha que fue el lugar donde un exespía ruso, su hija y un policía británico fueron envenenados.

¿Cómo es que es aceptable que los conservadores acepten dinero de Rusia o Arabia Saudita? ¿Cuáles son las implicaciones prácticas de esto? ¿Y cómo es que los medios de comunicación no se escandalizan por esto? Las respuestas a esas tres preguntas nos obligan a denunciar esa realidad.

Traducido por Lucía Balducci