Parecía imbatible. Pero ha sido derrotado por los suyos. Donald Trump consiguió lo que nadie había logrado: ser presidente de EEUU después de haber sido condenado por 34 delitos por sobornar a una actriz y tras alentar el asalto al Capitolio. Y volvió a ser presidente ganando en todos los estados en disputa y, también, en voto popular. Ni siquiera hizo falta esperar varios días para el recuento: la misma noche del 5 de noviembre cantó victoria.
Trump llegó a la Casa Blanca en enero a golpe de decreto, firmando órdenes ejecutivas de todo tipo, desafiando los límites del Poder Ejecutivo y de la Constitución. Muchas de sus medidas están pendientes de resolución por el Tribunal Supremo, pero su actitud desafiante, sabiendo que controla a seis de los nueve magistrados, y que tiene mayoría absoluta en el Senado y la Cámara de Representantes, le han hecho sentirse intocable.
Hasta esta semana. Esta semana ha descubierto que no es imbatible; se ha visto vulnerable y se ha sentido traicionado por los suyos: porque le han fallado al firmar con los demócratas una ley para desclasificar los archivos de Epstein; porque su hasta ahora trumpista número 1, Marjorie Taylor Greene, quien anunció su dimisión este viernes por la ruptura con Trump, se alineaba con la oposición en el caso Epstein y, además, se revolvía contra los comentarios de Trump en relación con la falta de talentos en EEUU para justificar el mantenimiento de los visados HB1, aun con sobrecoste de 100.000 dólares.
A partir de ahí, la congresista por Georgia fue rebautizada como Marjoirie 'Traitor' Greene. Greene, además, ha incidido en un asunto que está atravesando a todo el mundo MAGA: “La influencia de Israel en el Gobierno de EEUU”.
Hasta tal punto está agitando eso el trumpismo, que una de sus principales referentes, Laura Loomer, decía esta semana que el Partido Republicano tiene un problema con el nazismo.
El origen de la polémica más reciente en relación con el nazismo tiene que ver con el aval de parte del trumpismo al líder supremacista Nick Fuentes, entrevistado recientemente por el ex presentador de Fox Tucker Carlson, y que contó con el aval del director de la conservadora Heritage Foundation y la ausencia de crítica por parte de Donald Trump.
En aquella entrevista, Fuentes decía que una de las principales amenazas de Estados Unidos en la actualidad era “el judaísmo organizado” y alertaba de los riesgos de la doble lealtad –país vs. religión–.
Y esta misma semana, en la que Marjorie Taylor Greene se manifestaba con las víctimas de Jeffrey Epstein en el Capitolio contra la cúpula de su partido, decía: “Esto es lo que logramos al luchar con tanta fuerza contra las personas más poderosas del mundo, incluido el presidente de los Estados Unidos. Un hombre por el que luché durante seis años, y a quien le brindé mi lealtad incondicional, me llamó traidora. Nunca le debí nada, pero luché por él, por sus políticas y por poner a Estados Unidos primero, y me llamó traidora por apoyar a estas mujeres y negarme a retirar mi nombre de la petición. Permítanme decirles qué es un traidor: un traidor es un estadounidense que sirve a países extranjeros y a sus propios intereses”.
Taylor Greene, como Fuentes o Carlson, se alinea con quienes hablan de la mano negra de Israel cooptando gobiernos extranjeros hasta el punto de atribuir el carpetazo del caso Epstein a una supuesta obediencia con Israel.
Ya en julio, Tucker Carlson, en una cumbre ultra de la organización del asesinado Charlie Kirk, TPUSA, hablaba de los hipotéticos vínculos de Epstein con Israel para explicar que la Administración Trump enterrara el caso, y sostenía que el depredador sexual trabajaba para Tel Aviv y que el Gobierno israelí, así, estaba cometiendo delitos en suelo estadounidense. “¿Qué demonios es esto?”, se preguntaba: “Tienes al ex primer ministro israelí viviendo en tu casa. Has tenido todos estos contactos con un gobierno extranjero. ¿Estabas trabajando para el Mossad? ¿Estabas llevando a cabo una operación de chantaje en nombre de un gobierno extranjero? Por cierto, todo el mundo en Washington DC, no conozco a ninguno que odie a Israel, pero nadie se atreve a decirlo. ¿Por qué? Cuanto más tiempo sigamos con este juego, más turbia, siniestra y odiosa se vuelve la conversación. Así que creo que es mejor decirlo directamente”.
El eje israelí de la conversación MAGA no pasa por denunciar el genocidio en Gaza en absoluto, sino por acusar al Gobierno israelí de injerencias en EEUU y a la Administración Trump de plegarse ante las necesidades de Benjamín Netanyahu en su reordenación geopolítica de Oriente Medio.
El propio Steve Bannon, antiguo estratega de Trump al inicio de su primer mandato, discutía hace unos días con Laura Loomer sobre la necesidad de derrocar a Benjamín Netanyahu, cuyo indulto ha pedido Trump por los delitos de corrupción de los que se le acusan: “Si el gobierno israelí hubiera actuado con honestidad con nosotros, no habríamos tenido este problema. Son unos mentirosos. Han sido unos mentirosos descarados. Dieron información falsa. Así que no voy a dejar que esto quede sin respuesta, esto es una farsa. El gobierno de Netanyahu ha sido atroz, y necesitamos un cambio de Gobierno en Jerusalén, y lo necesitamos de inmediato. Han mentido al Gobierno estadounidense. Han mentido al pueblo estadounidense constantemente. Hablan del síndrome de delirio israelí. No es un delirio. No es el síndrome de delirio israelí. Yo ciertamente no lo tengo. Lo que tengo es el proyecto del Gran Israel que el pueblo estadounidense nunca aprobó. La administración Trump nunca lo aprobó. Eso es cosa de Netanyahu. Necesitamos un cambio de régimen en Jerusalén, y lo necesitamos esta noche”.
Loomer, por su parte, argumenta: “Cuando vemos a los principales podcasters diciendo que los judíos estadounidenses son desleales, diciendo que Trump está controlado por judíos, diciendo que los judíos deberían autoexiliarse a Israel, a la Generación Z glorificando a Hitler y haciendo saludos nazis por todo TikTok, a Tucker Carlson diciendo que quienes mataron a Jesús mataron a Charlie Kirk, la aceptación de videos que retratan a los judíos como cucarachas, y personas diciendo que Hitler era genial y que deberíamos haberle dejado ganar la Segunda Guerra Mundial... Eso es un problema nazi. Si el Partido Republicano no aborda esto, entonces merecen perder las elecciones de mitad de mandato. Y sí, nos costará las elecciones de mitad de mandato. Jugar a ser nazis y hablar obsesivamente de Israel no atrae a los estadounidenses de a pie. Decirles a los sionistas cristianos que son LA PEOR GENTE DEL MUNDO no va a ganar elecciones. Tenemos un problema nazi en el Partido Republicano. Y los musulmanes de la izquierda están encantados con esto porque ellos también quieren lanzar retórica nazi contra los judíos. Probablemente, perderemos las elecciones de mitad de mandato por esta fiesta nihilista de amor nazi. Estaré aquí para decirles que se lo advertí”.
En este sentido, es llamativa la actitud tanto del presidente de EEUU, Donald Trump, como su vicepresidente, JD Vance, a quien señala Loomer por su condescendencia con los acercamientos al supremacista Nick Fuentes. Al mismo tiempo, Trump respalda a Carlson al señalar: “He tenido grandes entrevistas con él, no puedes decirle a quién tiene que entrevistar”.
Trump: “Faltan talentos en EEUU”
Donde también ha encontrado Trump malos gestos entre los suyos ha sido por los giros que está dando en temas sensibles para su base como los relacionados con la migración.
Marjorie Taylor Greene también ha marcado claras distancias con Trump con los visados para mano de obra cualificada exterior –H1B–.
“Primero, Estados Unidos, y solo Estados Unidos”, escribió Greene el miércoles en X.
Trump afirmó esta semana que Greene estaba “complaciendo a la oposición”. Y añadió: “Es una buena mujer, pero no sé qué le ha pasado. Ha perdido el norte. Creo que, políticamente, sus electores no estarán contentos. Ya me están llamando personas que quieren disputar su puesto en primarias en Georgia. Y, la verdad, es una lástima. Ha perdido una excelente reputación. Y cuando dice: 'No viaje al extranjero'... Si no hubiera ido, quizás ahora mismo estaríamos en guerra con China”.
La polémica nace de una entrevista de Trump en Fox donde, a una pregunta directa sobre los visados H1B, que él mismo encareció hace unos meses para restringirlos, el presidente de EEUU reconoce que falta “talento” en EEUU.
A raíz de ahí, se desata una tormenta perfecta: el líder del Hacer Grande América de Nuevo afirma que falta talento en América. Y su amigo Bannon salía al rescate culpando a sus asesores... Y reclamando el cierre del programa de visados H1B que el propio Trump reivindicaba.
Decepción MAGA
Steve Bannon y otras personalidades de MAGA ven cómo los votantes de clase trabajadora —los soldados rasos de su movimiento— están siendo perjudicados por los ricos y poderosos que pasan mucho tiempo con Trump, explica Axios, citando a Bannon: “Trump conoce la base de su movimiento mejor que nadie, pero gran parte de su base siente que [está dedicando] demasiado tiempo a Palestina y no el suficiente a East Palestine [Ohio]”.
Al mismo tiempo, toda esta polémica en torno a Nick Fuentes ha hecho mella entre sus protagonistas. “El hecho más desalentador de los últimos nueve meses es que grandes sectores del Partido Republicano institucional odian la libertad de expresión tanto como la izquierda”, decía Tucker Carlson al New York Times: “Son tan censores como cualquier activista menopáusica de Black Lives Matter de pelo azul. Y yo no lo sabía. Y estoy asqueado. Me siento traicionado. Me lo tomo como algo personal”.
“Durante una reciente visita a Washington DC, de lo que todo el mundo hablaba era de lo evidente que era la corrupción”, publicó Mike Cernovich, una voz destacada de MAGA, en X: “Está a niveles que se leen en los libros de historia. En casi todos los departamentos. Mucha gente se pregunta: '¿Acaso creen que los demócratas nunca ganarán y que se saldrán con la suya?'”
Dentro del MAGA crece la crítica al acceso de los jerarcas tecnológicos en el Despacho Oval, y la atención que Trump presta a las criptomonedas, el salón de gala de la Casa Blanca y los viajes al extranjero.
Raheem Kassam, una de las principales voces de MAGA y antiguo aliado de Bannon, escribió en The National Pulse: “El presidente Trump, según muchos, debe regresar rápidamente a sus raíces populistas y a sus promesas de campaña, en lugar de complacer a los jefes de las grandes farmacéuticas o de los grandes bancos”.
Curvas en lo económico
El cierre del Gobierno está retrasando la recopilación de datos clave como los del empleo y la inflación. Y este jueves se publicaron los del empleo de septiembre, que arrojaron la buena noticia de 119.000 contrataciones, que suponen un ascenso con respecto a meses anteriores, pero la tasa de desempleo subió hasta el 4,4%, lo cual supone una alarma que demuestra que la política proteccionista de Trump no termina de funcionar.
Del mismo modo, ha reculado en algunos aranceles para intentar atajar el precio de la cesta de la compra de la ciudadanía estadounidense con acuerdos con Argentina, Brasil, Ecuador y El Salvador para retirar gravámenes a productos de primera necesidad como la carne de res, el café, el tomate y el plátano en la búsqueda de aliviar el coste de la vida de las personas.
“Después de casi cinco años de precios elevados, muchas personas de clase media pensaban que la vida sería más asequible a estas alturas”, decía este The Wall Street Journal: “El coste de los bienes y servicios es un 25% superior al de 2020. Aunque la tasa de inflación está por debajo de su máximo de 2022 [está en el 3% ahora], algunos productos básicos como el café, la carne picada y las reparaciones de automóviles han subido notablemente este año. Los problemas relacionados con el coste de la vida llevaron a los votantes a inclinarse por candidatos que prometieron abordar lo que muchos consideran ahora una crisis de asequibilidad. Problemas similares afectaron la campaña de reelección de Joe Biden el año pasado y recientemente han influido en los índices de aprobación del presidente Trump”
En efecto, la aprobación de Trump ha caído a un 38%, siendo la más baja desde su regreso a la Casa Blanca de acuerdo con un sondeo, realizado del 14 al 17 de noviembre, por Ipsos y la agencia Reuters, que señala que solo el 20% de los estadounidenses está conforme con la Administración republicana, y de ellos el 44% son republicanos.
Alerta roja electoral
El revolcón de Nueva York, Nueva Jersey y Virginia del 4 de noviembre, a un año de las elecciones legislativas de noviembre de 2026 donde se ponen en juego la Cámara de Representantes y un tercio del Senado ha desatado alarmas en los republicanos, que han visto cómo pueden cambiar las tornas por pequeños detalles.
Eso les ha hecho girar en torno a los archivos de Epstein, del mismo modo que está haciendo girar a Trump con los aranceles y con el discurso de los costes de la vida, que es lo que prendió en la campaña electoral de Zohran Mamdani en Nueva York: la ciudad vida, la affordability como repiten ahora una y otra vez en EEUU.
“El presidente Trump siempre ha desafiado las leyes de la gravedad política, mostrándose aparentemente inmune a los reveses que hundirían a cualquier otra figura y ajeno a los altibajos tradicionales de los ciclos electorales”, decía este jueves por la noche The New York Times: “Pero su claudicación en la lucha por la publicación de los archivos de Epstein, y otros acontecimientos recientes, sugieren que, en lo que respecta al Congreso, el presidente está sujeto al menos a algunas de las mismas presiones que sus predecesores, a medida que surgen los primeros indicios de su condición de pato cojo”
Pato cojo, la expresión adjudicada a los presidentes salientes y a los que cada vez se les hace menos caso porque tienen los días contados también la ha utilizado esta semana Axios, entre otros medios. Es decir, el presidente Trump, que hasta ahora parecía imbatible, esta semana se ha dado cuenta de que es vulnerable. Pero no sólo él, también el resto de su partido, la oposición, los medios de comunicación y la ciudadanía estadounidense.
A partir de aquí, se puede estar entrando en una nueva fase de la presidencia de Trump.