“La crisis ha sido una ventana de oportunidades para reavivar la lucha feminista”
La ecología y el feminismo se dan continuamente la mano en el discurso de Rosa Martínez. La coportavoz de Equo considera que ambas son indisolubles, del mismo modo que tiene claro que la política se queda coja si no tiene en cuenta las barreras que impone el planeta. Plantea el progreso en clave de igualdad y crecimiento limitado y cree que la crisis, además de recortar los derechos de las mujeres, ha servido para que el feminismo alce la voz más fuerte que nunca.
Asegura que su lucha le lleva cada día a buscar alternativas a los modelos que nos vienen dados y que llegó a la política de la mano de Equo porque, tanto el fondo como la forma, le convencieron para dar el paso. Es leonesa y madre de dos hijos. Vive en Bilbao y acude a las elecciones generales en la candidatura de Unidos Podemos porque cree que es la forma de alcanzar “una sociedad más justa y sostenible, en la que la ciudadanía tenga la palabra y pase a la acción”.
¿Cuáles son los puntos de encuentro entre la ecología y el feminismo?
El principal punto de encuentro es lo que desde el ecofeminismo se llama 'la sostenibilidad de la vida'. Como sociedad hemos priorizado otros valores y otros objetivos, sobre todo lo económico, por encima de la vida entendida como el bienestar, la calidad de vida, el desarrollo personal y profesional de las personas, etcétera.
La vida hay que cuidarla, y ese trabajo de cuidados en los que las personas necesitamos que nos cuiden porque somos demasiado jóvenes, demasiado mayores o estamos enfermos, lo hacen las mujeres en todo el mundo. Y esa parte de cuidados hay que saber encuadrarlo con una economía, con una manera de ser y de estar en el planeta que tenga en cuenta precisamente ese equilibrio necesario, sin que el peso recaiga totalmente en las mujeres.
¿Cómo se traduce todo eso en la práctica?, ¿cuáles son las políticas más inmediatas que habría que poner en marcha para avanzar en esa línea?
La más inmediata, la que está ya encima de la mesa, es el igualar los permisos de maternidad y paternidad en tiempo y hacerlos transferibles. Cuando hay que tomar una decisión es siempre la mujer la que la toma. Eso no se cuestiona y aunque queramos verlo como una decisión individual no lo es porque cuando el 80 o el 90% de las mujeres toman esa misma decisión, quiere decir que hay una base cultural detrás que la perfila. Es la base del feminismo: 'lo personal es político', no se trata de decisiones personales sino sociales.
Pero además de esa medida más inmediata, hay que replantearse todo el modelo productivo, desde los horarios, qué tipo de sectores, qué manera de trabajar tenemos, qué entendemos por empleo, qué entendemos por trabajo, cómo nos lo repartimos... Ahí hay que decidir en qué sectores invertimos, qué marco de relaciones laborales establecemos, a qué damos prioridad, qué hacemos como servicios públicos, cómo los enfocamos, hacia dónde vamos... Desde luego el problema no se soluciona con una sola norma.
La crisis económica y social ha hecho que los movimientos sociales tomen más fuerza. Pero esa misma crisis también ha supuesto importantes recortes para la ecología o el feminismo. ¿Cuáles han sido sus efectos en este ámbito?
Yo no hablaría sólo de crisis social o económica sino de crisis global o crisis 'civilizatoria' porque también hay crisis política porque las instituciones no están sabiendo dar respuesta, y también una crisis ecológica ya que los recursos del planeta nos van a marcar límites, nos van a poner barreras que nos dejan claro que no podemos seguir viviendo como hasta ahora. Todo ese replanteamiento nos lleva a buscar propuestas para dar respuesta a esas cuatro crisis.
Es verdad que ahora las personas están más politizadas, han salido a la calle y son más conscientes de sus derechos. También es cierto, y está constatado con estudios muy precisos por ejemplo en Grecia, que los recortes en servicios públicos han afectado sobre todo a la igualdad de género, porque los recortes en educación infantil hacen que las mujeres tengan que reasumir toda esa parte de cuidados que la sociedad estaba asumiendo. También porque la precarización del mercado laboral o el desempleo que afecta más a las mujeres, hace que nos quedemos más en casa y tengamos menos oportunidades que los hombres. Esto reduce la independencia económica de las mujeres y, en los casos más extremos, el origen de la desigualdad es la desigualdad económica. Y eso se ve muy claramente en las violencias machistas, el hecho de que una mujer tenga la independencia de poder abandonar a su pareja en caso de violencia, es clave.
Pero también creo que el feminismo ha ganado mucho espacio en política. Era impensable hace dos o tres años una multitudinaria manifestación contra la violencia machista como la que hubo el pasado mes de noviembre, o una campaña tan centrada en la igualdad, en los cuidados, en la violencia...
Creo que la crisis ha tenido consecuencias para los derechos de las mujeres pero también ha sido una ventana de oportunidades para reavivar la lucha feminista que llevaba muchos años dormida. A día de hoy nadie cuestiona la igualdad de género ni que es una cuestión de sentido común. La clave está en que ese sentido común no se quede en un lavado de cara. Hay que luchar por políticas feministas de verdad que reviertan el papel de la mujer.
Hablaba de los límites que nos impone el planeta y al mismo tiempo escuchamos hablar continuamente del necesario crecimiento, ¿hasta dónde?
Hay una frase que dice que 'hablar de crecimiento infinito en un planeta finito, o eres un loco o eres un economista'. Ese es el paradigma en el que nos movemos. El crecimiento económico tiene que tener una base natural que tiene límites porque el planeta hoy en día no se regenera con la rapidez con la que nosotros consumimos recursos, y hablo de recursos energéticos, agua, usos de suelo, calidad del aire o calidad con la que la atmósfera se regenera. Hablo realmente de una crisis económica cuya principal consecuencia es el cambio climático.
Tenemos que replantearnos todo si queremos una supervivencia digna para la mayoría de la sociedad. Y hay un punto de no retorno que son los Acuerdos del Clima de París. Ese objetivo “ambicioso” de mantener el aumento de la temperatura por debajo de los dos grados, implica un punto de no retorno en las políticas industriales, energéticas y de emisiones. Los ecologistas hemos ganado la hegemonía cultural, ya nadie niega el cambio climático y todo el mundo, al más alto nivel institucional, ha reconocido la urgencia de actuar. Ahora toca que la clase política esté a la altura y las políticas de cada país respondan ante esta urgencia.
Decir que no podemos crecer por encima de unos límites puede resultar bastante impopular, ¿es posible construir un discurso mayoritario con esa base ecofeminista?
Yo creo que el discurso verde de transformación del modelo productivo tan transversal que afecta a todas las áreas de la política (educación, sanidad, economía, infraestructuras, política exterior), es también transversal a todos los problemas que tenemos y puede concitar muchos apoyos y así se ha visto en Austria. Ha sido el partido verde el que ha conseguido atraer a votantes de todo el espectro político para hacer frente a la extrema derecha.
Los partidos tradicionales, la socialdemocracia y la democracia cristiana, no han sido capaces de entender ni de dar respuesta a las expectativas políticas y sociales en una sociedad que se enfrenta a unos retos. Y ahí se han abierto dos respuestas de nuevo cuño: la verde y la de la ultraderecha. Esa transversalidad de tocar muchas áreas y dar solución a muchos problemas, puede traer también a muchos votantes y apoyos de distintos sectores sociales en un momento en que las etiquetas políticas ya no son tan férreas, son mucho más líquidas de lo que eran antes. Sobre todo porque nadie puede estar en contra de respirar mejor aire, de la creación de empleo que supondría el cambio de modelo (hasta dos millones de puestos en España), de tener alimentos seguros sin herbicidas que pongan en peligro la salud de sus hijos.
Las propuestas verdes ponen encima de la mesa que en el siglo XXI los derechos de las personas sólo se pueden asegurar si aseguramos un uso de los recursos justo, democrático y sostenible. Esa es la transversalidad y todo lo demás es un relato en torno al crecimiento y al paradigma neoliberal en el que el beneficio económico está por encima de los derechos. La propuesta verde es darle la vuelta y poner por encima los derechos pero desde el respeto al entorno en el que vivimos.
La izquierda tradicional ha puesto sobre la mesa que vivimos en un sistema explotador de las personas y la justicia social hace hincapié en el valor de las personas. Las propuestas verdes tienen además en cuenta otra pata que es la cuestión medioambiental y ecológica porque si no la tenemos, supondrá un doble golpe a los derechos de las personas, por un lado el del sistema económico y por otro todas las cuestiones que impactan en la vida de las personas.
Este discurso supone un choque frontal con el sistema capitalista tal como está estructurado.
Exacto. Y creo que es precisamente a lo que debemos aspirar como sociedad. Cuando hablamos del buen vivir de las personas, de tener las necesidades básicas cubiertas, de tener un desarrollo social, personal y profesional, una economía al servicio de las personas teniendo en cuenta los límites del planeta, de tener una mayor participación en las instituciones... Todo eso se asegura cuando hay igualdad de oportunidades ya que eso supone que, sea cual sea tu punto de partida social, económico, de género o de raza, no influya en la vida que vas a llevar. Y a día de hoy desde luego no existe esa igualdad de oportunidades. Tu lugar en el mundo a día de hoy es determinante. Se ha hablado siempre del punto de partida socioeconómico pero el género, que es lo que más determina el tipo de vida que vas a llevar, se ha dejado fuera.
Llama la atención que este discurso lo pronuncien casi siempre mujeres. En la charla que ha dado en Logroño ha estado en una mesa rodeada de ellas, cuando la realidad es que la desigualdad es un problema de la sociedad y no de las mujeres.
Una sociedad igualitaria, efectivamente, es responsabilidad de todos. Llama la atención que siempre los actos los lideren las mujeres pero si en una tertulia de televisión sólo hay hombres, nos parece lo más normal. Sí que es verdad que el feminismo debe ser una cuestión de todos y me encantaría que hubiese más hombres en política hablando de feminismo y sobre todo practicándolo. Pero también creo que es importante que las mujeres aportemos nuestra visión de lo que está pasando y cómo nos sentimos porque es muy fácil para un hombre decir que no hay discriminación si no la ha vivido.
0