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La Cueva Bonita, Capilla Sixtina del Atlántico

Martín Macho / Martín Macho

El contorno de La Palma que baña el océano está jalonado de verdaderas maravillas geológicas. Entre los aludidos regalos de la naturaleza se encuentra la Cueva Bonita, emplazada en la costa de Tijarafe. El polifacético artista lanzaroteño César Manrique la denominó “la Capilla Sixtina del Arte Moderno” y el pintor grancanario Pepe Dámaso, por su parte, la definió como la “Habitación del Atlántico”. Según fuentes del Ayuntamiento de Tijarafe, las reseñadas calificaciones están plenamente justificadas, sobre todo, “si se visita al atardecer, cuando la luz se refleja en sus aguas”. El espectáculo que ofrece, resalta, “es grandioso” al poderse “observar los cambios de cientos de colores que van variando paulatinamente en el techo, donde en caprichosos dibujos naturales esculpidos en la piedra se reflejan figuras y formas”.

La conocida gruta de Tijarafe, junto con otras 95 cavidades más, figura en la relación de cuevas marinas sumergidas o semisumergidas del primer Atlas Cartográfico de La Palma de Comunidades Bentónicas de los Fondos Litorales elaborado por el Consorcio Insular de la Reserva Mundial de la Biosfera. Las mismas están consideradas como hábitats prioritarios por su elevado interés científico y, por tal motivo, en base a la preceptiva directiva comunitaria, forman parte del catálogo de zonas de especial conservación de la Unión Europea (UE), ha indicado a LA PALMA AHORA el geógrafo Raúl Fernández del Consorcio de la Biosfera.

Las descritas cuevas, según se expone en el aludido atlas, “se reparten por todo el litoral, aunque son más abundantes en las vertientes Norte y Este de la Isla”. Concretamente, precisa, en la costa de Garafía se localizan 27 y 14 en la de Puntallana.

(Cueva del Infierno, en Puntallana. Foto: Consorcio Insular de la Biosfera)

La de mayores dimensiones es la de La Furnia, ubicada en Garafía, seguida por la Gruta de Nogales y la Cueva del Infierno, ambas en Puntallana.

El número de cuevas registradas en el mapa cartográfico, explican los autores del documento, “especialmente las sumergidas, no puede considerarse definitivo, puesto que algunas zonas de la Isla han sido, hasta ahora, poco exploradas”.

Explican que “las condiciones ambientales de estos hábitats (la falta de luz, las posibles filtraciones de agua dulce, cambios de temperatura o la hidrodinámica) originan comunidades biológicas singulares, muy diferentes a las de los fondos rocosos abiertos próximos”.

Detallan que cuando “las cuevas poseen determinadas dimensiones (más de 20-30 metros de longitud) es posible observar desde la entrada hasta la parte más alejada de la misma un gradiente de la composición de las comunidades”. En general, precisan, “debido a la ausencia de luz, estos hábitats favorecen el desarrollo de comunidades de invertebrados (principalmente filtradores como las esponjas) que a menudo recubren en un alto porcentaje las paredes de estas cavidades”.

Las cuevas marinas más importantes, desde el punto de vista de la biota, son aquellas en las que, en su hábitat, se han encontrado la langosta herreña, apunta un técnico del Consorcio de la Reserva Mundial de la Biosfera. La citada especie está incluida, dijo, en el catálogo de máxima protección.

Sin embargo, en cuanto a interés turístico, la Cueva Bonita de Tijarafe se lleva, con diferencia, la palma, pese a que, en la Isla, hay varias de similares características y extraordinaria belleza, como la del Infierno, en Puntallana.

La Cueva Bonita se ubica a apenas un centenar de metros a la derecha de la desembocadura del barranco Jurado, si bien se accede desde el mar, según se indica en la web del Ayuntamiento de Tijarafe. “No existen muchos datos escritos sobre esta preciosa y singular gruta, seguramente debido a lo inaccesible del lugar, pues se halla justo bajo uno de los múltiples y agrestes acantilados que jalonan la costa tijarafera”, añade. El cronista Juan Bautista Lorenzo Rodríguez, señala, “hace mención bastante amplia de este paraje en sus 'Noticias para la Historia de La Palma', ya que en esa época, al igual que en la actualidad, causaba bastante impresión al que la visitaba”. De este autor, añaden, “transcribimos la siguiente descripción: ”Después de estar dentro de esta cueva no sabe el viajero qué admirar más, si la bóveda que la cubre, jaspeada de azul, blanco y verde como si fuese de mármol exquisito y pulimentada por la mano de un hábil, o si el fondo claro de la misma, en donde se ven correr de un lado para otro multitud de pececillos que recrean el ánimo y la vista“.

También dice Bautista Lorenzo: “Esta reputada cueva tiene dos grandes bocas por donde constantemente entra y sale el mar que, en su interior, se hace muy bonancible”.

“La vieja y ancestral tradición oral de los habitantes de esta parte de la Isla”, prosigue el escrito recogido en la página web del Ayuntamiento, “cuenta que a lo largo del siglo XVII, durante las incursiones berberiscas y musulmanas a la Isla, muchos pescadores salvaron su vida gracias a esta cueva, ya que entraban por un lado y salían por el otro, mientras los piratas, no conociendo la existencia de dicha cueva, esperaban a que saliesen por donde habían entrado. Muy desencaminada no debe estar esta tradición oral, cuando en las proximidades de esta cueva, viniendo de Tazacorte, existe un saliente que recibe el nombre de Punta del Moro”.

Por sus características “ha sido calificada por geólogos y oceanógrafos como única”. Asimismo, “artistas de la talla de Cesar Manrique y Pepe Dámaso la denominaron 'La Capilla Sixtina del Arte Moderno' y 'Habitación del Atlántico'.

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