La amenaza de cierre en un centro social en Carabanchel pone en riesgo la atención de 18 personas con autismo

Nerea Díaz Ochando

Madrid —
27 de septiembre de 2025 06:00 h

0

El centro ocupacional de la Fundación Quinta en Carabanchel atraviesa una situación económica crítica que amenaza su continuidad y pone en riesgo la atención de una veintena de personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Con solo 18 usuarios actualmente inscritos, la Fundación necesita cubrir al menos 22 plazas antes del mes de noviembre para asegurar su viabilidad. De no conseguirlo, el centro podría cerrar, dejando sin opciones a las familias y afectando los puestos de trabajo de los profesionales que dependen del proyecto.

La Fundación Quinta nació en 2008 por iniciativa de un grupo de padres preocupados por el futuro de sus hijos una vez terminada la etapa educativa. Inicialmente, estaba destinada a adultos con autismo de nivel 3 de apoyo y discapacidad intelectual, con mayores necesidades de asistencia. A medida que el proyecto fue consolidándose, la Fundación amplió sus servicios, creando su primer centro ocupacional en el barrio del Pilar, ofreciendo terapias y una formación para profesionales del ámbito del autismo con el objetivo de garantizar que los usuarios fueran atendidos por personal altamente preparado.

En 2015, la Fundación abrió un segundo centro en Brunete a petición de varias familias de la zona oeste de la Comunidad de Madrid, dado que no existían alternativas similares. Durante diez años, ambos centros funcionaron prácticamente a pleno rendimiento, beneficiándose incluso de ayudas de la Comunidad de Madrid para familias que acudían a centros privados ante la falta de plazas públicas.

Sin embargo, en 2024, el centro del barrio del Pilar tuvo que echar el cierre de un día para otro. Los vecinos del bloque compraron el local para hacer trasteros, lo que obligó a buscar un nuevo espacio. La Fundación se enfrentó entonces a un problema estructural: los precios de los alquileres en esta zona de Madrid eran demasiado altos y resultaba imposible mantener dos locales con sus propios recursos, ya que apenas cuentan con ayudas externas y dependen casi exclusivamente de las cuotas familiares y de los ingresos de otros servicios como terapias y diagnósticos.

Ante esa limitación, la dirección optó por concentrar todos los recursos en un único espacio que pudiera acoger al conjunto de usuarios. Tras meses de búsqueda, encontraron un local en Carabanchel lo suficientemente amplio y accesible para funcionar como sede principal. La decisión implicaba cerrar tanto el centro de Brunete como el del barrio del Pilar, un sacrificio que, según explican desde la Fundación, fue inevitable para asegurar la supervivencia del proyecto.

La reubicación tuvo graves consecuencias para el centro. Muchas familias que asistían a los centros de Brunete y el barrio del Pilar se vieron obligadas a buscar alternativas más cercanas a sus hogares, ya que el nuevo emplazamiento les quedaba demasiado lejos para un traslado diario. Esa pérdida de usuarios —cerca de una decena— ha dejado al centro con apenas 18 chicos en la actualidad, una cifra insuficiente para garantizar la viabilidad económica del proyecto.

José Luis, padre de una de las usuarias, recuerda en conversación con Somos Madrid cómo el traslado desde el centro de Brunete a Carabanchel, a principios de este año, complicó la asistencia de algunas personas: “Por la ubicación y otros factores, muchos padres no pudieron seguir enviando a sus hijos allí y los llevaron a otros centros más cercanos”. Ante esta situación, la Fundación comunicó al resto de familias la situación económica del centro y les convocó a una reunión para barajar opciones, entre ellas el cierre definitivo del centro ocupacional, una posibilidad que temen que se haga realidad. “Personalmente, estamos muy contentos con la ayuda y las terapias que recibe nuestra hija y queremos luchar lo máximo posible para que el centro no cierre”, asegura José Luis.

Marta Casanovas, directora del centro de Carabanchel, describe la situación actual como delicada: “El centro cuenta con 18 usuarios, pero aún no alcanzamos la cifra mínima de 22 para asegurar la viabilidad. Esto ha obligado a despedir a una compañera, ya que la ratio de tres usuarios por trabajador no permite mantener la plantilla completa”. Actualmente, el centro cuenta con seis trabajadores, incluidos profesionales de coordinación y apoyo directo, y temen perder sus puestos si el proyecto no remonta.

Durante la reunión entre el centro y las familias tomaron la decisión de seguir adelante e intentarlo una vez más. “Hemos puesto como objetivo noviembre. En poco más de un mes tenemos que conseguir cuatro o cinco usuarios nuevos. Bajo mi criterio es muy poco tiempo, pero vamos a intentarlo”, cuenta la directora del centro.

A diferencia de otros centros ocupacionales privados, la Fundación Quinta no recibe ayudas públicas —por decisión propia, según apuntan—, manteniéndose únicamente con las cuotas de las familias y los ingresos generados por terapias y diagnósticos. Hasta el momento el precio mensual de las plazas era de 850 euros, pero como medida excepcional ante la falta de usuarios, han acordado aumentarla hasta los 1.000. “El precio sigue estando muy por debajo del de otros centros que cobran más de 1.600. Además, las familias se benefician del cheque-servicio de la Comunidad de Madrid, que es de aproximadamente 750 euros, lo que reduce la cuota a menos de 300 euros al mes”, explica Marta Casanovas.

El presidente de la Fundación, que se embarcó en este proyecto como padre de un chico autista, perdió a su hijo el año pasado, y en su homenaje quiere luchar por mantener el proyecto a pesar de las dificultades económicas. “Las familias han aceptado la subida de tarifas y están movilizándose para conseguir financiación adicional. La relación de confianza con los padres es muy fuerte, conocen y valoran la formación y experiencia del personal”, señala Casanovas.

La directora apunta a la nueva ubicación del centro como un hándicap para encontrar nuevos usuarios. “Los factores socioeconómicos del barrio y la falta de información sobre las ayudas disponibles complica la llegada de nuevos chicos al centro”, indica. Esta situación retrasa la inscripción de nuevas familias y hace que el tiempo para asegurar plazas se vaya agotando poco a poco. En este sentido, cuentan con el apoyo de la Comunidad de Madrid a través de la Agencia Madrileña de Atención Social (AMAS) para informar de la necesidad de usuarios, que esperan solventar en las próximas semanas.

Una labor clave en la vida de 18 familias

El centro ocupacional de la Fundación Quinta no solo ofrece asistencia, sino que impulsa la vida diaria de sus usuarios a través de actividades estructuradas y terapéuticas que resultan fundamentales para su desarrollo. Los talleres manipulativos permiten a los usuarios elaborar libretas, jabones, cosmética o tazas, productos que luego se venden en mercadillos o mediante convenios con instituciones como el Museo de Ciencias Naturales, fomentando la autoestima y el sentido de logro. Además, las actividades cotidianas, como ir de compras, preparar aperitivos o participar en tareas domésticas, buscan potenciar la autonomía y la integración social, evitando la vida sedentaria y la dependencia excesiva.

Estas intervenciones se combinan con programas de movilidad, ejercicio físico y dinámicas de comunicación y habilidades sociales, adaptadas a las necesidades individuales de cada usuario. La ratio de tres personas por trabajador permite un seguimiento cercano, asegurando que cada actividad tenga un impacto real en la vida de quienes asisten al centro. Según Casanovas, “estas actividades son mucho más que un pasatiempo; son clave para que nuestros usuarios puedan desarrollar habilidades que les acompañarán toda la vida y que les ayudan a relacionarse y a sentirse capaces”.

Para José Luis y otras familias, el cierre del centro sería un duro golpe. “Si cierran, nos quedaríamos sin ninguna opción. Algunos padres realmente queremos impulsar la continuidad del centro, mientras que otros están explorando alternativas. Estamos dispuestos a colaborar en todo lo posible para que esto no ocurra”, comenta.

Según explica la directora del centro, “el posible cierre evidencia la fragilidad de los modelos de atención privada en sectores donde la financiación pública es limitada y la demanda de servicios especializados es alta”. Durante más de quince años, la Fundación Quinta ha trabajado para ofrecer un entorno seguro, formativo y estimulante para personas con autismo, apostando por un equipo profesional altamente cualificado y un enfoque individualizado. Ahora, tanto el centro como las familias se enfrentan al desafío de actuar con rapidez para evitar que un proyecto que ha marcado la diferencia en la vida de muchas personas cierre sus puertas.