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Vuelven los derribos de viviendas por la línea 7 del Metro de Madrid: “Todos corremos peligro”

Demolición de un edificio en San Fernando de Henares por las obras en la línea 7 de metro.

Clara Angela Brascia

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Las máquinas demoledoras han vuelto a las calles de San Fernando de Henares para tirar abajo los edificios afectados por la línea 7 del Metro de Madrid. Paredes, ventanas y puertas acaban en el suelo ante la mirada preocupada de los vecinos, que viven desde hace más de una década con las molestias causadas por estas obras. Desde la Plataforma Afectados Metro Línea 7b San Fernando denuncian la falta de aviso, pero sobre todo la peligrosidad de tener unas obras de esta envergadura a pocos metros de otras viviendas por las cuales no se ha contemplado un plan de desalojo temporal. 

“Aquí todos corremos peligro. Pero la Comunidad cataloga como afectados solo a aquellos a los que les han tirado la casa. Las familias que estamos a la espera, con las grietas que van del techo hasta el suelo, no contamos para ellos”, asegura David Casado, vecino del municipio. Desde el balcón de su piso, mira desconsolado cómo los ladrillos caen en la cercana calle de la Presa. Este es el nuevo epicentro de los trabajos de derribo, que el pasado año fueron declarados ruinas. 

Son solamente algunas las viviendas que están destinadas a desaparecer por las grietas que las obras han ocasionado. En 15 años ya se han derribado 27 viviendas afectadas por daños estructurales debidos a la obra y la cuenta no hace más que crecer. De hecho, la Comunidad de Madrid anunció en diciembre que la cifra se duplicará en estos meses, lo que llevaría a 54 el número total de hogares afectados.

“Vivimos con miedo. Con el polvo que entra por la ventana y el ruido a todas horas del día”, añade Casado, que sigue pagando la hipoteca de su vivienda. “¡Nadie nos dice nada. Nos enteramos de que iban a volver a tirar abajo las casas este mismo lunes, cuando volvieron con las grúas”. Los derribos empezaron al principio de la semana en el complejo de El Pilar, un bloque de edificios públicos que era sede, entre otros, de una Casa de la Mujer, de un centro juvenil y de la Escuela Oficial de Idiomas. Todos servicios que el municipio ha perdido cuando el complejo fue declarado ruina y destinado a ser demolido. 

El alcalde de la localidad, el socialista Javier Corpa, ha visitado este miércoles las casas de algunos vecinos, cuyas viviendas comparten paredes con los edificios que se están tirando abajo. “Tenemos un censo de 600 viviendas afectadas, que corresponden a 600 vidas rotas para muchas familias de San Fernando. La Comunidad de Madrid tiene que empezar a tomar esto en serio, porque hasta ahora no lo ha hecho”, denuncia Corpa. 

También la pérdida de las instalaciones del complejo de El Pilar, que está siendo demolido durante esta semana, donde se desarrollan diversos servicios públicos. “La escuela de idiomas, que era un referencia en el Corredor de Henares, ha paso a Coslada. Hemos tenido que trasladar la escuela de adultos, la Consejería de Educación. Es un daño tremendo para la ciudad”, afirma el regidor. 

Desde la corrala de su casa, María Jesús Fernández mira con impotencia las máquinas pesadas en acción. Su piso no es de los más afectados, casi no tiene ni grietas, pero han sido desalojados en más de una ocasión en los últimos diez años. “Una vez porque había temblores, otra porque han empezado a demoler los edificios alrededor. Seguro que en unas semanas nos toca de nuevo”, garantiza. 

Comparte pared con un edificio de la misma urbanización que ha sido desalojado de forma permanente hace un año y que se encuentra en la lista de las viviendas destinadas al derrumbe. Sin embargo, asegura que lo que más rabia le da no es la posibilidad de llegar a perder su casa, sino el ninguneo que sufren por parte de la Comunidad. “Es inhumano. No nos hablan, no nos dicen nada. No tienen empatía. Para ellos somos un expediente que tienen que solucionar, pero no somos personas”, dice. 

Excavar a un metro de una guardería 

Los trabajos de demolición no son los únicos que han puesto patas arribas la vida de los vecinos del centro de San Fernando. A pocos metros de la calle de la Presa, siguen los trabajos de consolidación del subsuelo, que se está hundiendo poco a poco. En la calle Nazario Calonge, las maquinarias se encuentran a menos de un metro de una guardería. Trabajan en horario escolar perforando el suelo. También se puede notar cómo en este tracto de calle la acera se haya hundido unos centímetros y presente unas grietas profundas.

“Me vine aquí para huir de las obras, pero me persiguen”, explica Mar Martínez, peluquera y vecina de la calle Ventura de Argumosa, donde también se encuentran edificios agrietados. Cambió la sede de su salón porque en la calle donde estaba habían empezado a excavar y las maquinarias de las obras quitaban el espacio para que sus clientes pudieran acceder. Sin embargo, desde hace unos meses empezaron a trabajar en frente de su nueva sede. 

“Nos van a cambiar el barrio. Yo todavía no me he acostumbrado a ver el hueco donde antes había edificios. Pero es que si sigue así, no va a quedar nada. Estoy harta de esta situación”, confiesa entre lágrimas. En la puerta del salón tiene un cartel con las caras de la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, y de su predecesora Esperanza Aguirre, que en 2007 fue quien inauguró a toda prisa la línea del metro. “Hay culpables. San Fernando ponte en pie”, cita el papel. 

Una de sus clientas y amigas, Dolores Lacerna, la consuela mientras señala otra fotografía en el escaparate: dos personas miran cómo una grúa tira abajo un edificios de ladrillos rojos. “Se puede ver mi comedor, allí detrás de la ventana”, explica Lacerna, que perdió su casa el pasado mayo. “La tiraron abajo con todos los muebles. Solamente nos dieron media hora para sacar un poco de ropa, con los bomberos al lado que nos ponían prisa”. 

Desde entonces, vivió primero en un apartahotel, y luego en un piso que pudo pagar gracias a una ayuda de seis meses, que descubrieron les será descontada de la indemnización por haber perdido su casa. “En dos semanas termina también esto, y ya no sé donde voy a dormir. Perdimos nuestras casas y ahora nos tenemos que buscar la vida”. 

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