Tras tres años de trabajo cinematográfico, el documental sobre La Algameca Chica ya ha podido ser exhibido en público. Y su joven directora, Blanca Pérez de Tudela (Alguazas, 1994), ha cumplido su compromiso con los vecinos y vecinas del poblado y ha decidido preestrenar su película ante ellos antes que nadie en la noche del 12 de septiembre.
El acontecimiento tuvo lugar en este fascinante poblado de 110 barracas que resiste frente a todas las administraciones contra viento y marea. La Algameca Chica, para quien no lo conozca, es un asentamiento alegal situado a la desembocadura de la Rambla de Benipila en Cartagena. Un vestigio del veraneo popular de hace 100 o 150 años, un lugar congelado en el tiempo que no parece que pertenezca ni a Europa ni al siglo XXI, un rincón olvidado que ha sido objeto de la atención de sociólogos, historiadores, fotógrafos, ingenieras, pintores, reporteros y visitantes de todo cuño y procedentes de lugares muy lejanos. Y un día de 2022, la cineasta Blanca Pérez de Tudela se dejó caer por allí, fue seducida por el extraño encanto de este lugar tan chocante como repelente, y decidió hacer un documental porque todo aquello tiene una potencia visual enorme y una increíble historia humana dentro que nadie había llevado al cine. Comenzó entonces un trabajo cinematográfico de cocina lenta y sabrosa que se ha ido elaborando pacientemente y que ya ve la luz en este verano de 2025, ante unos emocionados y agradecidos habitantes que se han visto retratados con una sensibilidad, con un tacto y con una humanidad a los que no están acostumbrados.
Una pantalla de cine en un campo de fútbol de tierra
Era digna de ver aquella pantalla gigante en el campo de fútbol del poblado, donde se instalaron sillas que albergaron a más de 300 personas en un público compuesto exclusivamente por vecinos y vecinas y por los casi 200 mecenas que aportaron dinero generosamente en un crowdfunding que se llevó a cabo hace año y medio para ayudar a financiar la película. Un ambiente acogedor de cine de verano a la antigua fue el formato elegido por Blanca para la exhibición del documental. Y tras muchos tropezones en estos tres años y cuando caía la noche, los vecinos comenzaron a verse en la pantalla en un relato documental cuyo hilo conductor era el personaje mítico de la Amalia, aquella pitonisa y curandera legendaria que vivió en el margen derecho de La Algameca Chica en el siglo XIX y cuya leyenda penetra por todos los rincones del poblado y atraviesa los siglos en la historia y los minutos en el documental.
Puro cine entre barracas
Por la pantalla pasan los actuales pobladores de La Algameca Chica, vecinos y vecinas que cuentan la peripecia de su vida en este extraño poblado desde la autenticidad de unos testimonios sin filtro, en un relato trufado con intervenciones más técnicas (pero no menos comprometidas) de otras miradas que se han posado en el poblado: el sociólogo que ha estudiado el entramado antropológico de la comunidad que puebla en el siglo XXI La Algameca Chica; la ingeniera que cuenta desde el claustro de la universidad cómo es el suministro de energía autogestionada por los vecinos en una comunidad energética independiente que merece un todo un estudio ingenieril; el historiador que recuerda a todos que esto está habitado desde el siglo XVIII y que ha hecho infinidad de visitas guiadas que muestran el poblado a los atónitos visitantes.
Blanca Pérez de Tudela ha tenido el acierto de poner la cámara y el ojo donde nadie antes había venido a hacerlo. La Algameca Chica había sido narrada, pintada, fotografiada, reportada y también perseguida, humillada, ofendida e ignorada, pero nunca antes había sido filmada con esta profundidad y este cariño. Blanca la ha captado en su cámara por todos los sitios: por dentro, en sus casas imposibles y sus calles anárquicas, con sus mujeres resilientes y sus hombres curtidos por el sol, la sal y las derrotas; por abajo, con imágenes submarinas de un mar que lo impregna todo; por arriba, con imágenes aéreas tomadas con drones. Un festival de color, de sonidos, de retratos de personajes tratados con un respeto, un afecto y una sensibilidad propias de una mirada femenina que ha sabido desprejuiciarse ante un paisaje a veces fascinante y a veces hostil, porque La Algameca Chica, ese paraje que está al sur del sur del sur del sur de todo, es bella y dura, fea y amable, es un monumento a la anarquía, al contraste, al equívoco. El lugar pedía a gritos una cámara y un relato cinematográfico y Blanca lo ha logrado con creces en una potente narración poética de imágenes y sonidos singulares, inesperados, con una mirada única.
Pronto se podrá ver en los lugares de nuestra región donde debe arrancar su recorrido cinematográfico: la Filmoteca regional y, esperemos que sea así, el Festival Internacional de Cine de Cartagena, el próximo noviembre.