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Menos gritar y más trabajar

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El mes de junio comenzó con una ola de calor, julio siguió tendencia y agosto, para qué hablarles. Entre medias, el Gobierno nacional, ante las demandas europeas, propuso una serie de medidas de ahorro energético, obligado por la situación internacional. La guerra de Ucrania ha puesto el dedo en la llaga de las necesidades de materias primas, la base de la geopolítica que algunos parecen no querer entender.

Alemania ha puesto la mirada en España buscando construir un gaseoducto, apto también para hidrógeno, largamente parado por Francia. Esta ve como caducan sus centrales nucleares, sin que resulte rentable ni a largo ni a corto plazo la construcción de unas nuevas. Mientras, Europa mira a Argelia y a su gas contrapesando la aceptación por parte de España de la propuesta marroquí sobre el Sahara. Una respuesta obligada por nuestra política interior. Las diversas agencias estaban temerosas de que, como ha sucedido en Italia con la presión migratoria organizada al parecer por Rusia desde Libia, las imágenes de un salto a la valla pudieran producir una desestabilización de las elecciones españolas que terminasen con los aliados de Putin cercanos al poder.

Entre medias, olvidando que las medidas de ahorro energético son una propuesta europea ante una situación internacional de guerra que, acaba con el crecimiento alemán y, por ende europeo, basado en materias primas baratas provenientes de Rusia, la oposición ha decidido continuar su particular acoso y derribo al Gobierno de España embarcándose en un apoyo indirecto a la Rusia de Vladimir Putin que causa sonrojo por su falta de solidaridad y su antieuropeísmo.

Las energías renovables en el caso europeo son una necesidad. Esta ha sido evaluada por los sucesivos informes de los organismos europeos conscientes tanto de nuestra dependencia en materias primas como del nacimiento de un mundo multipolar. Una situación que se ha visto acelerada por la pandemia global y la guerra de Ucrania. La situación requiere de medidas para disminuir nuestra dependencia exterior a través de un proceso relocalizador que es ya una realidad.

Ser conscientes de los condicionantes globales nos permiten adoptar respuestas locales que consientan mejorar nuestro futuro. Pasados son los tiempos en que nos ponían a los gobernantes. Ahora los elegimos nosotros y como puso de manifiesto el soterramiento o la ILP del Mar Menor los ciudadanos tenemos capacidad de cambiar las cosas no solo con las movilizaciones, sino también con nuestro voto.

Actualmente, pocos son los colegios públicos e institutos que gozan de aires acondicionados. Unos elementos que se han demostrado cada vez más necesarios. Las recientes olas de calor, cada vez más frecuentes y adelantadas, como la del pasado mes de junio, las de estos meses de verano, hacen temer lo peor durante este septiembre o en los años venideros. Para nuestros zagales no habrá 27 grados. A esta situación se añade la constante subida del precio de la luz debido a que parte de su generación, a pesar de la excepcionalidad española, se encuentra ligada al gas.

La situación es, en parte, producto de la capacidad e influencia de las puertas giratorias. Estas mediaron lo suficiente para que el Gobierno de Mariano Rajoy impusiera un impuesto al sol para disuadir, en el marco de la anterior crisis, la instalación de paneles solares que nos hubieran evitado parte de esta situación. Algo que no se puede olvidar.  

Sin embargo, a pesar de la conciencia de esta situación el Gobierno autonómico no ha tomado ninguna decisión, al margen de solicitar más fondos al gobierno nacional para las ayudas, sin desarrollar un plan propio para disminuir la presión energética en los centros públicos que dependen de su gestión, empezando, ¿por qué no?, por los colegios e institutos públicos. Algo tan sencillo como un plan de mejora de las instalaciones eléctricas de los colegios e institutos, empleando fondos FEDER, para poder instalar aires acondicionados; posibilidad de financiación y acuerdos para una progresiva instalación de paneles solares para disminuir los costes energéticos; mejoras en la climatización y adecuación de los certificados energéticos tal y como demanda la legislación europea. Algo tan fácil como el arreglo de las ventanas de los centros treinta años sin cambiar. Arreglos que, en el caso de los colegios, están pagando los Ayuntamientos con cabeza ante la pasividad de una Consejería que parece dejar caer la educación pública.

Mientras, el Ministerio de Educación toma la iniciativa y anuncia un plan de ayudas para ver si se ponen manos a la obra. La situación actual demanda políticas activas, pero el Gobierno autonómico yace paralizado mientras grita con todas sus fuerzas que la culpa es de otro y quienes sufren son nuestros hijos. Trabajen y dejen de gritar que el mundo ha cambiado de nuevo y adaptarnos a él es una necesidad. Nos jugamos mucho, es hora de ponernos manos a la obra.  

El mes de junio comenzó con una ola de calor, julio siguió tendencia y agosto, para qué hablarles. Entre medias, el Gobierno nacional, ante las demandas europeas, propuso una serie de medidas de ahorro energético, obligado por la situación internacional. La guerra de Ucrania ha puesto el dedo en la llaga de las necesidades de materias primas, la base de la geopolítica que algunos parecen no querer entender.

Alemania ha puesto la mirada en España buscando construir un gaseoducto, apto también para hidrógeno, largamente parado por Francia. Esta ve como caducan sus centrales nucleares, sin que resulte rentable ni a largo ni a corto plazo la construcción de unas nuevas. Mientras, Europa mira a Argelia y a su gas contrapesando la aceptación por parte de España de la propuesta marroquí sobre el Sahara. Una respuesta obligada por nuestra política interior. Las diversas agencias estaban temerosas de que, como ha sucedido en Italia con la presión migratoria organizada al parecer por Rusia desde Libia, las imágenes de un salto a la valla pudieran producir una desestabilización de las elecciones españolas que terminasen con los aliados de Putin cercanos al poder.