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Desde la otra orilla

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Hace apenas un par de días me enteré, casi al mismo tiempo que el resto del mundo, de que Joaquín Buendía dejaba la alcaldía de Alcantarilla. Aunque los rumores venían sonando desde antes de las últimas elecciones, seguía pareciendo algo lejano, improbable, porque nadie parecía disfrutar más del papel de estrella del escenario que nuestro alcalde. Pero esta vez el dicho se ha cumplido: y cuando el río suena...

Con la noticia ya reposada, me he parado a pensar en estos diez años. Tres legislaturas muy intensas en las que he visto desde la primera línea cómo se gestionaba Alcantarilla. Y, sinceramente, han sido tiempos difíciles para quienes no estábamos en su mismo equipo o teníamos otra forma de entender la política. 

Durante estas dos últimas legislaturas, ni siquiera se ha contado con los recursos mínimos para poder hacer el trabajo de fiscalización. En un municipio con más de 43.000 habitantes, la oposición debería poder ejercer su papel con dignidad. Pero no ha sido así. Incluso nuestros turnos de palabra en los plenos --único momento en que podemos hablar directamente a la ciudadanía- han sido limitados por la mayoría absoluta del PP. Y así, con todo. 

Alcantarilla sigue arrastrando problemas que llevan años sin resolverse. Tenemos barrios profundamente desiguales, calles sin asfaltar, servicios públicos que no llegan a todos por igual y una escasez alarmante de vivienda accesible, especialmente para los jóvenes y las familias más vulnerables. El plan urbano actual tiene más de 35 años, fue aprobado por un Gobierno socialista, y en todo este tiempo, el PP no ha sido capaz de renovar ese modelo. El resultado: una ciudad bloqueada, con un mercado inmobiliario estancado y sin apenas alquileres accesibles.

Tampoco se ha actuado con decisión en temas estructurales como el paso a nivel que sigue dividiendo Alcantarilla por la mitad, o las nuevas vías ferroviarias que amenazaron a barrios como Las Tejeras. La protesta vecinal y el trabajo de la Plataforma cayeron en saco roto, y ni siquiera entonces sentimos el apoyo del alcalde. Y no hablo solo de grandes infraestructuras. Hablo de una piscina municipal cerrada durante 14 años en un municipio donde no todo el mundo puede permitirse ir a la playa. Hablo de que seguimos sin un teatro, sin espacios para los jóvenes, y con zonas donde, si llueve, la gente se queda sin casa. 

Hoy más que nunca necesitamos una forma distinta de gobernar: más abierta, más justa, más atenta a lo que realmente necesita la gente. Más de verdad. Alcantarilla no puede seguir siendo solo un escaparate de fotos. Pan y circo para contentar al pueblo. Pero lo más preocupante es que la gente empieza a acostumbrarse a eso, como si fuera normal. Y no lo es. 

Necesitamos planificación, trabajo serio, empatía y mucha más cultura. Porque hay muchas personas que nunca han contado para los gobiernos de estos años. Personas que son casi invisibles. Que no existen. 

Hoy, después de asistir a un pleno a rebosar de los suyos y de escuchar su discurso de despedida cargado de emoción y lágrimas, en el que hablaba de la necesidad de centrarse más en su familia y alejarse de la política, me siento engañada y también impotente porque he sido respetuosa con ese momento entendiendo que hay decisiones personales que merecen respeto. Pero, sin embargo, no había pasado ni una hora cuando ya sabíamos por la prensa que su salida obedecía, en realidad, a un nuevo nombramiento político o quién sabe a qué más. 

Al pueblo hay que hablarle con claridad y con la verdad por delante. No se puede decir una cosa en un salón de plenos y tener ya pactado un cargo de designación directa. Eso no es un cambio personal, es una maniobra política y necesito dejar claro que esta forma de entenderla —la de las puertas giratorias, los silencios interesados y las despedidas con aplausos que esconden conveniencias— no es la que defiendo ni en la que creo. Esta es otra decepción para quienes pensamos en la transparencia y en el compromiso con la palabra dada. 

Pese a todo, y como he dicho hoy en ese salón de plenos, le sigo deseando suerte en el camino que ahora, de verdad, sí que sé que ha elegido. A partir de ahora, espero recordar siempre que nadie, ni siquiera el alcalde más aclamado de un pueblo, está libre de poder equivocarse, de actuar como el mejor actor de Broadway o hasta de pedir perdón a su propia gente si en algún momento se le escapó alguna que otra excusa para tapar lo que no era más que una mentira. 

“El poder no cambia a las personas, solo revela quiénes verdaderamente son.” (José 'Pepe' Mujica)