Hace años, la segunda esposa de Enrique Albacete Ayuso —entonces presidente de la Confederación Hidrográfica del Segura—, Ana Perea, con su acento porteño, inauguró en 1979 el trasvase Tajo-Segura. El ingeniero de Caminos, Canales y Puertos había realizado, además, otra obra que Ballesta quiso deshacer —aunque no le dejaron—, el encauzamiento del río. Tengo serias dudas, vistos algunos informes, de que dicha infraestructura, diseñada por Enrique Albacete, pueda soportar el caudal incrementado derivado de la ejecución del colector norte, a pesar de que ni la Confederación ni el Ayuntamiento hayan respondido a las preguntas formuladas desde la asociación Barriomar–La Purísima sobre estas cuestiones. Tampoco la derecha mediática ha puesto el acento, y eso que sus descendientes directos dirigen periódicos en Madrid y sus colaterales son senadores.
La cuestión del colector norte y su influencia sobre las avenidas no puede quedar sin contestación, dado que su afección sobre la ciudad de Murcia está ahí. Parece bastante claro que Ballesta quiere que nos inundemos en el sur para poder construir al norte, pues me da que los cálculos realizados por Enrique Albacete y su equipo no preveían laminaciones de agua que sobrepasasen los retornos que él mismo estimó, y que, al final, la Confederación tendrá que revisarlo todo.
La ejecución del colector norte responde a la necesidad de una ciudad endeudada hasta las cejas, obligada a cumplir los convenios para construir en la zona norte, firmados con el alcalde Cámara; convenios que asfixian unos presupuestos municipales sustentados en la venta futura de solares —salvo aquellos cedidos para la construcción de un no sé qué, que luego se transforma en un hospital, al que, en lugar de venderle el terreno, habría que cobrarle un alquiler por su uso, para así llenar las arcas municipales—.
Este capitalismo de amiguetes, que estrangula a la Región de Murcia, es criticado por un empresariado que, en una tremenda paradoja, aspira precisamente a alcanzar aquello mismo que denuncia. Promueven leyes de supuesta “simplificación administrativa” que acaban desprotegiendo al ciudadano —cuestión sobre la que habrá que escribir— y que se repiten una y otra vez —ya vamos por la cuarta—, mientras la situación empeora para la ciudadanía y no mejora para el empresariado. Y, cuando llega la desgracia, entonces nadie tiene la culpa. La cosa va bien mientras los muertos sean de los otros. Y aunque sean de los tuyos, el sistema seguirá, porque esto es la Región de Murcia.
Resulta curioso que el plan original del alcalde Ballesta —si es que alguna vez lo tuvo— fuese que el río dejase de ser una barrera. Sin embargo, hoy, los barrios del sur —los más próximos al centro— son, en términos de inversión y atención institucional, los más olvidados. Aunque sobre ellos, en una maravillosa acción de movilización agitprop, sustentó su victoria. ¿Dónde está ahora “Cierra mi barrio” cuando el barrio está peor que nunca?
La victoria del soterramiento de las vías, acompañada de un aparcamiento subterráneo y una estación intermodal, no ha traído consigo la llegada del tranvía ni la mejora del transporte público, que todavía sigue esperando a las promesas de las próximas elecciones. Parece que la victoria de tan ansiado soterramiento ha acabado en manos del PP, en una operación digna de neolenguaje, sustituido por el nombre “Conexión Sur”, sin la inversión que debería acompañar a este proyecto, que no es más que hilillos de plastilina que salen de un Prestige que se hunde.
Entre tanto, los proyectos para el sur desaparecen: ni metropolitanos, ni Toyos, ni hitos, que parecen que vayan a transformase en llanuras de inundación para justificar el colector norte, ni planes parciales. Todo ello acompañado por el hecho evidente de que carecemos de servicios: ni limpieza, ni seguridad; al margen de que tenemos semáforos pensados únicamente para los coches, que nos obligan a cruzar con miedo, mirando a todos lados.
Mientras tanto, esperamos un plan de desbroce para unas aceras donde la maleza crece por la falta de mantenimiento y hace que tengamos que ocupar el arcén —¡qué rápido se limpian los solares del centro y qué lentos los de mi zona! —, y las intervenciones —tanto de limpieza como policiales— se hacen de rogar. Pero todo esto da igual. En el fondo —y eso es lo peor—, el Partido Popular sabe que los barrios no van a cambiar de voto, más allá de irse a Vox pues todos andan más preocupados por lo que pasa en Madrid que por lo que sucede en nuestra Región.
Los barrios del sur de la ciudad, tan cerca de Murcia, pero tan lejos de todo: abandonados y sin rumbo, siguen votando lo mismo de siempre, a pesar de que las inversiones nunca llegan ni mejoran un barrio que, poco a poco, se muere sin que nadie haga nada, y donde quienes creyeron en el cambio se van mudando, poco a poco.
Al final, con el miedo a que desaparecieran los coches, lo que ha desaparecido es que la Gran Vía —dividida en el norte— continuase hacia el sur, llegando hasta la iglesia del Carmen, con el único pulmón verde de la ciudad que debería ampliarse: el parque de Floridablanca. Pero parece que mis sueños no son compartidos, porque aquí triunfa el “cochismo” movilizado, es lo que tenemos.