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Un partido de niños de 11 años que acaba con una paliza en el marcador: ¿competición o humillación?

Niños jugando a baloncesto / U.S. Marine Corps

Jesús Travieso

Niños y niñas de distintas edades juegan todos los fines de semana a fútbol, baloncesto, balonmano o voleibol. Todos se enfrentan entre sí en ligas en las que todos quieren ganar, pero donde su principal interés es el de jugar y divertirse. El problema llega cuando uno de los equipos es muy superior al otro y el partido acaba con una paliza. Pero, ¿se puede evitar esto con medidas como parar el marcador cuando se llega a cierta diferencia? ¿O los niños tienen que competir y ser conscientes de que perder también implica que te metan 40 goles o 150 puntos de ventaja?

El debate lo ha reabierto un partido de baloncesto de alevines entre L'Alcora Basquet Club y el Real Madrid, que terminó con un marcador especialmente severo: 5 a 167 a favor del equipo blanco. Poca gente se habría enterado de esta diferencia tan evidente si no fuera porque el ganador difundió en su cuenta de Twitter cómo había terminado el partido. Ahí empezaron las críticas.

La gran diferencia de nivel entre el equipo castellonense y el madrileño, a pesar de que en ambos jugaban niños de 11 y 12 años, era conocida por todos. Los jugadores de L'Alcora sabían lo que iba a ocurrir en la pista, y aun así se mostraron encantados de jugar contra un equipo grande como el Real Madrid.

Así lo asegura Antonio Cano, uno de los responsables del conjunto: “Nosotros pedimos que el Madrid jugara con nosotros. Sabíamos que la diferencia era muy grande, pero pensamos que era un premio para los niños. Y su comportamiento fue ejemplar, tanto que creo que si anotamos fue porque ellos nos dejaron”, asegura a eldiario.es. Este medio también ha contactado con el Real Madrid, que ha declinado hacer comentarios sobre lo ocurrido.

Limitar los marcadores, solución en Madrid

El partido se desarrolló dentro del Pequebasket que organiza L'Alcora desde hace unos años. En las reglas del torneo no estaba establecido que el marcador se detuviese cuando hubiese una diferencia significativa de puntos a favor de uno de los equipos. Algo que se hace en algunas comunidades como Madrid, donde la Federación de Baloncesto establece que cuando alguien va ganando por 50 puntos se cierre el acta.

Cano señala que decidieron hace unos años que “los marcadores se quedarían como se desarrollasen, ya que creímos más interesante que se compitiera en cada momento”. Una determinación de la que ahora tiene dudas. “Quizá nos equivocamos en su día y no estuvimos acertados. Hasta el Real Madrid nos pidió que se cerrase para que no se diese un resultado así. Pero fue nuestra decisión”, apunta el responsable de L'Alcora, que añade que sí está a favor de que “en competiciones oficiales, como las ligas, se cierre el acta”.

La experiencia de la Comunidad de Madrid ha permitido que las diferencias evidentes en los partidos de niños no sean visibles en ningún sitio. Cuando hay 50 puntos de diferencia, la parte de los puntos en el acta se cierra, pero el encuentro continúa. Poner esa cifra no fue una decisión al azar, ya que la Federación de Baloncesto Madrileña (FBM) considera que es una diferencia suficiente, al ser difícil de remontar. Y que a la vez no es humillante para los perdedores, que pueden pensar cómo mejorar en los siguientes partidos.

El objetivo de la FBM es sencillo: quieren que los menores jueguen sin preocuparse por el resultado. Esa es la idea que defiende Borja Castejón, director técnico de la organización. Para él, que se den estos resultados desproporcionados “hace que los niños se frustren, y que incluso no quieran volver a jugar”. Castejón cree que cuando un grupo de niños pierde “de 50, de 40 o de 35, es fácil que crea que aún puede mejorar”. Una norma que permite que “el que pierde no reciba más de la cuenta, y que el que gane no se recree en algo que no es tan relevante”, añade.

Los padres, más problemáticos que los menores

Los niños no suelen discutir este reglamento que impide las diferencias salvajes en los marcadores. Algo que no suele ocurrir con la mayoría de sus padres. “Algunos están obsesionados con el resultado de sus hijos. Hasta hemos conocido casos de padres que llevan estadísticas aparte. A todos nos gusta ganar, pero no es lo sano”, lamenta Castejón.

La psicóloga Lola Pavón ha tenido en su consulta a niños que compiten en distintos deportes todas las semanas. Para ella, el mayor síntoma de lo nocivo que puede ser el comportamiento de algunos mayores es que “antes, el padre o la madre llevaban y recogían a sus hijos del entrenamiento; ahora, se quedan para ver cómo entrenan”. Esta experta también lamenta que se den casos de padres que “presionan a entrenadores o a profesores” por el desempeño de sus niños. “No tienen que fomentar actitudes competitivas, sino que desde la familia hay que apostar por valores de ocio y disfrute, quitandole presión a ellos”, explica.

La competición no tiene que ser mala de por sí. Según la psicóloga, “no se pierde nada por participar en algo”, pero sí hay que tener en cuenta “cómo se maneja que el niño compita”. Si ésta afecta a su autoestima y puede generar hasta problema de ansiedad, es obviamente mala. “El deporte basado en conseguir un logro que está por encima de la capacidad del niño es un factor nocivo. Se le puede destrozar si se le exige o se le ponen límites en base a eso”, asegura Pavón.

“Muchas veces se llama a humillar al contrario”

En el fútbol, deporte mayoritario entre los niños, también han surgido iniciativas para que no haya goleadas escandalosas. Una de ellas partió del club madrileño Palestra Atenea, que propuso cerrar el marcador cuando hubiese una diferencia de 10 goles. Algo que no se llevó a cabo a pesar de los intentos del que fuera su presidente, Lorenzo Gozalo. “Soy muy pesimista. La gente quiere competir, competir y competir. Los padres no se preocupan por si los entrenadores de sus hijos tienen la preparación o qué se les va a enseñar, sino por la superficie del campo y la hora de los partidos”, lamenta en conversación con este medio.

Gozalo asegura que su plan fue rechazado con argumentos como que había que “enseñar a perder a los niños, cuando ellos ya saben perfectamente que están perdiendo”. Gozalo critica la “hipocresía” de querer que el fútbol sea educativo, cuando hay quien invita desde la grada a “humillar al contrario”. Para él, lo malo no es que un equipo gane 50 a 0 a otro, sino que “un niño siga metiendo goles porque sus padres le presionan para ello. Conozco adultos que se han quejado de que en el acta no estaban todos los goles que había metido su niño”, afirma.

La psicóloga consultada señala que “hay niños que sufren verdadero estrés, con expectativas que no se corresponden con su edad, y que quizá muchos adultos no podrían soportar”. Y añade que en casos como el de L'Alcora y el Real Madrid “hay que ver qué repercusión tiene en los niños”. Una experiencia que fue “muy positiva, con nuestros niños encantados de jugar contra un grande, y ojalá el Madrid vuelva a participar en nuestro torneo porque solo tenemos buenas palabras”, insiste Antonio Cano. Algo en lo que discrepa Borja Castejón, que estima que lo ocurrido en este partido “ayudará a mejorar a los que ganaron, pero nada a los que perdieron”.

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