Muchos novelistas afirman que la realidad supera ampliamente a la ficción y que, si escribiesen algunas historias reales que han conocido o les han contado, no podrían publicarlas porque nadie les creería. Para confirmar esta idea, la semana pasada los medios de comunicación españoles publicaban, entre asombrados e indignados, la pretensión de una concejala de un pueblo sevillano de solicitar a la corporación billetes de avión mensuales entre Chicago y Sevilla para acudir a los plenos municipales.
A veces pienso que los políticos desafían la capacidad de perplejidad del público y tienen que tirar de mucha imaginación para conseguir encabronarnos aún más de lo que ya habitualmente lo hacen. Resulta que la muchacha en cuestión ha tenido que cambiar de residencia tiempo después de las elecciones y por motivos familiares (otros afirman que por motivos laborales) se ha visto obligada a empadronarse en Chicago, Illinois.
Por pintoresco que parezca, los miembros de una Corporación municipal no tienen la obligación legal de residir en el término municipal al que representan. Recuerdo muy bien cuando el difunto Jesús Gil ocupaba la alcaldía de Marbella y vivía “ostentóreamente” –como él decía- en Madrid. También en Cantabria hay muchos ejemplos y no es cuestión ahora de debatir sobre este particular.
Pero proponer a un Ayuntamiento como el de Castilleja de la Cuesta el abono de billetes de avión mensuales para acudir a los plenos es una pretensión que se pasa diecinueve pueblos. No creo que resultase menos insultante si lo pidiese un concejal de Palma de Mallorca, Valencia o Madrid, pero que lo haga la representante de un pueblo pequeño es echar aún más sal en la herida del desfase económico que hemos padecido en nuestro país. Más que tener la cara muy dura, parece chotearse directamente de los españoles en general y de los vecinos de su pueblo en particular.
Puestos a plantear memeces, quizá podríamos proponerle a la buena de Carmen López –así se llama la concejala- que, en lugar de molestarse ella en venir, podríamos desplazar a toda la Corporación de Castilleja de la Cuesta a Chicago y celebrar los plenos allí. Hasta podemos montarles un programa de viaje completo. La pena es que ya no podamos alojarles en el Lexington, el hotel desde cuya última planta Alphonse Capone dirigía a la mafia de la ciudad. Desgraciadamente, el edificio fue demolido en 1995.
Pero no pasa nada, se pueden quedar en The Langham, un espectacular cinco estrellas con vistas al Chicago River. Y por la noche, ya metidos en faena, les podemos mandar al United Center para ver un partido de los Bulls y hacerse una foto con Gasol, que luego luce mucho en la prensa sevillana. Naturalmente tendremos que pasarles unas dietas porque no pretenderemos que se paguen ellos, de su bolsillo, un buen cucurucho de palomitas…
En algún lugar he oído que la concejala en cuestión es una antigua Miss Sevilla, así que ha aprovechado que el Guadalquivir pasa bajo el puente de Triana para cargar contra el partido que la llevó a la Corporación y afirmar sin rubor que “la atacan por una cuestión de género”. Sinceramente -y no lo digo en broma- admiro a las misses; suelen ser unas jovencitas bellas y, a menudo, inocentes que se meten en un mundo ultracompetitivo y dañino. Lo que no tienen que aguantar de los babosos que las merodean, lo tienen que soportar de las propias envidias que pronto aparecen en el tortuoso camino por la corona. Pero esta vez Miss Sevilla -o Miss Chicago ahora- se ha quedado desorientada por culpa del jet lag.
La única parte positiva que nos ha traído la historia es la reacción fulminante de su partido. El propio Albert Rivera anunció en Televisión Española que no habría polémica ninguna: directamente abrió un expediente de expulsión del partido en lugar de enrocarse mirando el ombligo de Naranjito. Pero al líder de Ciudadanos ni siquiera le ha dado tiempo a tomar medidas, porque Miss Chicago se ha dado de baja en el partido… sin devolver su acta de concejal. Eso no, porque eso sería un “ataque de género”.
Quizá Carmen López sea muy feliz en Chicago, quizá tenga un trabajo estupendamente remunerado, quizá pronto ascienda y adquiera aún mayor responsabilidad. Pero quizá llegue un día en que eche de menos Castilleja de la Cuesta y quiera volver para trabajar en España. Que no se preocupe, porque encontrará trabajo seguro en El Club de la Comedia aunque hoy, afortunada o desafortunadamente… no es ese día.
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