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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Desde el amor y la rabia, pero con racional determinación

Protesta en Santander contra la sentencia del caso 'La Manada'.

Patricia Manrique

Estábamos avisadas, tristemente, por la experiencia compartida tantas veces, en tantas generaciones diferentes: no en vano, nos unió en diferentes puntos del Estado una alerta feminista para escuchar juntas la sentencia. Al menos recibimos acuerpadas unas junto a otras el golpe para poder transformar el dolor en rabia y la rabia en acción.

Con todo, escuchar el fallo fue duro. A algunas se nos saltaban las lágrimas de rabia; otras, incrédulas, tratábamos de clarificar la calificación jurídica que, comprobamos bien rápido, legitimaba la cultura de la violación con un mensaje nítido: si no arriesgas tu vida para demostrar que te han agredido, mejor no denuncies. Pero, o hay un cambio sustancial o empezaremos a tomar medidas extremas de autodefensa, porque con nuestra vida no se juega más.

La lectura de la sentencia de ‘La Manada’ dio paso, de modo natural, a un día de amor y rabia, y de una determinación racional clara resultante de ambas: por aquí no vamos a pasar, esto no lo vamos a consentir. Por nuestra hermana doblemente violada, por todas nosotras, jóvenes, medianas, mayores, españolas o extranjeras, blancas o racializadas, trabajadoras, empresarias o paradas, madres o mujeres solteras… por nuestras hijas, sobrinas y nietas. Entreveradas, unidas sin fisuras contra la (in)justicia patriarcal.

La comparecencia en las calles se convirtió, por momentos, en bálsamo para el presente y receta de remedio para el futuro. Hacemos, por necesidad, una política encarnada que cada día da respuestas más inmediatas a la incompetencia, cuando no la clara apuesta ideológica por la injusticia, de los poderes, los tres: un legislativo que no avanza en mejorar las leyes, un ejecutivo que no dota de fondos la lucha contra la discriminación y la violencia estructural y un judicial que muestra, bajo la toga, una sucia pezuña patriarcal.

Así, vibramos en la indignación, sí, pero sabedoras de que se abre, con esta sentencia cargada de patriarcado violento, una nueva etapa de excepción. Cientos de asambleas por todo el Estado están en guardia: diversas, heterogéneas, organizadas e inteligentes, vertebradas por feminismos que atan un digno sentimiento con una racional determinación. Que se prepare el patriarcado porque la violencia de sus coletazos de bestia herida se va a encontrar en cada esquina con la respuesta colectiva coordinada de varias generaciones que han entendido que es la hora de colaborar y de poner en marcha todas las habilidades acumuladas: las de la empatía y las de la rebeldía. Nosotras somos la nueva política que sabe atesorar lo que de valor hay en la vieja.

Ya no estamos solas, ni lo volveremos a estar. Uno de los fundamentos del patriarcado se encuentra en fomentar la enemistad y la competición entre las mujeres, en aislar y atomizar, pero el feminismo es una savia social que nos une y hermana y que, con ello, nos hace fuertes. A nosotras y nuestros aliados feministas que son muchos, cada vez más —y que, ahí estaban ayer, junto a nosotras, muchos en silencio, acompañando nuestra necesidad de grito—. Por eso, lo primero de todo, este jueves negro, fue la sororidad. El feminismo no es ya únicamente un movimiento social, es una cultura, una ética: de la sororidad y los pactos, de la justicia social y la equidad, de la política entreverada de cuidados, de la democracia real.

Y ya no va a ser suficiente que, vía Supremo —un alto Tribunal, por cierto, cada vez menos independiente, y con un clarísimo sesgo conservador— se trate de enmendar el desaguisado causado por jueces con nombre y apellidos: José Francisco Cobo, Raquel Fernandino —sí, una mujer: el machismo no es una cuestión de genitales—… por no hablar de Ricardo Javier González, a quien, amén de sancionarle por el sesgo vergonzante de su razonamiento, cabe imaginar consumidor de porno comercial sexista o célibe, ya que no distingue entre placer sexual y sexo sin consentimiento.

Si hay que cambiar además la ley, que se cambie también, pero no nos cabe duda de que demasiados jueces, como otros operadores jurídicos, no pasan el baremo necesario para administrar justicia. Exigiremos que se refuerce, vía fondos y normativa, la formación obligatoria de los jueces, fiscales y otros agentes que intervienen en los procesos sobre violencia machista. La ONU ya ha advertido al Estado español porque la formación es solo obligatoria en la etapa inicial de la carrera judicial y para los juzgados especializados en violencia sobre la mujer. No puede seguir habiendo en el poder judicial dinosaurios sin formación que contaminen de mirada sexista los peritajes, los procesos judiciales y las sentencias.

Y los que sobran, de quienes habrá que deshacerse o a quienes habrá que sancionar, son, además, los mismos cuyas sentencias obligan a niñas y niños a visitas con padres maltratadores o abusadores, que no abordan adecuadamente los abusos sexuales a menores, que consideran que 30 puñaladas a una mujer no es ensañamiento o que dan crédito al Síndrome de Alienación Parental (SAP), esa magufada jurídica para quitarles a las madres a sus hijos. No, no es sólo cuestión de leyes, es también cuestión de sus intérpretes.

Somos legión, estamos organizadas y vamos a poner patas arriba todo lo que exija ser cambiado. Desde el amor y la rabia, pero con racional determinación.

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