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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

La filosofía necesaria

Un grupo de refugiados se enfrentan a los gases lacrimógenos de la policía macedonia. |

Paco Gómez Nadal

Busco algo a lo que aferrarme. No soy capaz de entender cómo puede seguir fluyendo la cotidianidad anodina en estos países que suelen blandir sus “valores democráticos” mientras que alrededor y en la periferia de lo visible el sufrimiento se ha vuelto a enquistar –quizá nunca dejó de estarlo–. No me interpreten mal: no soy idiota. Sé de la sobreinformación a la que estamos sometidas, de la educación individualista que fomenta el sálvese quien pueda, del fascismo de baja intensidad que tan bien describe Antonio Méndez Rubio y de su conjugación en cada una de nosotras, de la dificultad de renunciar a la denominada como “zona de confort”, de la línea abismal que nos separa de los otros y las otras, de los que no cuentan, de los que se cuentan por millones.

Sociólogos, politólogas o economistas nos dibujan la realidad como una red compleja que nos permite situarnos en la telaraña de esta primera guerra realmente mundial no declarada y hacer la crítica al poder y sus secuaces en los estrechos y fracasados estados-nación. Pero yo sigo buscando algo a lo que aferrarme para entender nuestra miserable actuación y nuestras vergonzosas omisiones. Quiero saber por qué somos ausencia. Quiero entender las raíces de nuestra deshumanización para intentar, desde ese frío sótano de miseria, recargar (me) (nos) de la humanidad que denigramos.

Así que, cómo leí hace años, recurro a los fontaneros de la humanidad. La afortunada comparación entre filosofía y fontanería se la leí a la filósofa británica ya casi centenaria Mary Midgley en la revista colombiana El Malpensante: “La fontanería y la filosofía son actividades que surgen debido a que culturas desarrolladas como las nuestras tienen bajo su superficie un sistema bastante complejo que usualmente pasa inadvertido, pero que en algunas ocasiones no funciona como es debido. Esto puede tener graves consecuencias en ambos casos. (…) Ninguno de los dos sistemas tuvo nunca un diseñador especializado que supiera exactamente qué necesidades tendría que satisfacer. Por el contrario, los dos han crecido imperceptiblemente a través de los siglos en la misma forma en la que crecen los organismos. (…) Cuando los conceptos con los que vivimos fallan, normalmente no gotean del techo o inundan la cocina. Simplemente distorsionan y obstruyen nuestro pensamiento de forma silenciosa”.

Así que en estos atribulados días he recurrido a los filósofos y filósofas que no han trabajado al dictado de las modas o del poder, a los que han sabido romper para construir. No les voy a compartir todas mis cuitas y mis averiguaciones –eso requeriría de un espacio más lento que el de una columna en un diario digital–, pero no quiero dejar de mostrarle la puntita de algunos de mis hallazgos.

Regreso a María Zambrano, una de las joyas del pensamiento crítico y complejo de esta Iberia donde el pensamiento crítico y complejo está proscrito. Escribió la Zambrano que “la patria verdadera tiene por virtud crear exilio” y ese exilio es “la forma de existencia más propia del ciudadano”. Traducido sería algo así como que el sirio que está en tierra de nadie huyendo de su “adentro”, de su patria, para tratar de entrar a nuestro “adentro”, ese sirio puede y sabe reclamar los derechos universales deseables para el concepto liberal de ciudadanía, pero el ciudadano europeo, defendiendo su espacio de derechos, solo puede excluir al que está afuera. Reyes Mate, uno de los patrimonios vivos del pensamiento filosófico, apunta que “este ciudadano [el europeo] ha convivido y convive sin problemas con la negación de la ciudadanía de otros en su propio país o allende del mismo. Una ciudadanía así [la europea] tiene que ser de baja calidad”.

Mate, al que vuelvo con frecuencia cuando no puedo atajar las goteras internas, me recuerda que “la historia contemporánea [de Occidente, añadiría yo] se ha construido sobre el olvido de la barbarie”. Y yo, que estos días oigo tanto hablar de la barbarie terrorista y de otras barbaries del “afuera”, solo puedo buscar un espejo para ir recordando las barbaries propias, las cercanas, las que no han cesado, por mucho que la historia oficial insista, desde que se cerró el capítulo de la llamada Segunda Guerra Mundial.

Quizá estos tiempos de sufrimiento naturalizado y barbarie de los nuestros son parte de una reconfiguración civilizatoria, quizá solamente estamos buscando nuestro lugar en un mundo al que estamos acostumbrados a dominar y que poco a poco se sale de nuestro control colonial. Quizá, como explica Reyes Mate, “las identidades personal o colectiva modernas se construyen excluyendo a personas o pueblos (…) [y] quien así actúa no solo se desentiende de los sufrimientos sobre los que ha construido su identidad, sino que está preparado para continuar la cadena de sufrimientos inferidos a nuevas víctimas”. Me da miedo ser parte de esos ciudadanos dispuestos a casi todo el olvido posible para mantener la condición de tal a costa de la inexistencia de los otros. Sigo buscando.

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