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Congresos socialistas y debate de gestión

El portavoz socialista, Juan Lobato, durante su intervención en el pleno. EFE/Juan Carlos Hidalgo
2 de diciembre de 2021 22:18 h

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Prácticamente desde sus inicios los Congresos del PSOE han venido incluyendo un punto importante del orden del día, cual es el debate de gestión de los órganos que han dirigido al partido desde el anterior cónclave. Ese debate ha solido ser el debate político de fondo, sobre las políticas llevadas a cabo, los éxitos pero también los problemas, los errores, el pasado y su proyección cara al futuro. Un debate que solía llevar bastante tiempo, normalmente media jornada de cada congreso.

Celebrados los congresos autonómicos del PSOE, es momento para algunas reflexiones acerca de esa faceta de autocrítica, tan importante en un partido democrático. Porque en los dos últimos congresos que me afectan, el 40 Congreso Federal celebrado en octubre pasado en Valencia y el reciente Congreso del PSOE de Madrid, ese debate no se ha producido.

En el 40 Congreso Federal el informe de gestión lo hizo no el secretario general, sino el de organización —quien por cierto llevaba en el cargo apenas tres meses—, y al terminar su intervención y tras los aplausos, el presidente del Congreso dijo aceleradamente que la gestión se daba por aprobada por unanimidad, a pesar de que había delegados que levantaban la mano pidiendo la palabra, entre ellos alguno de Izquierda Socialista. Tampoco hubo apenas debate en las comisiones, en las que las ponencias se aprobaron rápidamente con algunas enmiendas y sin que pudiera pasar ninguna al plenario. Hubo pues escaso debate, y aunque el PSOE está gobernando, hubiera sido positivo que se debatieran los objetivos y las condiciones en que viene actuando ese Gobierno de coalición, así como algunos otros temas pendientes en la sociedad española. Fue un Congreso que tuvo más de “Convención” hacia la sociedad que de reflexión interna, con mesas paralelas donde se exponían políticas cara al público sin debate alguno, y con un objetivo político: el de mostrar un partido unido tras los conflictos anteriores a través de las intervenciones de los expresidentes del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González junto a la del propio Pedro Sánchez.

Madrid

Peor ha sido la ausencia de debate en el Congreso del PSOE de Madrid. En este caso el argumento formal era que al no haber Comisión Ejecutiva saliente, por haber dimitido tras el fracaso electoral en la Comunidad de Madrid, no cabía debatir su gestión. Pero este motivo no debió de impedir un debate sobre lo ocurrido en los últimos años y las causas de la debacle en la que se encontró el partido en Madrid. Que no se debatiera sobre ello interesaba a cuantos habían apoyado las políticas que nos llevaron al fracaso, que siguen en sus puestos institucionales u orgánicos poniéndose de perfil y controlando de nuevo la situación. Pero en mi opinión sí interesaba al socialismo madrileño, militantes y simpatizantes, para analizar las causas de lo sucedido y poner remedio. Sin análisis de lo ocurrido, sin debate, sin autocrítica, será difícil recuperar al electorado perdido.

Quisiera destacar alguno de los muchos errores cometidos en estos últimos años, errores que en última instancia se reducen a la pérdida de autonomía del socialismo madrileño y al sometimiento de muchos de sus cuadros al dedo que viene de arriba. Me hace recordar aquella frase de Luis Gómez Llorente de que el partido se había convertido en un sindicato de cargos públicos.

El primer error fue el de la candidatura al Ayuntamiento de Madrid. Aunque me afecte personalmente no debo obviar que se optó por un compañero, excelente persona, sin experiencia política alguna, nula relación hasta entonces con el socialismo y sin conocimiento alguno de la realidad de Madrid y de sus problemas. Pero una mayoría de cuadros y militantes lo votaron entusiastamente, sencillamente porque tenía el apoyo del secretario general del PSOE, a pesar de que éste, en sus primarias frente a Susana Díaz, exigió por escrito a la entonces Comisión Gestora Federal la más estricta neutralidad. El fracaso es conocido. En plena “era Sánchez” y mientras mejorábamos los resultados en la Comunidad de Madrid, la capital fue la única ciudad importante en la que el voto socialista bajó respecto a las elecciones anteriores, y al cabo de un tiempo el candidato dejó el Ayuntamiento.

Un segundo error de envergadura fue la compatibilidad del cargo de secretario general del PSOE de Madrid con el de Delegado del Gobierno. Sabíamos que Gabilondo había dicho en público y en privado el tipo de discurso y de oposición que estaba dispuesto a hacer, por su forma de hacer política y más aún de hacer parlamentarismo basada en la palabra, en el razonamiento sobre lo complejo. Y cuando más necesitábamos al partido y sus dirigentes para hacer oposición dura a la señora Ayuso, o al alcalde de Madrid, el secretario General fue neutralizado nombrándole delegado del Gobierno. Es sabido que éste tiene que cooperar con las instituciones autonómicas y locales, por lo que difícilmente podía enfrentarse a aquéllos, más bien lo contrario.

Y el colmo fue la campaña de mayo pasado a las elecciones autonómicas madrileñas, en las que, ante la premura de la convocatoria electoral, Gabilondo disciplinadamente aceptó volver a ser candidato. Pero la primera parte de la lista de diputados no las impusieron desde Moncloa, lo mismo que una estrategia electoral absurda y cambiante, que se inició cuestionando a Podemos y anunciando la no subida de impuestos en una comunidad como la madrileña, con los impuestos para los ricos más bajos de toda España, para buscar votos de Ciudadanos, sin que consiguiéramos ninguno, perdiendo más de doscientos mil votantes por la izquierda. Todo ello al albur de los spindoctors de turno, que nos llevaron a perder 10 puntos a lo largo de la campaña electoral.

De todo esto, y de más, habría que haber debatido en el Congreso del PSOE de Madrid, pero nada se hizo. No interesaba, los cuadros que habían apoyado cada una de esas políticas preferían no recordar, apoyando sin fisuras a Juan Lobato como candidato a secretario general, que habló en su campaña de transparencia y de autonomía del socialismo madrileño. Yo no apoyé a Lobato, entre otros motivos porque pensé que no iba a tener capacidad para defender la autonomía del PSOE de Madrid, ante lo que Laski llamó el “abrazo del oso” que entendía le estaban dando muchos de los apoyos públicos que tenía, excelentes compañeros, pero responsables directos de la situación, que le apoyaban entusiastamente, probablemente con el objetivo de seguir controlando la política desde sus cargos y puestos.

Y en efecto, lo primero ha sido la convocatoria acelerada de la Secretaría General de la Agrupación de Madrid. Tras 20 años de figurar en los Estatutos, se convoca aceleradamente con solo un día para presentación de candidaturas, dificultando al máximo que lo pudiera hacer quien no estuviera en la pomada. Mucho me temo que es un claro signo de los peajes que tiene que pagar por haber sido apoyado por algunos. Más aún, la candidatura de la Delegada del Gobierno incide de nuevo en la experiencia de la incompatibilidad entre cooperar institucionalmente con el alcalde de Madrid y la crítica al Ayuntamiento de la Capital, además del mando sobre la Policía Nacional, que si en algún caso comete excesos se achacarán a la Secretaria General del socialismo de Madrid.

Creo que no es buen inicio para Juan Lobato, para la anunciada y necesitada autonomía del PSOE de Madrid. Con todo, hay que darle el máximo apoyo para que ejerza la dirección política de los socialistas madrileños con firmeza, con integración y con autonomía, que no es confrontación sino lealtad al partido y sus dirigentes estatales. Para dar la batalla cultural contra la derecha y sus valores individualistas y privatizadores y para recuperar la autoestima colectiva y ganar de nuevo Madrid para la gente.

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