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El nuevo ‘momentum’ de la Unión Europea

Foto de familia de algunos de los jefes de Estado y sus parejas en la cumbre del G20.

Fundación Alternativas

Varios autores* —

Los resultados de la recién acabada cumbre del G-20 –un escenario cada vez más imprescindible– hubieran sido inimaginables hace pocos meses. Fundamentalmente porque la Unión Europea ha acudido a la reunión del “gobierno del mundo” con una fuerza y cohesión de la que ha carecido en la década de la crisis económica.

Así se explica que la Unión haya podido liderar e imponer en Hamburgo su agenda global: en lo relativo a la lucha contra el cambio climático (reafirmando, contra Donald Trump, el carácter irreversible del Acuerdo de París); y en lo relativo a la liberalización del comercio, también contra el aislacionismo del presidente de los Estados Unidos. Macron acaba de anunciar una cumbre sobre el clima en París en diciembre. Merkel ha propuesto un plan para África.

Hasta que el Gobierno conservador británico se metió en el callejón sin salida del Brexit, la Unión mostraba síntomas preocupantes de debilidad, confusión y fragmentación. En buena medida por efecto de su errónea y fracasada estrategia económica –austeridad– adoptada por los países acreedores y exportadores, y causante de desempleo y depresión de los salarios. La Unión, en realidad, ha podido recuperarse gracias a la política monetaria agresiva y “Keynesiana” del Banco Central Europeo, junto a los bajos precios del petróleo.

Los problemas a resolver, los desafíos a afrontar, eran –y son– bastante claros. Europa era necesaria para solucionar la deriva gravemente peligrosa del medio ambiente, la insuficiencia inversora para crear empleo de calidad y para desarrollar planes educativos ambiciosos en I+d+i, la inseguridad creciente y la crisis de la Alianza Atlántica a causa de la nueva política unilateralista de Trump, la llegada de miles de refugiados y de inmigrantes a las costas europeas del Mediterráneo, convertido en tumba para miles de seres humanos, hecho ante el que solo Alemania ha reaccionado con generosidad y solidaridad.

El problema no era que no conociéramos esta situación. El problema era que, ante ella, la Unión exhibía cada día su incapacidad, cuando no su ausencia de voluntad política, para enfrentarse a esa tormenta perfecta.

El único cambio que contemplamos fue el surgimiento, con un ímpetu imparable, de movimientos y grupos políticos populistas, a derecha e izquierda, cuya exclusiva coincidencia era, y sigue siendo, el antieuropeísmo, el nacionalismo, el proteccionismo, el aislacionismo antiglobalizador elemental.

Pues bien, tal escenario ha cambiado súbitamente. A positivo. Quizá la causa esté en el inicio del proceso del Brexit, o en el temor a la tenaza que forman Trump y Putin sobre la Unión, o en el voluntario vacío que provoca aquel en la incierta escena mundial, o en los triunfos de candidatos europeístas en las elecciones de Holanda, Austria, Francia (y con seguridad Alemania en septiembre), o en la recuperación económica de la eurozona, aun cuando no sea todavía vigorosa y adolezca de una visible asimetría regional y desigualdad social.

Este nuevo panorama ha de ser visto como una oportunidad y aprovechado para que la Unión avance a una etapa de mayor convergencia socioeconómica y determinación política entre Estados que ya son interdependientes. De ahí que la Fundación Alternativas haya titulado su Informe sobre la Unión de 2017: “Relanzar Europa”.

Es, efectivamente, el momento de relanzar la Unión Europea, no de arrugarse defensivamente. De prepararse para tomar decisiones políticas firmes y progresistas a partir de otoño, de cara al Consejo Europeo de diciembre.

Algún buen síntoma hemos observado en los cinco documentos de reflexión publicados este año por la Comisión: la dimensión social de Europa; el aprovechamiento de la globalización; la profundización de la Unión Económica y Monetaria; el futuro de la Defensa Europea y el futuro de las finanzas de la UE.

También se constata un clima unitario y una ambición hasta ahora desconocida en las Conclusiones del Consejo Europeo de 22 y 23 de junio. En ellas destacan sobre todo las propuestas para una Europa de la Seguridad y la Defensa: el Fondo para una Industria Europea de la Defensa; la Cooperación Estructurada, para cuya creación se da un plazo de tres meses (antes del próximo Consejo Europeo); y la mutualización del gasto en los “instrumentos de respuesta rápida de la UE”.

Es el momento de relanzar Europa, sin duda. Y de que los gobiernos colaboren en ello, empezando por el Gobierno y Parlamento de España, en los últimos tiempos en actitud demasiado silente y diluida sobre las políticas europeas. Algo que también cabría decir de los medios de comunicación españoles. Porque no basta con el eje franco-alemán.

No hay que desacelerar la política liberalizadora de acuerdos comerciales –favorables a la economía europea– con otros países (Canadá, Japón, México, Mercosur, etc.), preservando siempre los estándares europeos en materia de derechos sociales y laborales, servicios públicos, protección del consumidor y del medio ambiente. Ni hay que cerrarse a transformaciones institucionales que requieran incluso la reforma de los Tratados en una línea federalista, esencialmente en la eurozona (ministro de Finanzas, presupuesto común, armonización fiscal), como parece deducirse de una interpretación optimista de algunas recientes declaraciones de Macron y de Merkel. No deben establecerse límites para impulsar el 'momentum' de Europa.

*Firman este artículo: Diego López Garrido, Nicolás Sartorius, Carlos Carnero, Patxi Aldecoa, Enrique Ayala, Juan Moscoso, Vicente Palacio, Mercedes Guinea, José Candela, José Luis Escario y Juan Manuel Albares.

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