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La era del ecoblanqueo

Imagen de archivo de residuos plásticos en una playa. EFE/Alex Hofford

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Estos días se celebra en Egipto la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2022 (COP27). Es curioso ver cómo se ha elegido para esta cumbre un país tan restrictivo y que no garantiza los derechos humanos. Será mucho más difícil protestar, salirse de la agenda marcada, lo que es toda una ventaja para la organización. Eso de tener que lidiar con muchachas que imitan a la Thunberg o que tiran sopa de tomate procesada al aire, no encaja del todo con lo que tiene que ser una cumbre climática. No me imagino a los homólogos egipcios de Greta Thunberg o Joanna Sustento haciendo sentadas con sus pancartas durante los doce días que dura el evento a las puertas del Tonino Lamborghini Centro Internacional de Convenciones de Sharm El Sheikh. Acabarían en la cárcel como el activista egipcio Alaa Abd El-Fattah. 

Lo segundo que me llama la atención es que uno de los patrocinadores del evento sea Coca-Cola, la empresa que más plástico genera del mundo. A esto, Greta Thunberg lo llama “ecoblanqueo”. Acabo de descubrir el término y me parece tan atinado que pienso incorporarlo a mi propio vocabulario y usarlo cada vez que pueda. Ecoblanqueo. Ecoblanqueo. Ecoblanqueo. En el excelente ensayo colectivo El libro del clima (Lumen, 2022), la propia Thunberg explica que «esta es la era de la comunicación, en la que lo que se dice logra tener más peso que lo que se hace. Por ese motivo hoy tan tantos países productores de combustibles fósiles y grandes emisores de carbono que se llaman a sí mismos “líderes climáticos”, aunque no implementan ninguna política creíble de mitigación del clima. Estamos en era de la gran maquinaria del ecoblanqueo». He leído este ensayo entre la fascinación, la ignorancia y el terror: a pesar de llevar más o menos veinte años interesándome por el cambio climático, leyendo todo lo que encuentro, ni siquiera alcanzo a imaginar el panorama catastrófico que se nos presenta y la desidia de nuestros gobernantes.

En la era de la comunicación tiene más peso lo que se dice que lo que se hace, por eso estos días los “grandes líderes climáticos” de nuestro mundo se sentarán a hacer promesas que no serán más que papel mojado. Los “grandes líderes climáticos” estrecharán la mano de los “grandes líderes del capitalismo”. Pongo un ejemplo: esto es lo que tiene que decir Michael Goltzman, vicepresidente global de Políticas Públicas y Sostenibilidad de The Coca-Cola, sobre la COP27 y la emergencia climática: «Sabemos que los desafíos globales como los desechos plásticos, la administración del agua y el cambio climático son demasiado grandes para que un solo gobierno, empresa o industria los resuelva individualmente. COP27 nos brinda la oportunidad de continuar interactuando con expertos, organizaciones sin fines de lucro, la industria y los gobiernos para apoyar acciones hacia un cambio sostenible en toda nuestra cadena de valor». Coca-Cola produce en torno a un 10% de los envases plásticos se desperdician en el planeta, más o menos tres millones de toneladas. Ecoblanqueo.

A mí el tema del calentamiento del planeta me quita el sueño. Es algo que me preocupa tanto como llegar a fin de mes o la salud de mi familia. Es una realidad tan palpable en nuestra cotidianidad que sorprende ver la poca importancia que tiene en la agenda política cuando muchas de las cuestiones que nos preocupan están ligadas al futuro climático. Decía que el libro de Thunberg es interesante porque ofrece una mirada múltiple además de muchos datos. Como lo que se dice es más importante que lo que se hace en nuestra era, aquí van unos cuantos datos del Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), el mayor grupo de expertos que existe sobre el tema para tenerlos presentes:

  • Desde 1850 hasta 2021, las temperaturas globales medias han aumentado aproximadamente en 1,2 °C. 
  • Las advertencias sobre emisiones de efecto invernadero empezaron a hacerse en los 80 y 90, pero desde 1991 se ha emitido más dióxido de carbono (CO2) que en el resto de la historia de la humanidad. 
  •  La idea es limitar el aumento de temperatura del planeta a 1,5 °C, pero según los cálculos del IPCC, al ritmo actual de emisiones, esta cifra se superará antes de 2030.
  • Hay países muchísimo más responsables que otros. EE. UU. emite 420,0 GtCO2 y China, cuyo presidente no asistirá a la cumbre, emite 241,8. 
  • A pesar de que en 2015 la mayoría de los países (195) se comprometieron con el Acuerdo de París para limitar el calentamiento global a 2 grados máximo, a 1,5, idealmente, el IPCC estima que en 2100 se alcanzarán los 3,2 grados. 

¿Qué se puede hacer? ¿Qué podemos hacer? A mí me aterra la posibilidad de que el sistema económico que tenemos nos lleve al colapso climático. El 1% más rico de la población mundial es responsable de más del doble de la contaminación por carbono producida por las personas de la mitad más pobre de la humanidad. O lo que es lo mismo: 19 millones de ciudadanos estadounidenses o cuatro millones de ciudadanos chinos son mucho más responsables de lo que está ocurriendo que mi vecino Eloy, que tiene un huerto y se mueve en bicicleta. El 50% más pobre es responsable de solo un 7% del total de emisiones por el consumo del estilo de vida. Y, seguramente, a ellos les afectará más el cambio climático. 

¿Nos falta información? ¿Perspectiva? ¿Capacidad de acción? Thunberg dice que «si la historia del mundo se redujera a un solo año, la Revolución Industrial habría ocurrido más o menos un segundo y medio antes de la medianoche, en la víspera de Año Nuevo. En ese segundo y medio hemos talado la mitad de los árboles del planeta, acabado con dos tercios de la fauna y la flora silvestres y llenado los océanos de plástico, además de iniciar una posible extinción en masa y catástrofe climática». Y aun así, por imposible que resulta siquiera concebirlo, la mayoría de la gente no tiene conciencia plena de lo que está sucediendo y a otra gente parece importarle poco. 

Me interesan mucho las reflexiones que se hacen desde la intersección entre el brutal y monstruoso sistema económico que sostenemos y que está destrozándonos la vida y la salud y la crisis climática: a pesar de los datos y las pruebas, lo que sabemos que hay que hacer para bajar las emisiones y no seguir incrementando la temperatura de la tierra entra en conflicto con el estilo de vida del norte global. 

En El libro del clima, la historiadora de la ciencia Naomi Oreskes imagina lo que podrían preguntarse los historiadores del futuro: ¿Por qué la humanidad no actuó para frenar la crisis climática si hacía décadas que se sabía lo que estaba pasando? Y responde así: «Una buena parte de la respuesta será la historia de negación y oscurantismo de la industria de los combustibles fósiles, y las formas en que las personas con poder y privilegios se negaron a reconocer que el cambio climático era un síntoma de un sistema económico que ya no servía». 

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