El boletín

Hoy publico la última edición diaria del boletín del coronavirus que empecé a escribir el 11 de marzo como una newsletter “efímera”. “Durará lo que dure la epidemia. Ojalá sea poco”, escribía entonces. Todavía nos queda mucho camino y por eso el boletín no desaparecerá sino que será (de momento) semanal.

En estos tres meses y medio tan oscuros e inciertos esta carta es una pequeña parte del esfuerzo que hemos hecho para cumplir con nuestra función más esencial, más básica: la de servicio público. A los periodistas nos gusta recordar lo que escribió un periodista del Chicago Evening Post en el siglo XIX de que “la labor del periodismo es confortar a los afligidos y afligir a los acomodados”. Muy a menudo nos centramos más en la segunda parte de la afirmación, pero de repente en esta pandemia mucho tenía que ver con la primera parte.

Estos meses de esfuerzo de la redacción han tenido también muchas recompensas, la solidaridad y la madurez del equipo y el apoyo de los lectores con su dinero (gracias a las más de 56.000 personas que nos respaldan), sus palabras de ánimo y sus detalles, como la canción que me ha mandado todas las mañanas una lectora con muy buen gusto y que está entre las 17.000 personas que reciben el boletín.

Pensando en estos meses, este formato del email personal en una circunstancia así ayuda a volver a lo más básico. Lo más básico de nuestro trabajo es lo que a menudo nos da fuerza para resistir las horas necesarias y nos consuela ante cualquier desvelo. Y creo que no sólo pasa en el periodismo.

Estos han sido algunos de los elementos para adecuar el contenido y el tono del boletín:

Cuidar las palabras, los adjetivos y hasta los emoticonos. Sobre todo en las primeras semanas de la pandemia evitaba activamente palabras como “caos”, “colapso” y “tragedia”, intentaba no poner adjetivos y buscaba en cada frase la opción más neutra. No utilizaba el emoticono del virus ni el del horror que parece El Grito de Munch por una mezcla de respeto y cuidado con las imágenes que provocan más ansiedad. Los hechos de las cifras de muertos, las historias de los fallecidos y sus familiares y la incertidumbre de cuánto duraría lo que estábamos viviendo tenían suficiente gravedad.

Sin eufemismos. A la vez, evitaba eufemismos, metáforas o jerga, todos esos recursos utilizados por los políticos que crean más desasosiego por la distancia de incomprensión que generan en quien lee.

Poca política. Sobre todo al principio, evité incluir las polémicas con la Comunidad de Madrid, los insultos entre partidos y cualquier otro asunto político que no estuviera directamente relacionado con el aquí y ahora. Tenía un valor tener un espacio dedicado sólo a lo inmediato, a lo más práctico y a lo más relacionado con la enfermedad y su evolución.

No adelantarse. Cada restricción o medida sobre el estado de alarma iba precedida de borradores, opciones y detalles distintos. Un esfuerzo constante ha sido esperar hasta que algo estuviera aprobado o cerrado para incluirlo en esta guía básica de lo que pasaba y se podía hacer.

Compartir la información de los demás. Los reportajes, las explicaciones y las entrevistas de El País, El Mundo, Civio, Maldita.es o Radio Nacional han tenido cabida siempre porque se trata de buscar la información más completa y escoger entre la avalancha. Todas esas redacciones han hecho un esfuerzo igualmente extraordinario.

Mujeres. Uno de los prejuicios culturales que tenemos todos es identificar a investigadores, médicos y otros científicos con un hombre, aunque no sea así y no lo haya sido ni en España ni en otros lugares durante esta pandemia. Por eso también he preferido no utilizar siempre el genérico masculino, he recalcado el gran trabajo de nuestra médica en eldiario.es y he utilizado símbolos variados.

Algo bueno. No todos los días ha sido fácil encontrarlo, pero hasta en los momentos más oscuros de marzo y abril era esencial poder contar siempre algo agradable o esperanzador.

Escuchar, contestar. Lo más valioso ha sido, es y será recibir preguntas, sugerencias e ideas de los lectores. Al principio, con casos más duros sobre la enfermedad, después, ya con dudas más llevaderas sobre el confinamiento, y en las últimas semanas, con ideas para mejorar el mundo que se avecina.

Un día despediré el boletín del todo. Mientras tanto, y ahora que baja la intensidad de la información, es un buen momento para decir algo que ojalá practiquemos todos más en estos tiempos inquietos: gracias.