A las 19:55 del 29 de octubre de 2024, la situación en Valencia era de emergencia máxima por las lluvias torrenciales, el desbordamiento de barrancos y de ríos. Posiblemente, el peor momento de la Dana. A esa misma hora, en un intercambio de mensajes entre Salomé Pradas y el jefe de Gabinete de Carlos Mazón, esta le comenta que “está la cosa muy muy muy mal” y él le responde… “ya mujer”. Calma le pedía José Manuel Cuenca a “Salo”, como si la consellera fuera el problema. Al leer esa conversación de WhatsApp, donde el resto vemos una autoridad informando de una catástrofe, el compañero de piso de Mazón, su jefe de gabinete parecía ver una mujer de los nervios.
Minutos después, José Manuel Cuenca, le recuerda a su consellera quién tiene la responsabilidad de decretar el estado de alarma, “la chica que tienes al lado”, es decir, la delegada del Gobierno (Pilar Bernabé), que curiosamente, debe tener pocos años menos que Carlos Mazón y propio Cuenca. “La chica”. Las dos mujeres al mando en los peores momentos de la DANA no son, a ojos de la mano derecha del expresident, la figura de autoridad a las que dar credibilidad y tratar como tal, sino quienes “se quedan al cuidado”: las chicas. Sin embargo, estas dos mujeres eran las únicas responsables políticas que estaban donde tenían que estar porque ellos, ¿dónde estaban? ¿En la siesta, comiendo, paseando bajo la lluvia, tomando la última…?
La autoridad legítima, la del hombre, Mazón, no estaba donde tenía que estar. Estaba con otra mujer. Su jefe de gabinete, autoridad legitimada para la ocasión por el entonces president, confundió la crisis que debía gestionar. Creyó que era la consellera a quien había que calmar y contener, en lugar de alertar a su jefe de que era el agua, la lluvia, las inundaciones y los muertos lo que exigían acción. En vez de respaldar a la consellera, el jefe de gabinete cuestionaba los mínimos pasos, que ya tarde, se proponía dar. Hombres diciéndole a mujeres cómo deben sentirse, qué tono usar, qué papel ocupar. Una vez más. Despreciar las capacidades y la autoridad de las mujeres, especialmente cuando ocupan cargos de responsabilidad, no es una anomalía ni un gesto aislado: es anacrónico, estructural, es parte de ese orden político llamado patriarcado.
“Tranquila, che”, termina la conversación José Manuel Cuenca, no sin antes decirle a la consellera que se quite de la cabeza lo de confinar a la población. Eran las 20.15 de la tarde y a esas horas se calcula que habían fallecido al menos 156 personas. ¿Tranquila? El trato del jefe de gabinete de Mazón a Salomé Pradas, sonroja por su condescendencia. No la trata como una autoridad qu está informando, sino como una mujer que puede estar exagerando. Aparentemente, él es el racional y ella la emocional. En cambio, visto en la distancia y escuchando el audio que le manda la consellera tras ese “tranquila, che”, si hay que elegir cuál de los dos estaba más con los pies en la tierra y consciente de la situación, no sería precisamente a José Manuel Cuenca, que más bien arece estar muy alejado de la realidad.
Un trato paternalista, sexista y obstruccionista del jefe de gabinete de Mazón a Salomé Pradas, solo para retrasar la toma de decisiones que debían haber sido tomadas antes, por una mujer, pero que esperaron a que llegara él, la autoridad competente: Mazón, el hombre, el president. Porque uno de los aspectos más reveladores de la conversación publicada es que lo que puede parecer simple condescendencia machista es en realidad el mecanismo que provocó la inacción política. “La autoridad” no estaba en manos de Salomé Pradas por mucho que ella fuera la competente para tomar las decisiones. De ella, lo único que quería el hombre de confianza de Mazón, era que esperara y mantuviera la calma, que fuera dócil y obediente hasta que llegara el president (ausente). Y lo más incómodo del caso es que cuesta pensar que aquello fuera una excepción. Más bien suena a rutina, a una escena repetida tantas veces que ni siquiera en esas circunstancias tan extraordinarias se percataron sus protagonistas de que el problema no era una mujer nerviosa, era una DANA que arrasó Valencia.