#graciasalasanidadpublica

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Cuatro testimonios de personas que están en deuda con la sanidad pública:

Ruth Carrasco:

Soy de una familia humilde donde mi padre enfermó de corazón muy joven, con 33 años. Era trabajador de una fabrica. Hace 20 años fue uno de los primeros en recibir un trasplante de corazón en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, una joya que tenemos en Cantabria.

Algunos de los recuerdos de mi infancia están relacionados con el hospital, porque hasta que mi padre fue trasplantado, la enfermedad fue larga. Tuvimos muchísima suerte, bueno, la suerte que hemos labrado con este sistema sanitario y con nuestro sistema de donaciones y la solidaridad de la gente.

Además, mi padre también es trasplantado de riñón desde hace cinco años. Mi padre ahora mismo está fenomenal (dentro de tener una enfermedad crónica).

Mi padre está vivo por el sistema sanitario que tenemos. Nosotros nunca hubiésemos podido hacer frente a un seguro privado. Mi madre es trabajadora doméstica, y mi hermano y yo éramos unos niños entonces.

Pablo Pérez:

Verano de 2002. Una cena entre amigos se interrumpe por una llamada: “Han atropellado a tus padres”. Llego al hospital de Cruces y me encuentro a mi padre en boxes de urgencias consciente pero recibiendo las primeras transfusiones. En pocas horas entra en shock y acaba en la habitación de la UVI que iba a ocupar durante mucho tiempo. Mi madre ya estaba allí desde el principio. Por suerte ella quedó inconsciente en el impacto y se ahorró el dolor y la angustia que pasó él.

A los ocho días mi madre pasa a la planta y pregunta por mi padre. Le decimos que sigue en la UVI pero pasan los días y empieza a no creernos. Me dejaron hacer una foto a mi padre completamente intubado en la UVI para poder demostrar que estaba vivo. Cualquier talk-show hubiera pagado por televisar aquel momento. Cuando mi padre supera las hemorragias internas e infecciones varias, baja a planta y nos conceden la enorme ayuda de ponerles en la misma habitación. De este modo el cuidado por parte de los hermanos se facilita mucho.

Todavía les quedan varias operaciones de traumatología (con sus correspondientes visitas a la UVI para la recuperación) y muchos ejercicios de rehabilitación pero tras 6 meses vuelven a casa. Se cambian de vivienda para estar más cerca del centro de salud porque tienen que ir con frecuencia pero, a día de hoy, siguen yendo a la comida anual con los compañeros de mili.

El traumatólogo que les operó se trasladó a Cantabria y mi madre tiene tanta confianza en él que se desplaza 100 kilómetros para su revisión anual aunque no sea su médico asignado. Hasta para eso ha dado facilidades la sanidad pública.

Jesús Marsellá:

Gracias a la sanidad pública, me he librado de quedarme sordo del oído izquierdo. Así hubiera sucedido si no me hubieran detectado una otosclerosis por la cual iba a ir perdiendo audición progresivamente (para cuando me intervinieron, tenía el oído al 30%).

Yo ya me notaba que escuchaba menos por el oído así que lo consulté con mi médica de cabecera y ella me remitió a una especialista. Con dos sencillas pruebas me diagnosticó y me explicó con detalle cuáles eran mis opciones, cuál era la operación que me tenían que realizar y sus riesgos. En cosa de un par de meses ya tenía fecha para mi intervención.

Fue algo sencillo, apenas hora y media en la que ni siquiera me tuvieron que dormir: anestesia local y sedación. Al cabo de lo que me parecieron unos minutos escuché (por mi oído izquierdo): “Jesús, ¿me escuchas?”. “Sí”. “¡Pues a cerrar que ya hemos terminado!”. Al ser una cirugía menor, no fue necesario que permaneciera ingresado. De modo que esa misma tarde ya estaba en la comodidad de mi casa.

Y todo esto sin pagar nada. Porque hoy en día parece necesario decir que la sanidad es PÚBLICA y GRATUITA, porque ya la pagamos cada año con nuestros impuestos.

Javier Langarita:

Mi madre, de 78 años, ingresó en junio derivada por su centro de salud con un cuadro complejo. Su pronóstico era grave. Tenía un déficit alarmante de sodio y el “síndrome de la piel escaldada”.

En el Hospital Provincial de Zaragoza, su Servicio de Medicina Interna, cuyo jefe es el Dr. Jiménez-Muro, luchó contra viento y marea ante una patología poco frecuente en su edad. Al final la sacaron adelante gracias a sus conocimientos y medios técnicos, todo inundado de calidez y empatía. Hoy sigue sus controles y seguimiento pues es una enfermedad autoinmune.

El equipo de Medicina Interna del Hospital Provincial: funcionarios públicos al servicio del ciudadano enfermo. #Cracks.