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“Maixabel” en el Zinemaldia

Escena de 'Maixabel' en la que los protagonistas se encuentran

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El Zinemaldia, el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, finaliza este viernes su edición de este año con una polémica previa por el premio Donostia otorgado al actor Johnny Depp, que el propio actor recondujo durante la recepción del premio.

El festival ha sufrido durante este periodo apocalíptico las consecuencias de la pandemia. El pasado año parecía una temeridad celebrarlo, Cannes suspendió el suyo y lo sustituyó por un evento menor. En Donostia, José Luis Rebordinos, el director, se armó de valor y decidió tirar para adelante. Era todo un reto que podía salir mal, pero salió bien. Premio a los valientes.

En la edición de este año, el director ha dado nuevas muestras de esa valentía. En “tiempos de linchamiento en la redes sociales” dijo, la concesión del premio Donostia a Johnny Depp podía desatar la furia de esos “jueces” de la oscuridad y el anonimato. Lo fácil era sustituir a Depp por alguien menor, pero Rebordinos quería seguir manteniendo el alto nivel de los premios Donostia y no se achantó. El Zinemaldia siempre ha estado “contra la desigualdad, el abuso de poder y la violencia machista” recordó, pero “Depp no ha sido detenido, acusado o condenado por ninguna agresión”, tuvo que explicar.

Pero, aparte de Depp, y aparte del extraordinario derroche audiovisual que supone el festival donostiarra, la edición de este año ha estado marcada por la presentación de una película que llega ahora a las salas de cine: “Maixabel”. Es una más de las que han venido y vendrán, para completar el relato del terrorismo de ETA, pero no es una cualquiera.

Maixabel es el nombre de la esposa de Juan María Jauregi Apalategi, un antiguo miembro del Partido Comunista que luego, con el PSOE, fue nombrado gobernador civil de Gipuzkoa. Jauregi, cuyo testimonio fue crucial para que el general de la Guardia Civil Rodríguez Galindo resultara condenado por el secuestro y asesinato de Lasa y Zabala, era un firme defensor de acabar con “la dialéctica de los puños y las pistolas” como anunció al tomar posesión de su cargo de gobernador en octubre de 1994. Era también un firme defensor del diálogo. Duró dos años. 

Luego, para alejarlo de las constantes amenazas de ETA, le ofrecieron ser delegado de Aldeasa en Chile y desde allí se trasladaba periódicamente a Euskadi. En uno de esos viajes, en julio de 2000, dos miembros de ETA entraron en el bar Frontón de Tolosa. Uno de ellos se acercó a Jauregi y le disparó a la cabeza. El exgobernador, que no llevaba escolta, murió a consecuencia de los disparos.

La película de Icíar Bollaín cuenta esta historia desde la perspectiva de su viuda, Maixabel Lasa, que fue compañera de Jauregi durante casi toda su vida adulta, incluyendo la militancia política, y también de su hija. La directora, las dos protagonistas reales, y la actriz que da vida a Maixabel en la pantalla, Blanca Portillo, conforman un cuarteto femenino que insufla un poco de aire sano en ese emponzoñado mundo de la violencia etarra.

Uno de los puntos centrales en el relato fílmico es el encuentro entre la viuda y los asesinos de su marido. Es el quid de la cuestión. 

En el momento del atentado, los terroristas escapan y cuando llegan a zona segura, muestran un momento adrenalínico con gritos, saltos y expresiones de júbilo. La testosterona manda. Años después, en la soledad de la celda, en la dura vida carcelaria, llega la reflexión. Para algunos. En el caso de los asesinos de Jauregi tanto Luis Carrasco, como Ibon Etxezarreta, deciden participar en los encuentros con víctimas. En este caso con la víctima principal, la viuda.

Y aquí ya no manda la testosterona. Cuesta mirar a los ojos a una viuda que te penetra con una mirada directa, sin odio. Tú has matado a su marido. Pero ella no te grita, no te insulta, no te pega. Simplemente te mira desde la profundidad de una humanidad insoportable para un mínimo de conciencia. ¿Qué coño hiciste?, te preguntas, ¿y para qué? Y ella te suelta eso de “prefiero ser la viuda de Juan Mari que tu madre”. 

Los arrepentidos, muy pocos, pasaron de ser héroes en su mundo político a ser tildados de traidores. Hace unos días el dirigente de EH Bildu Arnaldo Otegi, aseguraba tener “un enorme respeto por Maixabel Lasa y por su hija. Me parece gente que ha sido capaz desde su sufrimiento de tener una actitud muy constructiva y muy respetuosa con todo lo que ha sucedido en el país”.

Cierto, Maixabel y su hija María, son un ejemplo que remueve conciencias. “Lo habéis envenenado todo”, dice la viuda en un momento de la película dirigiéndose a los que atentaron contra su marido. Ese veneno penetró profundamente en la sociedad.

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