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Los refugiados de primera y los demás

Refuagiados ucranianos en la frontera con Polonia.

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Ha pasado más de un mes desde que empezó la invasión de Rusia a Ucrania, desde que vemos por los medios cada día la barbarie y el sufrimiento. La gente empatizando con el dolor de los ucranianos y Europa recibiendo a quienes consiguen salir de allí. Esto podría ser un panorama solidario lógico en medio de una guerra. Lo sería, si dentro de esa lógica hubiese lugar para toda la gente que sufre por las guerras y que llega diariamente a Europa buscando salvar su vida y la de sus familias, pero no lo es.

Es vergonzoso e inhumano lo que está sucediendo, la Unión Europea que siempre ha ejercido una política tan restrictiva en materia de fronteras para las personas migrantes y refugiadas, ahora se vuelca completamente, desempolvando hasta las normas más inutilizadas que tenía anidando en los cajones; como la directiva de protección temporal,   una que no había usado en 20 años a pesar de todas las crisis migratorias desde entonces. La misma Europa que no se inmuta por las miles de personas que deja ahogar en el mar, año tras año, esa a la que la injusticia ya se le convirtió en paisaje.

Algunos dirán que es apenas obvio y que está bien por la situación de guerra; pero es que en este momento hay más conflictos bélicos activos en el mundo, y cientos de personas que diariamente llegan desde allí, lo que pasa es que las víctimas no son personas blancas y a esas no se les ha dado una protección ni por asomo, similar. Y no estoy especulando con lo que digo, los datos sobre protección internacional del año anterior de la Agencia Europea de Asilo; muestran que 1 de cada 3 solicitudes presentadas por nacionales de Afganistán y 1 de cada 4 efectuadas por nacionales sirios fueron rechazadas. Paradójico, siendo tan evidente la situación de riesgo inminente de estas personas en sus países de origen. 

Ahora vamos a España, es impresionante la forma en como todo el sistema de acogida está girando en torno a lo que sucede en Ucrania y esto sería una magnífica noticia porque es lo que debe suceder para la protección de la vida de las personas que a la fuerza han tenido que salir de sus países; si no fuera porque es evidente el trato diferenciado en detrimento de las demás personas refugiadas. Quienes trabajan ahora mismo en ONG y que llevan proyectos de acogida o con personas refugiadas sabrán de qué hablo; de cómo ahora sí todo se facilita, el dinero incrementa, se contrata más personal, se abren centros de acogida y las barreras burocráticas se minimizan (vamos, casi que desaparecen). Las personas ucranianas tienen ahora un trámite prioritario en el sistema de protección internacional e incluso los canales habilitados para mantener sus solicitudes de asilo y bases de datos son otras distintas a las del resto de refugiados, como se evidenció con la pérdida de todas las solicitudes de asilo efectuadas desde enero en Valencia, todas menos las de los nacionales de Ucrania. 

El año pasado mucha gente estaba indignada en redes sociales porque era urgente salvar a las afganas, mientras otras hablábamos de reconocer sus derechos y garantizar el derecho de asilo. Pues bien, las cifras hoy nos dan la razón. Según datos del Ministerio del Interior sobre protección internacional el año pasado, se recibieron 1.622 solicitudes de personas provenientes de Afganistán de las cuales a solo 744 se les concedió el estatuto de protección. Sí, solo un 45% del total de solicitudes de personas que venían huyendo de una invasión de un grupo terrorista. Bastante poco para la barbarie de la que se pretendía “salvarlas”. 

Y aquí vamos de nuevo, presenciando el racismo social e institucional, la hipocresía de quienes privilegian unas vidas sobre otras según el color de piel que tengan y se asombran porque la guerra le toca a la gente “como ellos”. Hace un año decían que recibir afganos “envía una señal incorrecta y es probable que motive a otros a dejar sus hogares para ir hacia la UE”. Hoy Europa quiere ser ejemplo de solidaridad internacional abriendo sus puertas totalmente para recibir refugiados, eso sí, blancos, porque aquí los derechos y la dignidad humana se evaporan conforme la piel oscurece. 

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