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Ayuso y los acentos que no caben en Madrid

La presidenta del PP de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una fotografía de archivo. EFE/Juan Carlos Hidalgo

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El lema de la Comunidad de Madrid presidida por Isabel Díaz Ayuso para festejar las fiestas de la “hispanidad” 2022 ha sido “todos los acentos caben en Madrid” -por cierto, concepto de “hispanidad” con cuya acepción oficial tengo muchos reparos, algo de lo que ya he hablado antes por aquí-. Y, sinceramente, no he podido evitar pensar en exactamente a qué se refiere. ¿De verdad todos los acentos caben en Madrid? ¿En dónde? Es que directamente me pregunto, ¿cuál es el nivel socioeconómico de esos acentos que le gustan a la Madrid de Ayuso? 

Cómo caben todos los acentos en un Madrid que segrega, discrimina y excluye. Para nadie es un secreto que los mayores índices de pobreza y precariedad en esta comunidad autónoma están en cabeza de las personas migrantes, además de países no europeos. Basta con mirar cómo funciona la segregación en las viviendas. La gran mayoría de las personas migrantes viven en las zonas más empobrecidas de la ciudad. Hay barrios en Madrid en donde los únicos residentes extranjeros apenas alcanzan el 10% de los habitantes y son gente rica, con una buena posición social, además de las trabajadoras del hogar que laboran allí; en contraste hay otros donde más del 40% son población migrante de la clase trabajadora.

Existe una línea imaginaria, entre el norte y el sur, que verdaderamente determina la vida de las personas por su poder adquisitivo y su lugar de origen en ese Madrid donde realmente no “caben todos los acentos”. La tasa de abandono escolar en Madrid sigue siendo determinante en la vida de mucha infancia y adolescencia migrante. Una realidad que la presidenta de la comunidad insiste en negar, a pesar de que numerosos estudios denuncian que los estudiantes extranjeros duplican la tasa de abandono escolar dadas sus circunstancias socioeconómicas. Una exclusión que forma parte del plan educativo de Ayuso y, por eso, sus políticas como las becas educativas van dirigidas a familias que ganan más de 100 mil euros.

A la Madrid de Ayuso tampoco le “caben todos los acentos” en el sistema sanitario que administra. Uno que sistemáticamente excluye la salud y las vidas de las personas extranjeras y empobrecidas. Esto tampoco es un secreto, lo vienen denunciando desde hace tiempo organizaciones sociales, ONG, e incluso trabajadoras/es del mismo sistema sanitario a quienes obligan a cumplir estos estándares de exclusión. Un sistema que mediante barreras burocráticas y administrativas deja por fuera incluso a la infancia, mujeres embarazadas y personas con VIH. Y en el que pensar en el acceso a derechos sexuales y reproductivos como el aborto es prácticamente un lujo. 

Algunos más generosos podrán pensar, bueno, pero es que muchas de estas cosas ocurren en varias de las grandes ciudades del país y, bueno, eso es posible; sin embargo, no en todas esas grandes ciudades hay dirigentes que niegan estas realidades, que no tienen ni la más mínima intención de resolverlas y que solo quieren estar al servicio de los ricos y las grandes empresas. 

Es posible que en el Madrid de Ayuso quepan algunos acentos distintos al de Madrid, pero acentos cuyos dueños tienen dinero y/o empresas a las cuales beneficiar. No olvidemos, por ejemplo, los 5.6 millones de euros que pagó en un contrato adjudicado a dedo a un empresario venezolano, para la consecución de material sanitario, empresario con al menos ocho sociedades en Barbados y Panamá. O la férrea oposición que está haciendo a la iniciativa del Gobierno de poner impuesto de solidaridad a las grandes fortunas, frente a sus rebajas fiscales para los ricos; defendiendo con ello la posición y los intereses de empresarios como el millonario argentino Martin Varsavsky, fundador de Jazztel, quien ya anunció que de aprobarse la medida se iría de España a Estados Unidos. 

Esta perspectiva del Madrid de Ayuso no es fortuita ni casual. Es el resultado de la herencia colonial y racista del nacionalismo español, de ese mismo que defiende la “hispanidad” como una misión civilizatoria de Europa y la iglesia católica sobre las poblaciones indígenas y negras. Es la misma perspectiva que aplica en las políticas sociales y que discriminan a las personas migrantes y racializadas. 

Así que no, en el Madrid de Ayuso no caben todos los acentos. No caben aquellos atravesados por la precariedad, por la enfermedad, por la falta de poder adquisitivo, de documentación o de un correo postal de una zona lujosa. 

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