¡Salvad a la Unión Europea!
Tras meses de negociación agónica, el acuerdo alcanzado entre el Eurogrupo, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo, por un lado, y Grecia, por otro, ha dejado herido de gravedad el proceso de integración en Europa emprendido hace ya 64 años con el Tratado de París.
Frente a la idea, generosamente difundida, de que la Unión ha sido capaz de resolver la más grave crisis de su integración, lo cierto es que lo que ha quedado al desnudo es la incapacidad de la Unión para resolver sus problemas. Y lo que es más preocupante, las dudas se incrementan ante la perspectiva de la solicitud del Reino Unido de “renegociar” su estatus dentro de la Unión Europea bajo la amenaza de referéndum sobre la continuidad británica en la UE.
Se ha insistido mucho sobre el déficit democrático de la Unión Europea. Ciertamente, se ha podido argumentar en contra por el carácter democrático de los países miembros y la continuada experiencia de negociación y acuerdo mostrada desde los primeros momentos de la integración. Pues bien, admitiendo que así haya sido, ¿qué hace el FMI en estas negociaciones junto a estados soberanos? La presencia del FMI ha sentado un precedente extraordinariamente peligroso: países prósperos han otorgado el mismo estatus a una organización multilateral en la que no tienen capacidad de veto. ¿Qué puede pasar en adelante cuando los implicados sean otros países menos desarrollados?
Otro tanto se puede decir respecto de la presencia al mismo nivel del Banco Central Europeo. El organismo que ha sido incapaz de garantizar la estabilidad financiera de la eurozona – que es una de sus varias responsabilidades - ha estado presente negociando frente a uno de sus socios. Hay que recordar que cada uno de los miembros de la eurozona tiene la misma capacidad de voto (un voto) y que el BCE en relación a las políticas nacionales tiene funciones consultivas. El retorcimiento de los Tratados y de la “reglas” ha sido, y se corre el riesgo que vaya a seguir siendo, simplemente escandaloso.
Qué decir del Eurogrupo, institución de carácter informal, recogida en el protocolo nº 14 del Tratado de funcionamiento de la Unión y que se ha convertido, sin que así esté recogido en ningún acuerdo, en club de acreedores. ¿Y de la Comisión?, “guardiana de los Tratados”, “motor de la integración”. ¿Ha sido capaz de ofrecer alternativas a la crisis de la integración? La respuesta no puede ser afirmativa. Sencillamente, no ha cumplido su papel, se ha sumado al coro del “no hay alternativas”.
Pero el asunto ha sido peor. El Eurogrupo retiró su propuesta cuando esta se sometió a referéndum. ¿Así se trata a un socio al que quieres ayudar? ¿Lo harían en caso de un preacuerdo sobre el Tratado transatlántico (TTIP)? El presidente de la Comisión hizo campaña en la consulta a favor de su propuesta que, según otros, ya no existía. ¿Dónde quedó la imparcialidad de la Comisión?
Pero quien se llevó la palma fue el amable presidente del Parlamento, Martin Schulz, quien llegó a amenazar a los griegos. ¡El presidente del Parlamento Europeo! Del Sr. Jeroen Dijsselbloem mejor no decir nada: basta con recordar que sus propios compañeros socialistas holandeses no le apoyan, aunque serán los electores quienes (confiemos) le den vacaciones el año próximo.
La “propuesta” del Sr. Wolfgang Schäuble de salida provisional de Grecia del sistema euro merecería un ensayo. Ni tiene competencias como ministro de un país, ni las reiteradas “normas que hay que cumplir” lo contemplan. Y para colmo, se ha puesto en marcha otra institución, “informal” claro: el Consejo Europeo (reunión de Jefes de Estado y de Gobierno) del Eurogrupo. Sin comentarios.
No debe sorprender que, aturdidos quizás por su propia incompetencia, los autodenominados “líderes” se estén apresurando a ofrecer propuestas de reforma institucional. Y así, se propone un presupuesto más amplio, un ejecutivo comunitario más eficaz, un parlamento con más competencias, recrear instituciones específicas para la eurozona, incluido un parlamento solamente constituido por representantes de sus países. Calenturas de verano como aquellas de reformar el capitalismo, ¿se acuerdan?
¿Se puede dar más competencias a una Comisión incapaz de gastar el escuálido presupuesto comunitario (1% el PIB de la Unión), que ha llegado a bloquear los programas de Grecia -más de 30 mil millones de euros- por dar prioridad al ajuste? ¿Se deben ampliar las competencias de un Parlamento que es incapaz de censurar a su presidente y qué admite aplazar votaciones, como la prevista sobre el TTIP, si no está asegurado el resultado de la votación? ¿Es posible imaginar nuevos órganos intergubernamentales después del espectáculo del Eurogrupo? Yo creo que no.
Recuperar la institucionalidad
La tarea más urgente es recuperar la institucionalidad de acuerdo a lo establecido en los Tratados. Las reglas. Sí, las reglas escritas y aprobadas, no las informales o simplemente inexistentes y falsas.
Para ello, es absolutamente necesario que se hagan públicas las actas de las reuniones del Eurogrupo. Cada día que pasa, cobra más fuerza la impresión de que las reuniones se parecieron a una reunión mafiosa de reparto de zonas de influencia y de beneficios. Solo la información puede despejar estas sospechas. Y partir de ahí, habrá que exigir un debate en los parlamentos nacionales sobre qué hacer con la crisis de la deuda en la UE. Una interpretación políticamente generosa del protocolo 1 - “Sobre el cometido de los parlamentos nacionales en la Unión Europea” - del Tratado de funcionamiento debiera bastar para hacerlo posible.
Estos debates parlamentarios serían la señal de salida a las nuevas propuestas sobre el futuro de la Unión Europea y de la eurozona. La agenda de asuntos que concretar desde los parlamentos nacionales es muy amplia. Señalemos algunos:
a)Es necesaria la armonización constitucional entre los miembros: No se entiende que en Alemania se acuda a su Tribunal Constitucional cada vez que así se vea oportuno. ¿Cómo queda el Tribunal de Justicia de la UE? Facilita estrategias de bloqueo por más que haya que respetar las normas constitucionales nacionales. En España se cambió la Constitución, precisamente para dar garantía a los acuerdos financieros. ¿O es que en la UE las garantías constitucionales de sus ciudadanos pueden ser diferentes?
b)Es urgente la armonización fiscal. No se puede pretender una fiscalidad europea cuando los sistemas fiscales son tan diversos entre los miembros de la UE. Las dudas sobre la capacidad del Sr. Jean-Claude Juncker (doctorado en elusión fiscal) se disiparían con una iniciativa de la Comisión audaz en este campo.
c)Profundizar los acuerdos migratorios, no solamente para mejorar la imagen de mezquindad dada en el reparto de cuotas de asilo, sino para establecer una carta de derechos sociales mínimos a los inmigrantes en todo en territorio Schengen.
d)El compromiso de no establecer barreras al comercio y a la inversión en los nuevos sectores y en la aplicación de nuevas tecnologías que no hacen sino fragmenta el todavía incompleto mercado interior.
e)Incorporar la agenda mundial de la UE en materias tales como energía o cambio climático al debate nacional.
f)Diseñar un plan colectivo de reindustrialización del sur de Europa que mitigue los desequilibrios territoriales que está generando en la UE la creciente integración industrial entre Alemania y el Visegrado (Hungría, Chequia, Eslovaquia, Polonia).
Y habría muchos más asuntos. El objetivo, hacer que si la UE determina y condiciona la vida económica, política y social de un país, los debates sobre la UE no pueden estar ausentes en los debates en los parlamentos nacionales. Solo así, se logrará el reforzamiento de las instituciones comunes.
De otra forma, los avances en la integración serán inviables, la desconfianza de los ciudadanos hacia las decisiones tomadas muy lejos de su imaginario político seguirá creciendo y los riesgos de conflictos entre los propios miembros de la UE serán cada vez más frecuente. No hace falta recordar la pujanza de las formaciones antieuropeas, de extrema derecha, y xenófobas – con negros, asiáticos y latinos - en varios países educados y cultos: Francia, Finlandia, Holanda, Dinamarca, Italia, etc.
Para empezar, los políticos en activo deberían de tomarse más en serio los asuntos europeos y dejar de emplearlos para ocultar sus limitaciones ante problemas internos, nacionales.
Este artículo refleja exclusivamente la opinión de su autor. Economistas sin Fronteras no coincide necesariamente con su contenido