Sensatez sociata

8 de octubre de 2025 23:01 h

0

Lo que es correcto y lo que es práctico son dos cosas diferentes"

Tendremos que felicitar al Gobierno, que, sin ceder a los planteamientos externos, ha dado en sacar adelante la máxima sanción posible para mostrar su rechazo a los crímenes de Israel. 

¡Qué fácil sería gobernar si las decisiones fueran experimentos de laboratorio! Es decir, si cada uno de los actos de gobierno sólo se debiera a la realidad de ese momento y a las cartas de interés político que se jugaran en ese instante. Lo malo es que gobernar tiene consecuencias, algunas graves. Por eso el Gobierno, que ha querido dar un paso adelante en las represalias hacia el Gobierno de Israel, se ha atado los machitos y ha ido hasta donde podía ir. Si además le ha vencido la mano a los extremistas, esa es otra historia. Lo real es que nadie en su sano juicio llegaría a castigarse a sí mismo por castigar a los demás. 

Hablo, por supuesto, del embargo a Israel. 

No lo hago desde la perspectiva ideológica ni desde la teoría de máximos y mínimos y ni siquiera desde la perspectiva de lo que uno comparta o no. Lo cierto es que, por motivos de interés político, por convicción o por presión de sus socios, el Gobierno ha llegado todo lo lejos que podía llegar en el planteamiento del embargo. Gobernar es tener responsabilidad. En la oposición uno puede prescindir de todo para plantear extremos inaceptables o incluso peligrosos. Por eso me alegro de que el presidente del Gobierno haya optado por asumir una postura que está más alineada con el interés general de la que plantean Podemos, Sumar u otros actores minoritarios. En realidad es el papel del PSOE, ejercer un progresismo no destructivo y próximo al bienestar de la mayoría. 

Desde una perspectiva únicamente ideológica o de activismo es muy fácil clamar por el cierre total de relaciones con Israel, empezando por las militares. Genial, una petición de máximos y a correr. Pero gobernar no es eso. No saben cuánto me alegro de que el presidente y el PSOE no se hayan dejado arrastrar por tan peregrino y peligroso planteamiento. Un gobernante deber pensar en el interés general y no en que lo general se adapte por tus narices a tu propio interés. 

Por razones que pueden criticarse o no, lo cierto es que España y la seguridad y defensa española a lo largo de años han llegado a depender en gran manera de la tecnología israelí. Tampoco era tan raro, se trataba de una de las democracias empeñadas en innovar y en vender a buen precio. Cambiar eso no es como dejar de ir a una tienda de matcha para elegir otra. La dependencia supone que un cierre completo produciría un riesgo militar y operativo inmediato. Puede que desde el mundo de las consignas unas personas importen y otras no, pero desde un análisis frío para castigar la innegable masacre y los crímenes contra la humanidad de Netanyahu puede que no sea ético ni moral poner en riesgo a ciudadanos españoles. Y es que detrás de los mantenimientos y repuestos para armas, las capacidades de blindaje, los sistemas de guiado láser, los programas conjuntos de fabricación, los chalecos blindados, la munición... hay mucha gente. Gente nuestra, inmigrantes que se han enrolado, mandos y gente de tropa, mucha gente a la que no se puede dejar desprotegida o en la estacada. Me alegro de que el sentido común haya restringido el alcance del embargo y haya dejado abierta la posibilidad de saltarlo en caso de necesidad. De necesidad de lo nuestro y de los nuestros, no sé si algunos lo entienden o es que no comprenden el concepto de nuestro. 

Ha dicho Pablo Fernández que “se está votando un decreto fake, un embargo de armas que tiene muchísimos agujeros y que a nosotros no nos gusta”. Lo que ellos llaman fake yo lo llamo razonable. Te guste o no, eso que llamas agujeros son las ventanas de protección de nuestra gente y, excepto que Podemos no entienda ese concepto, el de nuestra gente, que su ceguera ideológica no le permita entender que no puede poner en riesgo a trabajadores y profesionales del sector de la defensa y la seguridad que trabajan para todos, excepto que lo sepa y se lo pase por el forro, no se entiende su postura. Tampoco mucho la de Sumar, aunque sea más liviana. “Ha habido un intento hasta el último momento de que el Gobierno retirase esta convalidación de este real decreto ley y que volviese a traer un decreto que realmente fuese un embargo real y efectivo. Lo hemos intentado interlocutar y hemos hablado con el Gobierno para hacerles entrar en razón, pero hemos comprobado que no lo iban a hacer”, ha contado Fernández y, por cierto, menos mal. Lo que ellos llaman entrar en razón es asumir la sinrazón de que un conflicto internacional, por más sangriento que sea, te tiene que llevar a poner en peligro a tu gente y hasta a tu población, por la cuestión de la inteligencia anti yihadista del Sahel que depende del Mossad.

Están a lo suyo los de Belarra, que es aprovechar la ventana de oportunidad que les ha dejado lo que consideran debilidad de Sánchez: aplaudir el plan de paz de Trump y no dejar que el barco de la Armada entrara en la zona de exclusión. Con el suspense sobre la convalidación del decreto pretendían hacerse con esas presas ideológicas. No saben cómo me alegro de la supuesta debilidad de Sánchez que no es sino sentido común: para no meter barcos de guerra españoles en una zona de exclusión, para no desapegarse del grueso de la comunidad internacional, para no dejar a la intemperie a las gentes que curran para protegernos. Todavía hay quien pone la sensatez como límite.

Yo siempre entendí por qué le quitaban el sueño. En eso llevaba razón, porque poner la ideología por encima del interés general de tus nacionales es un riesgo inasumible. Sensatez sociata.