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El tesoro de Wordle

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Esta semana el New York Times anunció la compra por más de un millón de dólares de Wordle, un puzzle que consiste en adivinar una palabra de cinco letras en seis intentos una vez al día. Josh Wardle, un ingeniero que vive en Brooklyn, lo inventó para su novia, amante de los pasatiempos, y lo publicó en octubre para que cualquiera pudiera utilizarlo a cambio de nada. Era una historia de amor, como escribió el Times hace unas semanas.

La simplicidad del juego y de su web y el hecho de que sea una experiencia simultánea y limitada en contra de la tendencia habitual de la tecnología actual a crear una adicción a las pantallas son algunas de las claves de su éxito. La versión original, en inglés, es relativamente fácil de acertar. Al ser una plataforma abierta, al menos hasta ahora, hay múltiples versiones en otros idiomas que han construido otros ingenieros y seguidores por todo el mundo. Algunas con más mala leche para pillar al jugador con subjuntivos y contracciones (si alguien ha jugado a Parole, una de las versiones en italiano, sabe de qué estoy hablando). Muchas personas comparten sus cuadraditos verdes y amarillos y comentan la jugada en redes y ya hay hasta webs para calcular cuál es la palabra perfecta para arrancar el juego. 

La compra del Times ha sido recibida con cierto escepticismo por los fans de Wordle, tal vez porque entre sus encantos estaban la independencia, la falta de anuncios y la apertura al mundo. El Times dice que seguirá siendo gratis, pero añade la coletilla de “por ahora”. “No tenemos planes definidos para el futuro del juego”, le dijo un portavoz del Times al medio especializado de periodismo NiemanLab

Para el periódico, el movimiento tiene todo el sentido. Acaba de superar los 10 millones de suscriptores –la inmensa mayoría digitales, ya que sólo 800.000 están suscritos a su edición impresa– en parte por los contenidos que ofrece de cocina, de deportes y también de pasatiempos. La fuerza central que atrae a los suscriptores sigue siendo el diario de actualidad más dura, pero el Times nunca ha descuidado la parte más lúdica de la vida y la atención a nuestra rutina cotidiana. Ahora que cae en todo el mundo la atención por las noticias políticas, es más importante que nunca estar atento para servir al lector de muchas maneras y no despreciar su interés por otra cosa que no sea lo último que ha dicho el político de turno. 

Al New York Times le irá bien y probablemente también a Wordle, pero la cuestión es cómo le irá al resto de la prensa si un gran medio o unos pocos grandes se quedan con todo. Es un debate abierto desde hace años en Estados Unidos y es cada vez más real mientras menguan o desaparecen los medios locales y regionales. El Times es un gran periódico y siempre lo será, pero los espacios más pequeños de información e incluso de juego son un tesoro cuya erosión debería preocuparnos.