Yolanda y los otros

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Llega el otoño y comienza una guerra ideológica. La disputa es clara, subir los salarios y las pensiones con el IPC o que sean nuevamente los ciudadanos los que paguen las consecuencias de actos de los que no son responsables. Es el dilema que nos va a ocupar el tiempo a la caída del verano y que debería ser prioridad de todos los actores políticos progresistas. Más vale que dejen de perder tiempo en batallas florales y pongan todos sus esfuerzos en centrarse para mitigar la merma de las condiciones materiales que la inflación supondrá. No hay relato metamediático ni discurso interesado que pueda contrarrestar el golpe que supone para una familia una inflación del 10% y unos tipos de interés pegando un bocado al bolsillo hipoteca mediante.

La primera batalla corresponde a la del salario mínimo interprofesional y Yolanda Díaz ha tomado la pala para cavar en la trinchera de la clase trabajadora y hacer(nos)se fuerte. Hasta el más crítico de los izquierdistas con la ministra de Trabajo tiene que reconocer que en lo que respecta a las relaciones laborales toma parte por los más débiles sin conmiseración con la patronal y dejando claro cuál es su posición en la mesa negociadora. Después conseguirá más o menos, se equivocará al vender los éxitos o el alcance de las reformas (como ocurrió con la Reforma Laboral), pero nadie puede poner en duda el lado del que está a la hora de presionar a su propio gobierno y a todos los agentes sociales en liza.

Los argumentos de la patronal, y sus siervos políticos reaccionarios en el Congreso, utilizan la misma carta gastada como argumento. La subida del SMI provocará desempleo por el aumento de los costes de contratación y habrá despidos y menos contratos nuevos. El problema es que llevan usando la misma proclama desde el día que se subió el salario de los 735 euros en 2018 a 900 euros, hoy ya está en 1.000 euros. La tasa de desempleo en 2018 con el SMI en 735 euros en el segundo trimestre de ese año era del 15,28%, en el mismo periodo de 2022 y con un SMI de 1.000 euros es del 12,48%. Busquen otra mentira con la que cubrir el hecho de que quieren seguir robando la plusvalía a la clase trabajadora.

No hay precedentes en la historia de la democracia en los que una ministra de Trabajo haya defendido sin complejos las movilizaciones sindicales en un contexto de negociación salarial. Estábamos acostumbrados a que los ministerios de Trabajo fueran ocupados por personas que acababan en la CEOE al terminar su mandato y puede resultar extraño escuchar un discurso tan beligerante con la patronal, pero precisamente por lo excepcional es nuestra obligación empujar y apoyar la coyuntura si de verdad se está comprometido con los que menos tienen. Los sindicatos no pueden excusarse en la predisposición de la ministra de Trabajo, porque dentro de su gobierno hay vicepresidentas que juegan en el bando contrario, para no hacer su labor y protestar, presionar y parar si es necesario. La inflación ahoga a los más vulnerables, y nunca se pudo perder tanto en tan poco tiempo. Sin revisión salarial con el IPC, la pobreza apretará incluso a quienes se creen hoy a salvo.

En esta confrontación política para evitar la subida de salarios y pensiones llevan trabajando con vehemencia todo el verano los interesados en que no suban las nóminas. También, lamentablemente, hay un grupo próximo ideológicamente a la ministra haciendo el trabajo más fácil a las oligarquías dejándoles el camino sin obstáculos. Los que han perdido el verano jugando sus vendettas han achicado el espacio de juego de Yolanda Díaz hasta impedirle hacer propuestas y llevar su propia agenda de intereses. El poder lleva tiempo preparando el terreno en todos los espacios mediáticos donde se juega la partida, convirtiendo la subida de salarios en una terrible Hidra de Lerna que empujará la espiral inflacionista hasta devolvernos a los tiempos de la república de Weimar. Sin contar, claro, que la inflación hasta ahora desbocada solo se ha debido a márgenes empresariales y agentes exógenos que nada han tenido que ver con unos salarios que llevan perdiendo poder adquisitivo desde que alguien propuso refundar el capitalismo.

Nosotros, la clase trabajadora, siempre hemos visto el ‘ellos’ sin nadie con quien referenciarnos, como un ente indisoluble entre el poder real y el poder elegido, las circunstancias históricas han proporcionado a una responsable del poder elegido en el bando del nosotros. Los otros siempre han tenido la suerte de que los ministros defiendan sus intereses, los de la empresa, los de la patronal, hasta hacerse indistinguibles unos de los otros. Esta partida de otoño la jugamos por una vez con una ministra en el nosotros.