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La nieve y el fuego

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El sábado 6 de enero de 2018, en la AP-61 primero y en la AP-6 después, miles de vehículos se vieron atrapados desde las 17,30 hasta las 01,25 horas del día siguiente.

En julio de 2022 centenares de incendios provocan la destrucción de parajes fundamentales de nuestro entorno y la ruina de millares de personas. Por las opiniones de las personas más cercanas a los hechos saco dos conclusiones: la primera es la falta de actuaciones políticas en todo lo correspondiente a la prevención. Desde el abandono histórico a las tareas de los agricultores y los ganaderos, que en todas las zonas donde se están produciendo incendios hacían una labor estupenda de limpieza del terreno mediante el cultivo de las tierras y del pastoreo, hasta la ausencia, más cercana en el tiempo, de una política preventiva basada en una labor de desbrozamiento de las zonas próximas a los municipios, de limpieza de fincas colindantes mediante una política de ayudas económicas, de exigencias a sus dueños sobre el mantenimiento de sus propiedades en un estado de limpieza que no provoque riesgo, de una labor educativa que favorezca la actuación de formas cooperativas para su aprovechamiento y, sobre todo, de una dotación de recursos humanos suficientes para tener una red digna de cortafuegos, de accesos fáciles a todas las fincas y de un estado en buenas condiciones de la red de caminos y pistas forestales.

Y la segunda actuación política que todas las voces denuncian es la falta de recursos humanos con condiciones laborales dignas, para acometer a los incendios de la forma más rápida y eficaz. Cualquier persona de la zona sabe que el tiempo es determinante en su extinción y que su demora por cuestiones burocráticas o de coordinación es nefasta con en el desenlace final.

He vivido con expectación y desasosiego el incendio acaecido el pasado viernes 15 de julio en los términos municipales de Navafría, origen, y de Torre Val de San Pedro, principal damnificado. Todas las carencias enumeradas anteriormente se han dado en esta zona en forma extrema. Desde una desprotección absoluta a las pocas personas que han pretendido continuar su labor como agricultores y ganaderos (la agricultura se ha reducido a la mínima expresión, desapareciendo casi en su totalidad las zonas de regadío próximas al pueblo, han desaparecido más de un millar de cabezas de ganado ovino y el número de cabezas de ganado vacuno no recibe las ayudas que necesita) hasta la falta de limpieza tanto del entorno del municipio como del mantenimiento de las fincas. Basten dos ejemplos: después de más doce años intentando hacer la concentración parcelaria nos encontramos sin poder entrar en nuestras fincas por carecer de un punto de acceso. Y el segundo, anecdótico, el sábado 16 había un número elevado, 5-7, de personas haciendo labores de desbrozamiento en calles, callejas y fincas colindantes con el entorno urbano.

Sobre el desarrollo cronológico de los acontecimientos constatar que el incendio fue perfectamente visible sobre las once cuarenta y cinco, que a las trece horas estaba localizado en el paraje denominado “Dehesa del Valle”, que es una zona de pastos con matorrales y escasez de arbolado, que está separado del pueblo de Torre Val de San Pedro por la N-110 y de la zona de pinares por un camino rural de concentración, que en el entorno de unos cinco kilómetros hay las siguientes disponibilidades de agua: dos depósitos de suministro en Torre Val y otros en los municipios de Navafría, Aldealengua de Pedraza y La Salceda, más un embalse con capacidad de un hectómetro cúbico del que se abastecen dieciocho pueblos de la comunidad de Villa y Tierra de Pedraza.

A esa hora vecinos de Torre Val se ofrecieron a colaborar en los trabajos de contención haciendo hincapié en evitar a toda costa que el fuego traspasase la N-110, la respuesta a ese ofrecimiento fue que era innecesaria porque el fuego estaba controlado invitando a los vecinos a abandonar la zona. Tres horas después el fuego rodeaba el pueblo con un balance de daños catastróficos: un gran daño ecológico para la zona -cada fuego es una herida a nuestro planeta- un daño económico enorme para los pocos ganaderos que aún quedan en el pueblo y, sobre todo, un enorme daño económico y sentimental para las personas que perdieron su casa, su pajar o vieron arder sus patios y sus enseres.

¿Qué tendrá que ver la nieve con el fuego? Preguntarán aquellos que no saben relacionar las cosas. Pues mucho, la nieve y el fuego están relacionados con el cambio climático, con la conservación del planeta, con los ámbitos de competencia administrativa y con la recaudación de impuestos y su correcta distribución.

A las trece horas, cuando el fuego estaba situado en una zona de fácil control, los responsables de su extinción habían tenido tiempo suficiente para saber las necesidades operativas que eran necesarias para su dominio. No hubo los recursos suficientes cuando fueron necesarios. Después, el sábado, todo era un enorme despliegue, de helicópteros, de personalidades, de medios de comunicación… Si ese despliegue de recursos se hubiese utilizado a su debido tiempo seguramente se hubiese podido evitar el desastre y posiblemente todos esos mismos recursos hubiesen podido acudir a otro foco, el Valle del Jerte por ejemplo, en su momento más adecuado.

La nieve y el fuego son fenómenos meteorológicos de difícil control, pero con iniciativas inteligentes, recursos humanos suficientes y coordinación entre las diferentes administraciones se pueden aminorar los daños. Para ello se necesita más solidaridad y menos egoísmo, más estado planetario y menos nacionalismo.

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