Iñigo Sáenz de Ugarte, autor de 'El Juicio': “Rajoy mintió al tribunal del procés como hacen los políticos, negando la realidad”

Durante la celebración del juicio del procés, eldiario.es fue publicando las crónicas de las sesiones que Iñigo Sáenz de Ugarte (Vitoria, 1963) escribía con el estilo irreverente y ácido que le caracteriza. Roca Editorial edita una recopilación de todas ellas, acompañadas de un “contenido extra” en el que el autor contextualiza lo ocurrido en el salón de plenos del Tribunal Supremo durante aquellos 52 días. El Juicio, que ya va por su segunda edición, permite revivir cada jornada con el nervio periodístico del momento y dibuja al final un fresco crítico de toda la vista, el acontecimiento judicial que marcará la relación entre Catalunya y España.

Empecemos por el final, una condena por sedición y no por rebelión. ¿Se puede seguir defendiendo que estuviera escrita antes de comenzar la vista?

Si la sentencia hubiera estado escrita antes de que empezara el juicio, a los acusados les hubieran condenado por rebelión. Eso es una especulación, pero es una especulación bastante razonada porque todos recordamos la presión política y social que había antes de que comenzara la vista desde algunos partidos políticos y medios de comunicación, en ambos casos influyentes, para que se condenara por rebelión. No daban por hecho otra hipótesis que esa para acabar así de una vez para siempre con la amenaza independentista. Se nota claramente que, al menos, el hecho de que la Fiscalía no pudiera confirmar con pruebas el delito de rebelión hizo que el tribunal buscara un plan B, una alternativa, para castigar los hechos juzgados.

Algunas crónicas publicadas aseguran que el tribunal tardó poco en percatarse de que no podía condenar por rebelión. ¿Usted lo vio claro tan pronto?

Durante las primeras jornadas, cuando declararon los acusados, en algunas columnas de opinión de la prensa de Madrid había cierta decepción porque la Fiscalía no estaba consiguiendo probar en los interrogatorios el delito de rebelión. Era verdad que los acusados, lo escribí, todos ellos políticos con mucha experiencia, están perfectamente capacitados para no responder a las preguntas que les hacen, después de haber protagonizado en su vida miles de entrevistas y ruedas de prensa.

Por otra parte, hay que saber que un acusado no está obligado a decir la verdad o a no contarlo todo para que el fiscal no le arrincone. Eso pasa en cualquier juicio. La expectativa que había en ciertos medios, en relación con lo fácil o no que iba a ser probar el delito de rebelión, hizo que se produjeran esos comentarios. Se suponía que iba a ser después de la declaración de los acusados, que iban a decir que eran inocentes, cuando los fiscales, con sus pruebas y testigos, conseguirían probar la rebelión, pero no lo hicieron. Cuando llegó el interrogatorio de la Fiscalía a los guardias civiles de la investigación en el juzgado número 13 de Barcelona se vio que no tenían nada más. Mediado el juicio, uno podía llegar a la conclusión de que ahí no había rebelión por ninguna parte.

Desde el principio presenciamos cómo el presidente del tribunal, Manuel Marchena, se empeñaba en que la vista no se le fuera de las manos, que no hubiera sesiones broncas. ¿Lo consiguió?

Ha ido por fases. En un juicio tan largo… Pero sí parecía que Marchena tenía como fin rebajar la tensión al mínimo posible. Eso no impide que en un momento dado por los intereses de las defensas y las acusaciones, hubiera pasajes un poco tensos. Cuando los de Vox exigieron que los acusados no llevaran lazos amarillos, Marchena dejó claro desde un principio que no iba a aceptar ese elemento de tensión y extendió la jurisprudencia del TEDH sobre símbolos religiosos a los símbolos políticos.

Marchena trató con mucho respeto, incluso con elogios ditirámbicos, a algunos miembros de la defensa. También permitió que el primer mes, como mínimo, los acusados fueran los primeros en salir de la sala para que así pudieran saludar, despedirse, abrazar a amigos y familiares llegados de Catalunya. Y los propios acusados reaccionaron con consideración no intentando prolongar hasta el límite ese poco tiempo.

Durante el juicio, también antes, asistimos a un proceso casi de beatificación de Marchena, principalmente en la prensa madrileña. ¿Había para tanto?

En el intento de que el juicio no se convirtiera en una versión judicial de estos programas televisivos en los que la gente se sacude sin piedad, la buena reputación de Marchena se vio favorecida. Con razón. Su beatificación se debió a que tuvo algunos momentos ingeniosos y frases divertidas que no estaban nada mal. Es lógico que el periodismo también lo destacara.

Es cierto que Marchena tuvo mano izquierda para pedir a las acusaciones que concretaran las preguntas a los testigos o para decir a las defensas que por ahí no debían ir, lo que es el trabajo normal de un juez. Y si lo haces con mano izquierda, sin humillar a un abogado defensor, por ejemplo, es lógico que la gente te valore bien por eso.

Eso no fue posible en los momentos en los que la defensa de Cuixart quería plantear interrogatorios en los que la prioridad fuera defender el derecho a la disidencia y la protesta política y se metía en un terreno que excedía los hechos concretos. Y ahí Marchena sí que les cerró el paso.

También fue un exceso el día en que el tribunal cometió el error de comunicar a los medios que estaba muy cabreado con dos testigos que había presentado la letrada Marina Roig y los otros dos abogados de Cuixart. Eso fue un poco extralimitarse y por eso rápidamente tuvieron que decir que no era una crítica a los abogados, sino a los testigos. Luego, claro, muchos de los que elogiaron a Marchena como el hombre del día por esas declaraciones, por sus comentarios y la forma de llevar el juicio, se han quedado bastante fríos al ver la sentencia, porque daban por hecho que iban a ser condenados por rebelión.

También es cierto que se le ha criticado por interferir en el juicio de manera, digamos, sibilina. ¿Ha incidido en el resultado final?

Creo que Marchena en algunos momentos sí ha influido en cómo se estaba produciendo la vista y cómo se produjeron algunas de las declaraciones de los testigos. Por ejemplo, fue considerado con los acusados que en un momento dado sí hicieron declaraciones que eran más políticas. Pero claro, tienes que respetar el derecho del acusado a que se defienda. Si les piden 25 ó 16 años de cárcel, es lógico.

También tuvo especial consideración con los policías y guardias civiles porque, hay que decirlo así, los agentes de la ley suelen tener privilegios en la sala. Los tribunales les dan buen trato.

En fin, una anécdota… tampoco tuvo mucha en influencia la sentencia. El testigo más gracioso u ocurrente fue un guardia civil que, cuando la Fiscalía le preguntó si le habían insultado en los operativos de uno de esos días, él respondió que su madre se tuvo que duchar ese día 200 veces. Provocó grandes risas en la biblioteca donde estaban los periodistas. Era una respuesta graciosa, pero ridícula. Entonces Marchena le debería haber frenado un poco, como a otros guardias civiles, y lo que hizo, curiosamente, fue llamar la atención al fiscal para que concretara un poco más sus preguntas.

También tuvo un choque fuerte con la defensa de Cuixart porque Marchena se negó a que le siguiera preguntando al secretario general de Comisiones Obreras en Catalunya sobre el Pacto Nacional de Referéndum que él había firmado. Fue una discrepancia grave. Es un tema que había sacado la Fiscalía en el escrito de acusación, pero no tuvo un impacto en la sentencia.

¿Hay partido en Estrasburgo?

Una de las broncas que no pudo evitar Marchena fue a cuenta de los vídeos, al decidir el tribunal que se vieran al final de la vista, después de acabar con los testigos. Las defensas estaban cabreadas, furiosas. E igual plantean por ahí su recurso al Tribunal Europeo. Pero no está escrito en ningún sitio que las pruebas gráficas o videográficas se deban reproducir después de que declare cada testigo, como si fuera un programa de televisión. Creo que no hay ningún sitio en que esto aparezca así.

Sobre lo que decida Estrasburgo, yo no lo sé y no creo que los periodistas o los juristas lo sepan porque dependerá también de lo que pongan las defensas en sus recursos, evaluando los argumentos que consideren que tienen más fortaleza. Marchena dedica un 40% de las páginas de la sentencia a protegerse. No voy a decir blindarse porque eso es imposible, pero a protegerse de cara a un hipotético recurso ante Estrasburgo, defendiendo la instrucción judicial hecha en el Tribunal Supremo y defendiendo la propia celebración del juicio y cómo se desarrolló. Un 40% creo que es un porcentaje notable. No creo que sea habitual que una sentencia dedique un porcentaje tan alto a responder a las cuestiones planteadas por las defensas. Si hay un recurso en Estrasburgo, ahí está todo lo que debe presentar el Estado español para defender esa sentencia. Dudo yo de que el hecho de haberse pasado los vídeos al final de la vista tenga mucho recorrido en Estrasburgo.

La duda que tengo es sobre la queja de las defensas al principio de la vista por la instrucción que se realizó en el Juzgado número 13 de Barcelona por considerarla una investigación prospectiva. Creo que la ley concede muchísima manga ancha, muchísimo margen a los jueces de instrucción, para iniciar investigaciones si creen que hay indicios de delito, no solo si se ha producido. No sé cómo valorará el Tribunal de Estrasburgo que esa investigación se iniciara un año antes de que se celebrara el referéndum.

Tantos testigos y tantas horas de juicio con votantes del 1-O y miembros de las Fuerzas de Seguridad que participaron en el dispositivo para que apenas tengan reflejo en la sentencia.

Ahí se nota con qué cuidado está escrita la sentencia. Son cerca de quinientas páginas, pero le quitas doscientas dedicadas a justificar que tanto la instrucción como la vista han sido perfectamente legales y legítimas y se queda una sentencia relativamente escasa, teniendo en cuenta las dimensiones en las que se mueven estos casos. La sentencia explica por qué les condena por sedición, el elemento más importante de toda la sentencia, en menos de 20 páginas. Ahí se nota cómo va a lo básico y a asegurar, porque esta es una sentencia pensada y redactada para que consiguiera la unanimidad de los siete miembros del tribunal.

Muchos policías y guardias civiles se dejaron llevar o exageraban demasiado y se iban un poco de los hechos para dar su valoración personal del momento. De esos testimonios, prácticamente ninguno aparece en la sentencia, pese a que es habitual que los fallos recojan un pequeño extracto del testimonio de un testigo relevante. Pero la sentencia prefiere pasar por encima de eso y darlo por asumido, por entendido. Y eso, claro, es curioso. Tampoco descalifica ni refuerza el fallo porque al final condena a los acusados por sedición por muy poco, no por algo que no sea importante, sino por el hecho estricto de que intentaron impedir la aplicación de una orden judicial, que es cierto que está dentro de la descripción del delito de sedición que aparece en el Código Penal. Y entonces, eso, los gritos, los insultos a la policía, algún momento de violencia, son casi secundarios con el hecho de que impidieron la aplicación de una orden judicial y eso le vale al tribunal para condenar por sedición, lo que yo pienso que es legítimo en la medida en que está en el artículo del Código Penal sobre sedición. Pero es poner el listón muy, muy bajo.

¿Tuvo la sensación de que durante demasiadas jornadas no se estaba atacando el elemento fundamental para condenar o absolver?

Si el tribunal hubiera optado por condenar por rebelión, hubiera hecho un gran uso de todas esas declaraciones de policías y guardias civiles. Pero claro, al igual que muchos juristas que en medios de Madrid y Barcelona decían que no, que no había delito de rebelión y que por ello fueron muy criticados, el tribunal llegó a la conclusión de que la violencia no era un elemento fundamental en lo que sería la operación política que se montó para conseguir un proceso independentista. Pero eso no lo sabíamos entonces, solo lo hemos sabido al leer la sentencia.

¿Vivimos algún momento del tipo interrogatorio del teniente Kaffee al coronel Jessep en Algunos hombres buenos?Algunos hombres buenos

Yo diría que no, pero quizá los momentos más tensos fueron los de la relación entre Marchena y los abogados de Cuixart, quizá ahí sí se acercó a ese momento cinematográfico de tensión. No voy a decir que Marchena sea un juez muy poco autoritario, pero seguro que hay jueces mucho más autoritarios en la justicia española. Marchena no es muy dado a pegar gritos.

En este sentido, recuerdo cómo un día Marchena estaba limitando mucho las preguntas que estaba haciendo Benet Salellas a un testigo y cómo el abogado se estaba cabreando. Salellas terminó por decir que no hacía más preguntas y Marchena respondió “pues mucho mejor”. Ahí se le fue de las manos la situación al presidente del tribunal porque no puede decir eso, no puede alegrarse de que un defensor haga menos preguntas, y por eso en la sentencia ha dedicado algunos párrafos a justificarlo, no sea que le intenten pillar por ahí en el recurso.

¿Se le notaron al presidente del tribunal sus debilidades y aversiones con algunos abogados?

Marchena elogió claramente a Marina Roig en varias ocasiones, pero fue especialmente duro con los dos abogados que estaban en ese mismo equipo, Salellas y Solà. Sobre si fue duro con Salellas porque Salellas había sido diputado de la CUP, eso no lo sabemos, pero que fue mucho más duro con él y con Solà que con su jefa, eso es evidente.

La persona con la que fue personalmente más desdeñoso y duro, incluso en alguna ocasión casi desagradable, fue con la abogada del Estado, con Rosa María Seoane. Le hizo varias indicaciones que en algunos casos fueron incluso despectivas. Ella lo tenía difícil porque hacía las preguntas después de la Fiscalía, cuando ésta ya había exprimido al testigo o acusado. Eso es una dificultad y el presidente del tribunal tiene que entenderlo. En una ocasión fue tan despectivo que el magistrado que estaba a la izquierda de Marchena, le hizo un comentario y le palmeó la espalda. Creo que no fue para animarle, sino para decirle que “tranquilo, tranquilo”.

Y sin embargo, quien sale más triunfante de la sentencia es la abogada del Estado, que acusó por sedición y no por rebelión.

Las razones de esa mala relación personal o esa dureza en el trato de Marchena con Seoane no las conocemos. Lo que sí sabemos es que ella aparece en la causa después de la moción de censura, después de la llegada a Moncloa de Pedro Sánchez y de que haya cambios en el Ministerio de Justicia. La paradoja es que al final, el tribunal, al ver que no había hechos o pruebas que justificaran la rebelión, lo que hizo es utilizar la petición de penas que reclamaba la Abogacía del Estado.

¿Cuál de los cuatro fiscales encarnó mejor los intereses de la Fiscalía?

Lo más importante de un juicio es lo que viene después, la sentencia. En este sentido, ninguno ha representado bien los intereses de la acusación. Yo entiendo que es normal que un fiscal pierda un juicio. A veces puede ser que el tribunal tenga otro criterio y no sea el de la Fiscalía. El problema de la Fiscalía en este caso no es que no haya habido una condena de rebelión, sino los argumentos de la sentencia que contrastan con la dureza de los argumentos utilizados por la Fiscalía en su informe final. La lectura de la sentencia es desoladora para los intereses de la Fiscalía. Es dramático cómo la sentencia destruye varios de los argumentos básicos con que la Fiscalía fue al juicio. En eso no hubo diferencias entre los cuatro fiscales. Ahí no se puede decir que uno se desligó. Los cuatro formaron un frente bastante coherente en la vista.

Es cierto que el interrogador más efectivo fue Javier Zaragoza, porque ahí cuenta la experiencia por sus juicios en la Audiencia Nacional. Y en ese sentido, él era más efectivo y más amenazante, cuando debía serlo, y más duro que los otros tres fiscales. Pero bueno, eso es un reconocimiento, la experiencia que tiene Zaragoza, pero en cuanto a los argumentos de la sentencia es terrible cómo literalmente los lamina.

¿Comparte que hubo interrogatorios de los fiscales que están lejos de lo que se puede esperar de un fiscal de sala?

Si tu caso es débil, por muchas preguntas que hagas, no vas a sacar más agua de ese pozo si no tienes las pruebas. Un ejemplo es el tema de la violencia. Cuando los acusados dijeron en infinidad de ocasiones en público que tenía que ser un proceso político pacífico y no violento, los fiscales pueden sospechar que están mintiendo. Entonces tienes que presentar pruebas ante el tribunal que demuestren que lo que decían en público era falso. Pero es que no tenían ninguna prueba, ningún documento, ninguna transcripción de una llamada telefónica intervenida. La ventaja que supuso para la acusación que esto se venía investigando desde bastante tiempo, a través del juzgado número 13, tuvo también su inconveniente. Y es que el juzgado número 13 no podía pinchar los teléfonos, por ejemplo, de los consellers, al ser aforados. Llegaron hasta el documento que incautaron en el registro de la Conselleria de Economia, pero ese fue el límite.

¿Mintió Rajoy en en su declaración?

Quizá como mienten los políticos en muchas ocasiones, que es negando una parte de la realidad pensando que nadie va a demostrar lo contrario, y si alguien dice lo contrario plantear que es una cuestión de opinión. El ejemplo concreto fue decir que no tuvo a (Iñigo) Urkullu de mediador.

Dijo que no tuvo a Urkullu de mediador, que Urkullu habló con él, como Rajoy habló con un montón de personas durante esos días. De la declaración de Urkullu resulta evidente que él asumió, porque se lo pidió Puigdemont, una función de mediación. Nadie le nombró como tal, pero lo asumió e hizo lo que hacen todos los mediadores, que es estar en contacto con las dos partes, recibir sus peticiones o sus ideas, hacer sus propuestas motu proprio a Rajoy o Puigdemont y ver si eso podía concluir en una posición común. Es evidente que Urkullu hizo una labor de mediación. No tuvo éxito, pero la hizo y Rajoy lo negó de forma terminante. Eso es mentir, pero claro, siempre se puede decir que, en su opinión, no fue un auténtico mediador sino una persona que habló con otras.

¿Quién hizo más política desde los estrados?

En el juicio, la política estaba en todos los rincones y en todos los aspectos. En la declaración inicial de los abogados defensores hubo muchas, muchas declaraciones de corte político en la defensa del derecho a decidir, a votar en un referéndum. Pero luego también la Fiscalía hizo intervenciones muy políticas. Recuerdo que Javier Zaragoza, en un momento dado, dijo que el 60% de la mayoría silenciosa de los catalanes estaba contra la independencia. El propio concepto de mayoría silenciosa es muy subjetivo, porque ¿cómo sabes que estos son la mayoría? Si son silenciosos, están callados, a diferencia de las urnas, en las que todo el mundo habla. Obviamente, la acusación popular representada por Vox fue totalmente política. Fue irrelevante en el juicio, pero fue política.

¿Cuál de los abogados fue más efectivo para los intereses de su defendido?

Creo que Melero fue el más efectivo. Al igual que ocurrió en la prensa de Madrid con Marchena, Melero tuvo su momento de gloria en la de Barcelona. En parte también estaba justificado porque, por ejemplo, Melero fue muy eficaz en el interrogatorio que le hizo al secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto. No lo destruyó, pero varias de las cosas que dijo quedaron completamente desmontadas después de las preguntas de Melero. Al día siguiente, tampoco fue tan efectivo en el interrogatorio al coronel Diego Pérez de los Cobos, que era más un muro, un obstáculo, un hueso mucho más duro de roer.

Tampoco se puede negar que otros defensores, que tuvieron una presencia muy importante en la vista, como Marina Roig y Jordi Pina, hicieron una defensa profesional. La política no estuvo interfiriendo, pero sí contaminando todos los elementos de la celebración de la vista.

¿Cuánto duró el foco mediático para Vox?

Solo el primer día. Realmente Vox no hizo prácticamente nada que fuera relevante en el juicio. De hecho, lo único relevante que hicieron fue cagarla en el interrogatorio de Trapero: no hicieron la pregunta evidente, porque además la información venía de la declaración de otro testigo, acerca de la reunión que tuvieron en el Palau de la Generalitat la cúpula de los Mossos con la cúpula del Govern, con Puigdemont y Junqueras. No hicieron esa pregunta, con lo cual la Fiscalía no podía preguntar sobre ese tema, dado que la Fiscalía, en una de sus decisiones más enigmáticas por decirlo de forma suave, no había llamado a declarar a Trapero. Como es legal, el presidente del tribunal, Marchena al final hizo esas preguntas que la defensa de Vox no había hecho. Es decir, que al final lo más relevante que hicieron en el juicio fue cometer un error bastante básico para un abogado en este tipo de vistas.

En la disputa por el liderazgo del independentismo, ¿cómo afectó el juicio? ¿Se resintió la figura de Puigdemont por no estar en el banquillo?

Eso es difícil de responder porque sería más fácil responderlo desde Catalunya, habiendo hablado con mucha gente. Lo que está claro es que la celebración del juicio y la condena confieren a Junqueras una credibilidad muy grande en el movimiento independentista. Desde luego, tener que vivir en el extranjero fuera de tu país no es una cosa menor, pero haber pasado por la situación indigna para ellos, que es estar en el banquillo de los acusados y ser finalmente condenados a una pena de prisión, concede a Junqueras algo que Puigdemont no tiene.

Lo que no sabemos es el impacto político de eso. Las últimas encuestas indican claramente que Esquerra sigue estando al alza en una posición que puede ser la del primer partido de Cataluña en las elecciones generales, mientras que el partido de Puigdemont está bajando. Incluso la primera aparición de la CUP en unas elecciones generales puede hacer que se quede muy cerca del partido de Puigdemont. Aunque también parecía que en las últimas autonómicas todas las cartas estaban a favor para que Esquerra quedara por delante de ellos y ocurrió al revés.